Wyatt
Ancel Weber era un hombre de 29 años que, como yo, comenzó una industria desde cero llamada ART LLC, por sí mismo. Por ser menor que yo se sugiere que ha logrado mucho en poco tiempo, y yo valoraba eso, ese tipo de socios necesitaba para llevar a ItaPowell a las nubes nuevamente. Así que tan pronto como mi compañía salió de las investigaciones, aunque no fue un proceso fácil, nuestra comunicación volvió. Weber sabía que, a pesar de todo, ItaPowell era la catapulta más rápida para impresionar el mercado americano.
Pocas veces me encontraba sorprendido por los inventos innovadores de las empresas comunes de Hardware, sin embargo, luego de la exposición del director de proyecto de Weber, mi visión sobre ART LLC cambió radicalmente. Una empresa de tecnología que estaba a punto de dar el arriesgado, pero a la vez, acertado paso de saltar al mundo automotriz, era precisamente lo que necesitábamos para volver a llamar la atención de forma positiva.
Observé a Eliot por un momento, el director de operaciones más idiota del mundo. Estaba convencido de que debíamos mostrarnos como los compradores quisquillosos, como siempre lo hemos hecho cuando se trata de vender alguno de nuestros programas a otras empresas. Sin embargo, podía verlo en la mirada de Weber, sabía que ahora él llevaba la ventaja porque en esta ocasión necesitábamos más de él que él de nosotros.
Entiendo que Eliot quisiera mantener el estatus exclusivo que creamos alrededor de ItaPowell, pero estábamos a punto de firmar un maldito contrato de alianza estratégica con ART LLC, y él seguía mirando a Weber como si se tratara de un pastor alemán sospechando de un traficante.
Carraspeé para interrumpir la batalla de miradas entre Weber y Eliot después de leer el contrato con detenimiento.
—Todavía tenemos que discutir el tema del porcentaje de los dividendos, así como la inversión en un tipo de proyecto tan arriesgado como este.
Estábamos en uno de los salones de reuniones, un piso antes de mi oficina. Weber pareció tenso al escuchar mi opinión, sin embargo, asintió calmadamente y mantuvo la compostura cuando contestó.
—Pueden pensarlo, no hay prisa. También pueden quedarse con el contrato y hacer que tu secretaria me envíe por correo tus pautas—entonces Weber se levantó y de la silla. Eliot y yo lo hicimos también—. Me gustaría hablar contigo.
Eliot lo miró con aspereza, pero Weber lo ignoró y aclaró a continuación.
—A solas.
Asentí.
—Vamos a mi oficina. Adelántate.
Weber asintió y salió del salón. Entonces me giré hacia Eliot.
—¿Se puede saber de qué lado estás?
—Del lado de ItaPowell—masculló.
—Entonces calma la llama de tus ojos. Si no supiera que Weber no te agrada pensaría que tienes un interés extraño hacia él.
Eliot rodó los ojos.
—Creí que habíamos pasado la etapa de arrastrarnos. Sabe exactamente en donde nos tiene.
—Yo también sé eso, pero también sé, tanto como él, que no puede empujarnos demasiado porque todavía somos el líder del mercado en Software. Somos su camino más seguro incluso aunque haya muchos otros. Así que cálmate de una vez, o tómate unas vacaciones, no sé. Me tienes harto.
—Lo mío se trata de extrema preocupación por mi trabajo, ¿lo tuyo qué es? ¿Falta de polvos?
No me inmuté, tomé la carpeta con el contrato impreso y caminé hacia la puerta. Pero antes de salir me volví nuevamente hacia Eliot.
—Haré que Viola te envíe el contrato para que también lo revises. Si te preocupa tanto tu trabajo, concéntrate en eso y no en jalártela cuando pienses en Weber.
Entonces abrí la puerta y salí del salón.
—Vete a la mierda, Powell—sonreí cuando escuché a Eliot desde lejos.
De camino a la oficina, pasé por el escritorio que anteriormente le perteneció a Jack Morrison antes de morir, y de inmediato Sydney apareció en mi mente, tanto el instante en que la vi por primera vez, como en la noche anterior. El tiempo se detuvo cuando me di cuenta de que la encontré después de lo que me pareció una eternidad, y me pregunté, ¿cómo podía causarme la misma impresión? ¿Cómo pudo con una mirada, encontrar de nuevo ese interruptor que me volvía un ser irracional frente a ella?
Su cabello creció significativamente, y cuando la tomé de la cintura supe que subió de peso. Su rostro resplandecía, parecía estable y feliz ahora. Seguía siendo tan hermosa como de costumbre. Y sentí celos de las personas que pudieron estar a su lado mientras cambió tanto en un mes.
Creí que, si tuviéramos la oportunidad de vernos nuevamente, podría decirle todo lo que no pude antes de dejarla ir, pero no pude. Porque esto se trataba de su seguridad, del futuro feliz que se merecía. Así que sacudí todo ese estúpido sentimiento de celos, porque yo fui quien lo terminó todo.
Viola no estaba en su escritorio, así que supuse que ya se había ido a su cita con el médico. Entonces recordé lo que me dijo sobre Sydney, debía dejarla hacer su vida lejos de mí.
Weber estaba de pie en medio de mi oficina cuando entré.
—Bien, ¿qué es eso que mi director de operaciones no puede escuchar?
Weber sonrió mientras guardaba su teléfono en el bolsillo interior de su saco negro.
—Deberías hacer un cambio de personal. Yo lo hago anualmente. O si considero que lo amerita.
También sonreí, acercándome al centro de la oficina para estar a la altura de él.
—Suena un poco excesivo.
—Me gusta ir un paso delante de idiotas como Eliot y Ramos.
Enarqué ambas cejas con impresión.
—¿Qué tiene que ver Ramos en todo esto?
—El hecho de que voy a confiar en ti y tu compañía para algo que requerirá de millones en inversión, y no estoy dispuesto a que mi foto salga junto a la tuya en la primera plana del New York Times.
—Me encargué de la depuración desde que explotó ese problema. Y créeme, estar en la primera plana del New York Times no es nada comparado con salir en Newsgenics.
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Editado: 02.07.2022