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Alejo se secó el rostro con una pequeña toalla que tenía en las bancas del campo de fútbol. Observó detenidamente al grupo de chicas hacer su clase de gimnasia. Pero lo que en verdad miraba era a la rubia pequeñita
—¿Qué es lo que miras tanto?.— le habló su primo mientras le dio un leve empujón.
—Aquella chica es mi vecina.— dijo el joven, sin quitarle la mirada a la hija del alcalde.
—Emilia, ella no pareciera ser la hija del alcalde. En vez de comerse el mundo, ella deja que Ivett le destruya su autoestima lentamente.— decía con burla Agustín. — El año pasado le hicieron folletos donde decía “Moriré virgen”.— lo dijo como si estuviese leyendo una cartelera.
—¿Quieres apostar?.— le dijo Alejo con una sonrisa arrogante dibujada en su rostro. Agustín aplaudió mientras soltaba carcajadas, conociendo muy bien a su primo.
—Eres un gilipollas, pero me gusta esta mierda. Por lo que acepto.— el capitán de fútbol palmeo la espalda del castaño, quien estaba perdido en aquella joven tan sencilla, pero intrigante.
—Si no la desvirgo en el baile te quedas con mi coche, pero si lo hago, tu me das tu moto y pedirás que sea el capitán.— Agustín dudó un poco en aceptar, pero la maldad e imaginar el show que disfrutaría cuando Emilia supiera la verdad lo llevó a sellar el trato.
—Hecho, tu misión comienza desde hoy mismo. Ve e invitarla un helado.— empujó a su primo, que sin dudarlo caminó hasta ella, dispuesto a todo por obtener su recompensa.
Alejo le lanzó la toalla con la que se había estado secando en rostro y caminó con seguridad hasta donde estaba la rubia.
La observó detenidamente mientras ella acomodaba su cabello en una alta coleta y luego bebía agua, recién había finalizado la clase de educación física.
—Hola, ¿Podemos hablar?.— habló para llamar la atención de Emilia, que al escucharlo se giró y lo observó con su ceño fruncido.
—¿Qué quieres?, si vas a pedirme las tareas de matemáticas te diré que no.— Emilia tomó su mochila y se la colgó en el hombro izquierdo.
—No, en realidad mis trabajos están todos al día.— metió las manos en los bolsillos de su pantalón deportivo, sonriendo sin despegar sus ojos de ella.
—Habla de una vez o déjame ir.—
—Quería invitarte un helado, empezar de nuevo ya que hemos empezado con el pie izquierdo.— Emilia lo miró por breves segundos y luego negó con su cabeza.
—No creo que sea lo correcto, estoy bien así. No te preocupes, eres uno más de ellos y…— iba a seguir con su discurso, pero lo dejó, no tenía porque darle explicaciones. Pasó por un lado de Alejo, intentando al fin irse de aquel lugar.
—Entiendo, no insistiré. Solo intentaba ser amable.— siguió insistiendo, no solo por aquella apuesta, sino porque algo en ella lo atraía como un loco.
Emilia se alejó unos pasos, sintiéndose en una encrucijadas, quería actuar como una chica normal, sabía que ante la sociedad ella no era una persona normal, solo por ser hija del alcalde. Sacó con fuerza el aire de sus pulmones y se giró nuevamente en dirección a su nuevo compañero.
—Iré.— habló viendo la espalda de Alejo, quien ya se comenzaba a alejar. —Acepto ese helado.— volvió hablar, mientras apretaba con fuerza el tirante de su mochila.
—¿Si?, genial.— sonrió el apuesto muchacho, haciendo que Emilia lo viera aún más atractivo y llamó su atención un pequeño lunar que tenía en su mentón.
—Si, pero solo será un helado y regreso a casa, debo estudiar.— mordió su mejilla interna, sintiéndose demasiado nerviosa y aquellos nervios aumentaron cuando Alejo comenzó a caminar junto a ella. No sabía que hablar, nunca había tenido una cita, con el único chico que había intentado algo era con Gastón, pero no llego muy lejos, ya que se dieron cuenta que solo se querían como amigos.
—¿Vamos en mi auto?.— le señaló su deportivo negro.
Emilia miró en todas las direcciones, no quería que nadie la viera subir a ese auto, cuando corroboró que no había nadie accedió.
Alejo le abrió la puerta y luego la cerró cuando ella ingresó, se subió a su lugar y puso el auto en marcha. La llevaría a la heladería que solía llevar a su hermanita pequeña. Viajaron en silencio por varios minutos, él la observaba de reojo como tecleaba su móvil y un sentimiento de enojo recorrió su cuerpo.
—¿Tu novio te está reclamando?.— preguntó con la intención de sacar información.
—No tengo novio, es mi amiga.— le respondió sin pensar, reprendiéndose de inmediato a ella misma por haberle dado aquella información.
—Que buena noticia.— respondió, logrando que ella girará su rostro para mirarlo por unos segundos. Sus mejillas se pintaron de carmesí cuando él le guiñó un ojo y le sonrió, Emilia desvío su mirada intentando ocultar sus mejillas rojas.
Alejo la observó y se sintió extraño cuando supo que ella no estaba con alguien, no solo por lo que había apostado, sino porque algo en su pecho revoloteaba y no sabía como explicarse a el mismo aquella sensación.
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Editado: 03.11.2024