Wyatt
1 mes después…
—Después de almorzar comimos postre, pay de manzana. Luego fuimos al parque acuático. Hay toboganes enormes, y también subimos a un barco, había delfines.
Escuchar la voz de Peyton, aunque sea por teléfono, después de no haberlo hecho durante dos días me causó una paz increíble, sobre todo después de haber tenido la última reunión con La comisión nacional del mercado de valores. Habría sido la guinda del pastel si no fuera porque sentía un espacio vacío en mi pecho que insistía en doler con la misma intensidad que comenzó esa mañana en que vi por última vez a Sydney, cuando se fue de mi oficina. No, cuando la dejé ir.
El último mes había estado muy ocupado reparando el problema que causó Hugo Ramos, uno de mis inversionistas. ItaPowell se mantuvo en investigación luego de haber comprobado que otra de las empresas que Ramos usó para sus propósitos, estaba confabulada con él. Finalmente se comprobó que mi compañía no tenía nada qué ver con sus fraudes, pero desde el primer momento en que supe que el camino para recuperar la credibilidad de mi empresa sería duro, decidí enviar a Peyton lejos de New York.
Luego de que Isabel se ofreciera para llevar a Peyton de “vacaciones” a Hawái, avisé a la escuela sobre la situación. No quería que ella me viera así, todas esas noches en que no hice más nada que trabajar, intentar llenar mi mente de montañas y montañas de documentos y planificaciones. Beber no fue una opción, aunque lo consideré en varias ocasiones, quería averiguar si el alcohol sería capaz de hacerme olvidar, aunque sea unas horas, la mayor estupidez que hice en mi vida, y no me refería a Hugo Ramos.
—¿Papá?
—Te escucho, cariño—contesté rápidamente, volviendo a mi realidad mientras volvía a mi asiento frente al escritorio de mi oficina—. Entonces, ¿nadaste con delfines?
—No…
—¿Por qué no?
—Es que me dio miedo.
Sonreí, algo a lo que Peyton le tenía miedo, eso sí era una novedad. Recordé la primera vez que Allison se quedó a dormir con nosotros, se quedó en el cuarto de Peyton, la niña quería apagar las luces, pero Allison le tenía miedo a la oscuridad. Peyton tuvo que cantarle para que se durmiera.
—Ya será la próxima vez, pequeña.
Mientras leía los documentos, noté que Peyton tardó en contestar.
—¿La próxima vez?
—El vuelo de vuelta a New York es el miércoles—le recordé, apoyando el teléfono sobre mi hombro para sostenerlo con mi oído y poder usar las dos manos para firmar los documentos en la tableta digitalizadora—. Ya es diciembre, ¿olvidaste que tiene un papá y una casa a la cual volver?
—El ático no es una casa, papi.
Me detuve justo cuando fui a firmar otro documento.
—¿No te gusta el ático?
Ella volvió a tardar en contestar.
—No dije eso… el ático está bien.
Nunca pensé que a Peyton no le gustaría vivir ahí, lució tan emocionada la primera vez que la llevé. Pero entonces recordé la conversación que tuve con Allison hace tiempo, Peyton seguirá creciendo y con ello lo que piensa y sus gustos.
—Te veré dentro de dos días, pequeña.
—Papi, justo de eso quería hablarte…
Peyton vaciló y volvió a quedarse en silencio. En ese instante Viola entró a la oficina. Ahora vestía diferente de sus habituales trajes y vestidos elegantes que usaba para trabajar. Después de ir al médico y haber sido alertada de que ese embarazo podría ser de alto riesgo, comenzó a usar pantalones holgados de cintura alta y corte ancho.
—¿Ya firmaste? —preguntó Viola mientras caminaba hacia el escritorio, sin mirarme porque estaba revisando su Tablet—. Recuerda que hoy tienes la reunión con Ancel Weber.
Le indiqué con un par de señas que estaba hablando con Peyton. Ella asintió y tomó por su cuenta la tableta que estuve usando para firmar los documentos.
—Lo lamento cariño, pero tendremos que hablar luego—le avisé a Peyton—. Prometo llamarte cuando vuelva a casa.
—Está bien papi.
—¿Sabes que te amo, no?
—Me lo dices todo el tiempo, papi—ella se rió.
Sonreí, extrañando ver esa sonrisa y queriendo oír el sonido de su risa en físico.
—Solo me aseguro de que no lo olvides. Es que te extraño mucho.
—Yo también te extraño papi. ¿Puedes decirle a Sydney que también la extraño? Dile que estoy molesta con ella, no me ha llamado ni una sola vez.
En ese instante sentí una punzada de dolor provenir de ese espacio vacío en mi pecho. Sentí la mirada de Viola sobre mí y la miré de vuelta, ella sabía exactamente lo que estaba sucediendo, ella solía decir que cuando se trata de Sydney, era transparente.
—Se lo diré—me limité a contestar—. Adiós cariño.
—Adiós papi.
Al colgar subí mis brazos a la mesa con el teléfono entre mis manos. Antes de darme cuenta estaba revisando el registro de llamadas de hace dos semanas, las ultimas llamadas que le hice a Sydney estaban ahí. Me pregunté por qué todavía estaban ahí, por qué no las había borrado. Pero yo era incapaz de sacarla de mi mente, ¿cuándo más de borrar su número de mi teléfono?
—Sé que la querías Wyatt—mencionó Viola, levanté mi rostro y la miré. Ella tenía esa mirada de compasión en sus ojos.—. Pero se acabó. Y sé que nunca es fácil alejarse, pero la has llamado cientos de veces y no contesta.
—Lo estoy intentando.
—¿Guardando su número como si fuera un tesoro en tu teléfono? ¿Ocultándole a Peyton lo que pasó entre ustedes?
Apagué la pantalla de mi teléfono y lo guardé en el bolsillo de mi saco.
—Viola, no es tan simple.
—¿Crees que habrá sido fácil para ella? Yo vi su rostro cuando salió de tu oficina. Una cosa es que una mujer salga llorando cuando le rompen el corazón, ¿pero que sonría a pesar del dolor?
—Lo sé, la lastimé y…
—¿Entonces qué esperabas? ¿Qué contestara en la primera llamada?
#2580 en Novela romántica
#658 en Novela contemporánea
drama amor celos millonario cenicienta, amor a prueba de todo, segundas partes
Editado: 02.07.2022