Quiero un por siempre

5. Wyatt y Sydney

Wyatt

 

Estaba sentado en mi oficina, revisando los documentos que debía firmar para el nuevo proyecto de marketing. Desde que ascendí a Liam al equipo de Marketing como secretario de Rose, no me he arrepentido. Solo he recibido buenas críticas de Rose, así que no me sorprende que, para su retiro, esté recomendando a Liam como el nuevo director de Marketing. No había tenido mucho tiempo de conversar con Liam, tenía más relación con sus diseños que con él mismo. Pienso en Sydney, para quien tampoco he tenido tiempo y he estado escapando como un cachorro asustado.

Si había una persona además de Viola que podía leerme perfectamente, esa era Sydney. Jamás me consideré como una persona fácil de comprender, pero Sydney lo hacía ver y sentir tan fácil, no tenía que esforzarme para decir una palabra, porque ella estaba ahí para mí. Es por eso que sentía mortificación por haber cancelado nuestra cena, la noche en que finalmente nos pondríamos de acuerdo para darle fecha a nuestra boda. Esta mañana ni siquiera me detuve a desayunar cuando ya estaba eludiendo a Sydney.

En medio de mi mortificación, el teléfono fijo sonó, interrumpiendo mis pensamientos. La voz de mi secretaria se escuchó al otro lado.

—Dime.

—Señor, una mujer llamada Helen está aquí para verlo. Ella no tiene cita, pero insiste en que usted debe atenderla.

Alejo el micrófono de boca y resoplo antes de tomar una decisión de la que muy probablemente me arrepienta inmediatamente.

—Déjala pasar.

—De acuerdo—contesta Natalia entrecortadamente.

Tiene sentido su confusión, nunca acepto visitas sin una cita, no importa lo muy importante que sean. No acepté a Helen esta vez porque fuera alguien importante, por el contrario. Pretendía terminar con esto antes de que Sydney supiera de algo. No estaba dispuesto a permitir que mi madre volviera a ser ese agente devastador en mi vida. Nunca olvidé su mirada fría unos días después de que Peyton naciera, yo estaba en el poso más profundo al que jamás había llegado.

Mis pensamientos fueron interrumpidos cuando Natalia abrió la puerta, haciéndose a un lado para darle paso a mi madre. Helen entró a mi oficina y su pesada presencia me hizo sentir cansado, algo que no experimentaba con cualquier persona. Caminó altivamente mientras observaba mi oficina con apreciación, como si yo necesitara su aprobación. Ella ignoraba que estaba muy lejos de interesarme su opinión.

Se detuvo frente a mi escritorio, esperando que la invitara a sentarse, pero al cabo de unos segundos, cuando se dio cuenta de que no lo haría, Helen se sentó por sí misma mientras murmuraba con desprecio: "Tan grosero como siempre".

—Tienes 10 minutos para hablar—le advertí, revisando mi reloj de mano—. Tengo una reunión importante entonces.

Helen cruzó las piernas sobre su cartera roja y rodó los ojos.

—Que forma tan sutil de decir que cualquier cosa es más importante que tu madre.

No iba a caer en ese juego retorcido suyo, no iba a perder tiempo de nuevo. Si era dinero lo que quería, esta vez no lo iba a conseguir de mí. Cada año aparecía por eso, y solo se lo daba porque Allison me convencía. Allison sentía tanto aprecio por Helen como yo, pero ella sabía que con el dinero Helen se volvería a alejar. Era sorprendente que con el bufete de abogados que mi hermano mayor comenzó a dirigir desde el año anterior, no tuvieran suficiente dinero como para venir a pedir del mío.

—¿Hay una razón por la que no deba cambiar de opinión y pedirte que te vayas? —enarqué una ceja, mirándola finalmente.

Cuando la miraba no había nada cálido dentro de mí, como sucedía con Isabel, con Peyton y Allison, como con Sydney.

—Wagner ha muerto—anunció finalmente.

La noticia me dejó helado por un instante. Aunque intentaba aparentar indiferencia ante la muerte de mi hermano, alguien que nos trató a mí y a mi hermana Allison como si fuéramos un desperdicio de genes, no pude evitar sentir una extraña mezcla de emociones. Wagner era el primogénito perfecto, alguien que seguramente nació con la mayor carga genética de nuestros padres. Era tan frío y atípico como ellos, pero también sé que su carácter apático tenía todo que ver con las exigencias de nuestros padres. Siempre fuimos Allison y yo contra nuestros padres y Wagner, pero en ese instante no puedo evitar preguntarme cómo hubiera sido todo si hubiéramos sido, Allison, Wagner y yo contra nuestros padres.

—¿Cómo ha muerto? —pregunto.

—Accidente de auto—Helen se muestra tranquila mientras contesta, como si no le afectara en lo más mínimo la muerte de su hijo mayor, el que perdió 40 años de su vida intentando complacerla—. Volvía a New York de un viaje de negocios.

—¿Esto sucedió antes o después de tu llamada de ayer? —inquirí.

—Sucedió hace 2 días. Todavía estamos preparando el velorio. Tú y Peyton deben venir…

—¿No se te ocurrió decírmelo ayer? —corté.

Helen soltó una risa amarga y me miró con desprecio. Sus ojos, que habían envejecido prematuramente, reflejaban una mezcla de arrogancia y resentimiento.

—No me diste tiempo de decírtelo.

—Era lo primero que debiste decirme, no se trata de un anuncio sobre papas fritas, es la muerte de Wagner. Maldición.

Cuando me di cuenta de que me había permitido mostrarme alterado enfrente de ella, supe que Helen estaba ganando por la sonrisa que irradiaba en su rostro.

—Me sorprende que te afecte tanto, después de todo, tú y Allison nunca pudieron alcanzar su perfección y por eso lo odiaban.

Eso me causó verdadera gracia.

—No había otra cosa que sentir por Wagner que lastima.

—Él era el único que realmente llevaba la sangre de la familia. Tú y tu hermana siempre fueron una decepción—continuó con una voz cargada de rencor.

Me tensé ante sus palabras, no porque me afectaran a mí, sino porque sabía que, si Allison lo escuchaba, se sentiría mal con ella misma. Le costó mucho dejar la casa, aunque estaba feliz de hacerlo, ya que nuestros padres la amenazaron con borrarla de sus vidas.




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