Quiero un por siempre

8. Sydney

En la mañana nos dirigimos hacia la funeraria, mientras Wyatt conduce en silencio y yo permanezco de la misma forma, en los asientos de atrás, Peyton nos habla sobre una de esas anécdotas increíbles en la escuela, las risitas alivian el ambiente.

Mientras tanto, recuerdo cómo empezó esa mañana. Wyatt se levantó temprano, algo inusual para él, y preparó café. Mientras lo vi tomando café, ensimismado en sus pensamientos, lo tomé de la mano y lo llevé hasta el sillón para sentarnos juntos. Lo abracé, dándole de mi calor y haciéndole saber que estaré con él en todo momento. En algún momento nos miramos a los ojos todavía sin hablar. Había un atisbo de nerviosismo en su mirada, pero también de determinación.

Más tarde Peyton despertó. Luego de hablarle sobre su tío, Wyatt también le habló sobre sus abuelos, pero, aunque estábamos preocupados por cómo lo tomaría, ella asimiló la noticia de una manera admirable. Wyatt le explicó de la forma más sencilla posible, lo cual inicialmente la confundió ya que Peyton pensó de forma inmediata en Isabel, pero luego entendió y esa comprensión la hizo genuinamente feliz. Me llenó de alivio ver cómo la pequeña manejaba todo esto. Era un recordatorio de la resiliencia y fuerza que había heredado de su propio padre.

A pesar de saber todo lo que sé de ellos, mantenía la esperanza de que los padres de Wyatt, aunque distantes y fríos, pudieran mostrar cariño hacia Peyton una vez que la conocieran. Pero también sabía que Wyatt tenía sus razones para querer proteger a Peyton de ciertas influencias y experiencias dolorosas. Los temores y las esperanzas se entrelazaban mientras avanzábamos hacia la despedida de su hermano mayor.

La fachada de la funeraria tenía una presencia imponente, marcada por tonos oscuros y una arquitectura que evocaba algo ceremonial, casi como la sensación que causa una iglesia. Las columnas flanqueaban la entrada, con adornos delicados que intentaban suavizar la seriedad del lugar. Los vidrios esmerilados de las ventanas dejaban filtrar la luz tenue del interior, creando una atmósfera diferente de la que seguro hay adentro.

No recuerdo haber asistido a un solo evento fúnebre en mi vida. Todavía era muy pequeña para cuando mis padres murieron. Pero nunca creí que me encontraría con camarógrafos y periodistas congregados en la entrada, sus cámaras listas para capturar cualquier movimiento. Supuse que Wagner debía haber sido un abogado famoso, por la atención mediática que estaba atrayendo su funeral. Luego de estacionar el auto, Wyatt tomó a Peyton en sus brazos, sujetó mi mano con su mano libre y comenzó a caminar hacia la entrada. Creí que los periodistas estaban aquí por Wagner, pero por lo rápido que se olvidaron del difunto y nos atacaron con preguntas crueles, supe que ellos estaban aquí por Wyatt, por nosotros.

De repente, entre todas esas personas y rostros desconocidos, mi mirada se detiene en una mujer que me resultaba familiar. Tenía el cabello rubio y los labios rojos, vestía un traje elegante negro y sus ojos penetrantes me observaban fijamente. Sin embargo, no lograba recordar de dónde la conocía.

—Sydney, ¿cómo se siente ser la ganadora de toda la fortuna Powell? ¿Cómo se siente haber destruido a las demás participantes? —me pregunta la periodista rubia cuando se acerca lo suficiente a mí.

Eran palabras crueles e inexactas, así que decidí no responder. No iba a alimentar esa negatividad, fue suficiente lo que sufrí el año pasado, y esta vez no iba a dejar que nadie intentara hacerme sentir inferior de nuevo. Decidí no decirle nada a Wyatt una vez que un grupo de guardias nos escoltó el resto del camino a la entrada. Lo que más importaba hoy era el duelo de la familia de Wyatt. Esto no se trataba de mí.

Adentro nos encontramos rápidamente con Isabel, la mujer se ve esplendida con su vestido negro manga corta que le llega hasta debajo de las rodillas, combinado con unas sandalias plateadas. Desde que me mudé con Wyatt, he vestido a Peyton para casi todo evento o lugar al que asiste, esta vez no fue la excepción. Agradecí haber tenido la intuición de vestirla de forma elegante, y de la elección de mi propio vestido negro, ese que Allison me regaló en diciembre. Nunca creí que la primera vez que lo usaría sería en una situación como esta.

—Quisiera decir que estoy feliz de verlos aquí, pero eso sería muy grosero, ¿verdad? —Isabel bromea, guiñándonos un ojo—. Bueno, no hay que desaprovechar las oportunidades.

Se encoge de hombros y nos da un abrazo, pero es Peyton quien se queda pegada a la mujer como de costumbre.

—¿Cómo te ha ido viviendo con Wyatt en su torre de la oscuridad? —me pregunta Isabel, acariciando la cabecita de Peyton, la niña se sujeta a su pierna.

Wyatt frunce el ceño.

—¿Por qué mi apartamento es una torre de la oscuridad?

Isabel y yo nos reímos al mismo tiempo. Yo sé perfectamente a lo que se refiere.

—Creo que Sydney coincide conmigo en que quizá deberías remodelar la fortaleza de la soledad.

Asiento con mi cabeza cuando Wyatt me mira.

—Yo también quiero remodelar, papi—dice Peyton, dando saltitos para ser tomada en cuenta.

Wyatt nos mira a las tres con perplejidad, finalmente sonríe.

—Podemos hablar sobre eso en una cena también.

—¿Cómo lo hemos hecho con la fecha de nuestra boda? —me río.

Isabel abre los ojos estupefacta.

—¿Todavía no han elegido una fecha? —se acerca a Wyatt y lo pellizca en el brazo.

—Auch, ¿por qué fue eso? 

Peyton se ríe.

—Papi va a llorar.

—Mueve ese trasero a elegir una fecha y cásense—le advierte Isabel, señalándolo con un dedo.

—No ha sido algo fácil, la verdad—intervengo—. Ambos hemos estado ocupados.

—No necesitan a nadie más que a ustedes para casarse, incluso podrían hacerlo después de salir de aquí—Isabel disimula mientras mira con desagrado hacia las personas que caminan a nuestro alrededor—. Quizá así podrán deshacerse de las malas vibras en este lugar.




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