¡quiero ser la protagonista!

6. Amor no correspondido, 12 Coca-Colas y un elefante tailandés

Estacioné a Hortensia, mi amada Vespa amarillo-verde, con la delicadeza de quien guarda un tesoro en una vitrina. Después de Greta y el inspector, Hortensia era lo más preciado que tenía.

Me quité el casco, sacudí mis rizos —que seguramente eran un desastre— y luego agarré los dos six-packs de Coca-Cola que estaban en el apoyapiés de mi motocicleta.

Entré a la veterinaria con el aire triunfal de quien acaba de conquistar el mundo. Bianca estaba detrás del mostrador, charlando con Fabia, y ambas me miraron como si acabara de regresar de una expedición al Everest.

—¿Dónde estabas? —preguntó Bianca.

Sonreí con dramatismo, levantando los six-packs como si fueran el Santo Grial.

—Salí en Hortensia a buscar mi droga. Ya sabes, el suministro se estaba acabando.

Fabia soltó una carcajada, pero Bianca no parecía tan impresionada.

—¿En serio, Callie? ¿Saliste a las ocho de la mañana a comprar Coca-Cola?

—¿Y qué tiene? ¿Acaso hay un horario oficial para satisfacer tus adicciones?

Fabia no pudo contener otra risa, y Bianca, aunque intentó mantenerse seria, terminó riendo también.

—Tus riñones deben estar rogando por un descanso —aseguró Bianca entre risas.

—Ellos no hablan, así que tu argumento es inválido.

Sin esperar más comentarios sobre mi dieta líquida cuestionable, subí al apartamento para alimentar a Greta y al inspector, quienes ya estaban esperando con la impaciencia típica de quienes sienten que no comen desde hace semanas.

Después de cumplir con mis deberes de madre adoptiva casi esclava, bajé lista para enfrentar un día lleno de pelos y champú de perros. Sin embargo, al llegar al mostrador, encontré a Bianca y Fabia exactamente como las había dejado: charlando y sin hacer nada remotamente relacionado con el trabajo.

—¿Qué pasa? ¿Hoy no trabajamos?

—Estamos esperando a Gianluca.

Ah, claro. Gianluca.

Mi querido mejor amigo convertido en flamante esposo. Nada me emocionaba más que verlo regresar después de su luna de miel… Bueno, eso sería cierto si no fuera porque también era el protagonista de mi amor no correspondido.

Pero, ¿quién necesita amor cuando tiene Coca-Cola para ahogar las penas?

Exacto.

Nadie.

—Gracias a Dios vuelve —comentó Fabia con entusiasmo—. Los clientes no dejan de preguntar por él. Además, esta veterinaria no es lo mismo sin él. ¡Y ya quiero que me muestre las fotos de la luna de miel!

Bianca le dio un codazo tan fuerte que Fabia casi perdió el equilibrio.

Fabia se disculpó rápidamente, pero ya era tarde; el tema incómodo estaba sobre la mesa.

—¿Qué? ¿Por qué me miran así? —pregunté mientras acomodaba mis rizos con toda la naturalidad posible.

Ninguna respondió, pero Bianca tenía cara de querer asesinar a Fabia, y Fabia tenía cara de querer teletransportarse a otra dimensión.

—Estoy bien. ¿Qué creen? ¿Que me pondré a llorar solo porque Gianluca regresará casado y feliz? Por supuesto que no.

Obviamente que no. Porque quince días eran más que suficientes para superar un amor no correspondido… o al menos para fingirlo como una profesional.

—¿De verdad? Es que estos últimos días te has visto algo triste…

Fabia volvió a meter el dedo en la llaga, logrando que Bianca la volviera a golpear, probablemente para evitar que dijera algo peor.

—¿Yo? ¿Triste? —Reí con nerviosismo—. Claro que no. Estos días han sido de completa felicidad.

¿A quién quería engañar?

Estos días habían sido de completa crisis existencial. Tanto, que ni siquiera tenía ánimos para seguir molestando a Valentín. Si él supiera lo mal que estaba, seguramente cruzaría los dedos para que mi crisis durara toda la vida.

—Vamos, chicas, estoy bien —insistí—. El mal de amores no dura para siempre.

—¡Es cierto! —chilló Fabia, ignorando por completo las advertencias visuales de Bianca.

Seguro que Bianca ya estaba lista para volver a golpearla si decía otra estupidez.

—Deberías intentar conocer a un chico. Ya sabes, una aventura que te distraiga.

Ah, claro, porque esa era la solución mágica para el desamor.

Por alguna razón incomprensible —y completamente irritante— el rostro de Valentín apareció en mi mente. Eso me produjo un revuelo en el estómago que atribuí al exceso de cafeína y azúcar en mi sistema.

Sí.

Definitivamente era la Coca-Cola.

—No quiero saber nada de hombres heterosexuales —respondí con firmeza.

—Hablando de hombres heterosexuales… ¿Ya vieron al barman del bar de enfrente?

Los ojos brillantes de Fabia encendieron todas mis alarmas internas.



#87 en Joven Adulto
#806 en Otros
#313 en Humor

En el texto hay: romance, romance y humor

Editado: 03.09.2025

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.