Quiero estar contigo

Capítulo 2

Hace diez años

Tengo la garganta inflamada, el pecho me arde, los ojos están nublados. Tengo sarampión, fiebre de cuarenta grados varios días y tengo mucho miedo. En nuestro orfanato, muchos se enfermaron, pero casi todos se recuperaron, yo soy la única a quien ingresaron en el hospital infantil provincial.

A mí nadie me visita, nosotros, los niños del orfanato no le hacemos falta a nadie. Aunque en esto soy injusta, probablemente los educadores quisieran venir, pero tienen miedo a infectarse, y no me ofendo. Tal vez después, cuando me cure, Inna Andreevna venga a verme, ella me quiere. Me parece.

Tengo sed, pero no me alcanzan las fuerzas para levantarme. En la mesita de noche hay té del hospital que ya se ha enfriado y agua tibia y desagradable. Cuando mis padres estaban vivos, mi madre me hacía un delicioso té con frambuesas o limón, y si se enfriaba, me lo calentaba en el horno microondas.

Yo todavía no sé qué ellos murieron, solo tengo ocho años. Dos de ellos los he vivido en el orfanato y todavía estoy esperando que alguien de mi familia venga a recogerme.

La puerta cruje, se oyen pasos.

— Aquí está, — dice la enfermera hablando por la nariz, parece que está enferma también. — No por mucho tiempo, o pueden amonestarme por haberlo dejado entrar. Ella todavía es contagiosa.

— Tuve sarampión a la misma edad que ella, oigo una voz conocida y comienzo a temblar, pero ahora no por la fiebre. — Estuve enfermo mucho tiempo, y el único que vino a verme fue el vigilante del orfanato. Él también estuvo enfermo de sarampión y no tenía miedo a infectarse.

Timur. Tim Taler, él vino. Intento despegar los ojos y puedo abrirlos un poco.

— Hola Dominika, — se sienta a mi lado en una silla con una bata blanca y una máscara de hospital. Aun así, es hermoso. — Vine a visitarte.

Quiero decirle que estoy estudiando bien, y que todavía llevo aquella mochila, aunque ya está bastante estropeada. Pero los labios no obedecen, solo me salen silbidos del pecho.

— Beber…

— Tienes que beber caliente, te traje té con frambuesas, aquí en el hospital el té siempre es una mierda…

Vierte el té se en la taza, puedo sentir su olor. Me levanta suavemente junto con la almohada.

— Vamos, bebe, es dulce.

Trago con avidez el té deliciosamente cálido, no caliente, tibio, y sonrío agradecida. Pero los ojos azules por encima la máscara miran con lástima y me dan ganas de llorar. No es necesario que me compadezca, porque cuando compadecen, después no pueden amar. Y yo me voy a casar con él.

—Nn-nno... nno... hace falta…

— Está bien, te dejaré el té, aquí hay un termo lleno. Voy a pedirle a la enfermera de guardia que te ayude a beber. Tienes que beber mucho para recuperarte, — dice Tim, y yo me reclino sin fuerzas sobre la almohada.

Me siento mejor después del té, pero quiero pensar que es porque lo trajo Timur. Pude separar los párpados, y veo unas naranjas grandes en mi mesita de noche.

— ¿Quieres una naranja, Dominika?

Giro la cabeza a un lado, no tengo fuerzas para más. Ahora es seguro que no podría comer ni un bocado, pero mirarlas es agradable, y es agradable que Timur Talerov, mi futuro esposo, se preocupe por mí.

— Mira para eso, está vivo, — Tim mira con interés al gatito que traje al hospital. Todavía tiene ojos en lugar de botones. — ¿Cómo lo llamaste?

— Luc-ky.

Este es mi talismán, se llama Lucky porque me trae buena suerte. Realmente quiero contarle esto a Timur, preguntarle por qué ya no viene a visitarnos, pero no puedo pronunciar tantas palabras.

— Es hora, — la puerta se abre con un chirrido, se oye la voz de la enfermera: es la hora de sus inyecciones.

— Sí, ya me voy, — Tim se levanta, y se me salen las lágrimas, —sana, Dominika.

— Tim... — me trago las lágrimas, hago un esfuerzo y digo reuniendo todas mis fuerzas, — sá-ca... me... de... a-quí.

— Shhhh, — me acaricia la cabeza, — calla, te es difícil hablar.

Quisiera agarrarle la mano y pedirle, llorar. Él puede llevarme lejos, convertirse en mi tutor, todos soñamos, si no con padres, al menos con tener tutores. Y Timur puede, él es mayor de edad. Y para mí es la única persona a quien le intereso en todo el mundo, no tengo a nadie más.

— Tim ... — continúo apretando los dientes, — yo tamb...

— Dominica, yo no puedo, es la verdad, no depende solamente de mí.

Pero de todos modos termino la frase, haciendo un esfuerzo increíble sobre mí:

— Tam-bién...voy a cuidarte…

Él me mira fijamente, estudiándome, y luego arregla la manta, vuelve a colocar a Lucky en su lugar y sale rápidamente de la habitación.

— ¡Ay, qué pena más amarga!, sacude la cabeza la enfermera al ver mis lágrimas.

Ella me ayuda a terminar de beber el té, después de la inyección, viene cada cinco minutos, y en general, después de la visita de Tim Taler, todo cambia. Y me doy cuenta de que, si él me visitara todos los días, me habría recuperado hace mucho tiempo.




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