Quiero encontrarte

∞ Capítulo 4

Alejo la observó mientras ella pedía su helado, las largas pestañas, su nariz respingona, sus labios pomposos, las pequeñas pecas que adornaban su nariz y pómulos, su baja estatura y su cabello brillante como el sol.
—Oye.— le dijo Emilia esperando que él le dijera dónde se sentarían. —Que te he dicho donde nos sentaremos.— repitió, logrando que él castaño reaccionara.
—Disculpa, no estaba aquí.— la vio comer del helado y nervioso como nunca desvió la mirada.
—Si no me lo dices no me daba cuenta.— Alejo sonrió, al notarla más relajada a su lado.
—Pensaba que sería agradable ir a la plaza que esta aquí enfrente.— la rubia miró y aceptó.
Caminaron a la par hasta llegar a la pequeña plaza donde habían dos hamaca, Emilia sonrió y sin dudarlo caminó hasta ellas y se sentó, comenzando a moverse levemente. Alejo imitó su acción y se quedaron por varios minutos en silencio, disfrutando del helado, el silencio y compañía.

—¿Por qué intentas ser invisible en el colegio?.— fue lo primero que se le vino a la mente, ya que en varias ocasiones lo había notado, sobretodo cuando Ivett estaba cerca.
—Cosa mía, sino ve y pregúntale a tus amigos.— se puso a la defensiva y Alejo lo percibió.
—No quiero que ellos me lo digan, es por eso que te pregunté. Pero disculpa si te ha mosqueado mi pregunta.— la rubia mordió su mejilla interna sintiéndose un poco idiota.
—No me gusta ganarme puestos solo por ser hija de. Pero si te refieres a lo que tú amiga Ivet hace, es cosa de ella, yo jamás la he molestado.— Alejo asintió con su cabeza y pensó muy bien que decir.
—Ella no es mi amiga, solo es amiga de mi primo. Y con respecto a los otro, pienso que debes darla una buena zurra.— ella solo sonrió y negó con su cabeza.
—La hija del alcalde no puede dar esa clase de espectáculos, tampoco debo elevar la voz, mucho menos vestirme como zorra.— Alejo quiso reírse por lo último mencionado, pero en su mente se grabaron los otros puntos que mencionó.
—¿ Que tienes ganas de hacer justamente ahora?.— le preguntó esperando pacientemente.
—Deseo gritar como loca, ponerme un piercing en el ombligo, vestir unos shorts rotosos e ir al mar a nadar.— enumeró varios de sus deseos, los cuales no eran nada anormal.
—Grita.— le dijo sin más. — Vamos, grita. Quiero escuchar como rompes mis tímpanos y como la gente descubre a la hija del alcalde en la plaza.— la desafió, intentando provocarla.
Emilia, primero negó con su cabeza, pero luego miró su alrededor. Quería gritar, sacar esa sensación de asfixia de su pecho. Cerró sus ojos y se visualizó en lo más alto de una montaña, sonrió perdida en aquellos pensamientos y de su garganta salió un grito sacado de las entrañas.
Alejo sonrió al verla de aquella manera, no tan estructurada, retraída y triste. Emilia soltó una risita cuando dejó de gritar y lo miró con un brillo especial en sus ojos.
—¿Cómo te sientes ahora?.— le preguntó el castaño.
—Liviana como una hoja.— sonrió y siguió con su helado, lo observó y le hizo seña con su cabeza. —Hazlo tú, no es justo que solo yo quedé en ridículo.— el sonido de la risa de Alejo inundó el espacio y a Emilia le gustó aquel sonido. Él le caía mejor en aquella faceta y no en la de arrogante.
—Vale, lo haré, pero ten presente que solo por ti, esto manchará mi reputación.— Emilia puso los ojos en blanco y sobre la misma soltó una fuerte carcajada al escuchar el fuerte grito de Alejo, se puso de pie y se apartó un poco de él simulando que aquello le daba vergüenza.
—Ya, detente.— siguió riendo al ver cómo las personas los observaban.
—¿Feliz?, ahora todos hablarán de nosotros.— la sonrisa de la rubia se esfumó de inmediato al escuchar aquello, recordando a su madre.
—Debo irme.— dijo de inmediato, mientras arrojó el helado que le quedaba al cesto de basura.
Alejo la miró caminar, alejándose sin darle una explicación. Se puso de pie y corrió hasta ella, la tomó del brazo para detener sus pasos y la giró.
—¿Qué sucede?, ¿Hice algo que te molestó?.— le preguntó con prisa, había estado todo bien, aquel cambio no lo comprendía.
—No, tú no eres el problema. Soy yo o quizás mi madre.— las palabras le salían con prisa y el joven pudo apreciar el nerviosismo que ella estaba sintiendo.
—Te llevaré, si no quieres que te deje en la puerta de tu casa no lo hago. Vivo frente a tu casa, tu lo decides florecita.— ella quiso sonreír por la forma en la que él la había llamado, pero de inmediato endureció.
—Déjame en la parada del bus.— caminaron hasta el auto de Alejo en total silencio.
Se montaron en el coche y se marcharon, todo el camino en silencio, Alejo la miraba de vez en vez, percibió como mordía el labio inferior. Se sentía culpable, por alguna extraña razón no quería verla así, le había gustado aún más verla fresca, mostrando lo que en verdad es.
—Gracias por todo, fue una tarde muy agradable.— Alejo sonrió.
—También la pasé muy bien. ¿Me prestas tu móvil?.— le preguntó extendiendo su mano.
—¿Por qué?, no tengo nada de ti.— dijo con prisa, sin comprender porque le estaba pidiendo su móvil.
—Solo quiero apuntar mi número. ¿ Puedo?, aunque me gustaría tener yo tu número, sé que tú jamás me enviras un mensaje.— la rubia se aclaro la garganta y se removió nerviosa en la butaca. Tomó un bolígrafo de su mochila y luego tomó de la mano a Alejo, que al sentir el calor de la suave piel se estremeció. La vio escribir sobre su piel su número telefónico.
—Si para cuándo llegas a casa se borró, es que no debes tener mi número.— abrió la puerta del vehículo y salió de el. —Adiós Alejo, nuevamente gracias.— cerró la puerta y corrió, dejando a un joven totalmente idiota por ella.
Alejo puso en marcha su auto y se dirigió hasta su casa, quería verla llegar desde la ventana de su habitación.

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ɴᴀʀʀᴀ ᴇᴍɪʟɪᴀ:




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