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𝐍𝐚𝐫𝐫𝐚 𝐀𝐥𝐞𝐣𝐨:
Acaricio su mejilla mientras ella sujeta mi otra mano, muerde su labio inferior intentando soportar el dolor de la perforación en su ombligo.
—Duele.— se queja entre risas, podía percibir el brillo de la emoción en sus ojos.
—Si te arrepientes solo lo dices y nos largamos de aquí.— bromeó con ella, para lograr distraerla un poco de su dolor.
—No, claro que no. Además se verá muy bonito el arete que has escogido.— le guiño un ojo y miro como al fin el piercing está en su lugar.
—Listo, ahora te explicaré como hacer las curaciones.— sus ojos se fijan en su arete y sonríe tan ampliamente que estoy seguro que su sonrisa se puede ver desde la luna.
—Se ve increíble.— habla emocionada mientras toca con sus dedos la perla amarilla del arete. —Tu elecciones quedo maravillosa. Gracias Ale.— brinca de la silla y dando un salto se prende a mi como un koala, dejándome pasmado por un momento, pero luego reacciono sujetándola de su cintura y reír junto con ella, disfrutando de su felicidad, por un simple arete.
—Gracias.— me habla sin dejar de sonreír y deja un suave beso en mis labios, que me hace sentir vivo e importante. No había disfrutado de la compañía de una chica jamás y eso me lleva a pensar en mi madre, cuando me dijo que algún día llegaría una muchacha que me hiciera sentir vibrar, donde ella sacaría lo mejor de mi y yo de ella. Estoy seguro que esa joven es Emilia, solo necesito decirle la idiotez que había intentado hacer con Agustín, debo ser sincero con ella, pero también siento miedo.
—Tendremos que ir a la playa para que luzcas ese accesorio. Se te ve cañon.— le digo una vez que salimos del local y caminamos por las sendas del centro. El sol ya se está escondiendo y se que debemos regresar, ella no tiene permitido llegar muy tarde.
—¿Sabes que es lo que quiero en este momento?.— me pregunta sin darle importancia a mi comentario de la playa.
—¿Qué es lo que tú cabecita está pensando?, sabes que si está en mis manos lo haré.— ella me sonríe mientras sus ojos verdes bajan hasta mi mano.
—Caminar contigo tomados de la mano.— sin dudarlo un segundo entrelazo nuestros dedos y caminamos así hasta llegar a mi auto, jamás había hecho esto con una chica y hacerlo con ella es magnífico.
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Emilia había comenzado su día con un discurso departe de su madre, dónde le reclamaba no hacer lo que ella le pedía, diciéndole que era rebelde y una mal agradecida. Que luego cuando todo estuviera de color de hormigas ella no la ayudarías, ya demasiado había hecho en aquel tiempo, dónde tuvieron tantos problemas.
La rubia soltó el aire con fuerzas y caminó hasta la parada del bus, aquel día le había pedido a Alejo que la esperara en la entrada de la prepa, necesitaba estar sola y pensar. No estaba dispuesta a dejar al chico que la hacía sentir viva, fuerte y capaz de enfrentar lo que sea. Hacía dos semanas que estaban juntos y en aquellos días había vivido más que en sus dieciocho años de vida. Se colocó sus audífonos y viajó hasta su destino acompañada de la melodía de Taylor Swift, las calles de Alcobendas estaban adornadas por hermosos árboles verdes y flores, los edificios acompañaban en el paisaje, las plazas y el gentío que iban en diferentes direcciones. Emilia se bajó del bus y caminó hasta el colegio, tenia que hablar con Alejo, decirle todo lo que había vivido antes de que el llegara.
—¡Emi!.— gritó Sole al llegar junto a ella, la rubia se quitó los audífonos y saludó a su amiga. —¿ Cómo es eso que llegas sola?, ¿Dónde está tu chico?.— bromeó la jovencita y aquello le sacó una sonrisa a Emilia.
—Le pedí que me espere aquí, necesitaba venir sola. Mamá ya sabe que estoy en algo con él y siento que debo hablar, contarle sobre todo aquello que sucedió. Si no lo hago yo lo hará alguien más.— su amiga sonrió y enredó su brazo con el de ella.
—Sabes que yo siempre estaré, así que dile. Merece saber por ti, ya sabemos que los demás cuentan una historia repleta de mentiras.— Emilia asintió con su cabeza mientras sus ojos buscaban a Alejo.
—Estoy cansada de aquello, yo no hice nada. Ellos siempre intentaron hacerme sentir culpable para cubrir sus basuras.— la morena asentía con su cabeza, sabiendo muy bien cómo fue todo aquello.
—Ellos son los típicos pijos que se creen mucho con el dinero de papá.— le señaló con su dedo índice cuando encontró al castaño, afirmado en su auto. —Ahí está, ve y dile todo.— Emilia la abrazó y caminó con prisa hasta su chico, quien en cuanto la vio se puso de pie.
—Al fin llegas palomita.— la abrazó y luego besó sus labios. — ¿Todo en orden?.— preguntó al notar que ella estaba inquieta.
—Si, solo que después de clases me gustaría que vayamos a la playa y hablemos— le propuso mientras cerraba sus ojos disfrutando del abrazo y aroma de Alejo.
—Claro que si, como tú quieras. ¿Pero está todo bien?.— volvió a insistir. Emilia iba a hablar pero se vio interrumpida por Ivette.
—¿Qué piensas hacer con él?, rubia desabrida.— Emilia cerró sus ojos con fuerzas, cansada de todo aquello.
—Eso a ti no te importa.— la enfrentó una vez que se apartó de Alejo. Miró fijamente a la castaña y pudo ver por primera vez el odio en sus ojos.
—Si me interesa, porque mientras tú vives aquí tu vida, alguien inocente no lo hace.— Emilia sentía su corazón retumbar en sus oídos, estaba cansada de que la culparán por algo que ella no habia hecho.
—Déjame en paz Ivette.— apretó sus manos haciéndolas puño.
—Eso jamás, mosquita muerta.— la empujó, haciendo que Emilia retrocediera unos pasos, Alejo la sostuvo y cuando intentó intervenir ya era demasiado tarde. La rubia se había lanzado sobre Ivette cayendo al piso juntas, se subió sobre ella mientras la jalaba del cabello. La castaña logro enterrar sus uñas en las manos de la hija del alcalde, pero aquello no fue suficiente para que Emilia dejará la pelea.
—¡Me tienes harta!.— gritaba la rubia, mientras Alejo la sacaba de encima de la animadora.
—Me las pagarás desgraciada.— le gritó Ivette mientras Agustín la alejaba del lugar, ya que todos los estudiantes estaban mirando.
—Tranquila palomita.— le dijo Alejo una vez que quedaron solos con Soledad que había ido corriendo al lugar cuando vio lo que estaba ocurriendo.
—Sácame de aquí por favor.— le pidió mientras lloraba. Alejo miró a Sole observaba todo, vio como él la ayudó ingresar a su auto y cuando cerró la puerta le habló.
—Alejo, escúchala, ella tiene que decirte el porque de todo. No la lastimes por favor.— le pidió la morena.
—Tranquila, yo la cuidaré y te prometo que confío en ella.— el joven sabía que algo sucedía, que Emilia había llegado a su límite y aunque aquello no estaba bien le gustaba que se defendiera. Estaba seguro de que aquel día iba a descubrir la verdad.
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Editado: 03.11.2024