Alexandra.
Leí minuciosamente el informe que mano negra me había entregado.
Duncan Salvatierra, 30 años de edad, dueño de una empresa distribuidora de carne, millonario desde la cuna, y futuro padre.
—Muy bien. Mano negra, nunca me depcionas.
La chica sonrió mostrando sus perfectos dientes.
—Esta información no te saldrá nada barata, Alexandra.
Esta mujer ni porque es mi mejor amiga puede hacerme un favor.
—¿Qué deseas? -en cuanto verbalice estas palabras, ella sonrió.
Y esa sonrisa me dió entre ver lo que ella quería.
—Que no sea nada fuera de lo común, Anastasia.
—¿Una cita con Jeff, se considera fuera de lo común?
Sonreí sin poder evitarlo.
—No, más bien lo puedo colocar en el renglón de lo más fácil que me has pedido.
Anastasia enarcó una ceja, tras escuchar estas palabras.
—Entonces te pediré algo que no puedes conseguir.
—A ver, ¿que es lo que deseas?
—Quiero que logres pactar una cita con Alexander Salvatierra.
—¿Para qué quieres una cita con ese hombre?
Mi mejor amiga se le cristalizaron los ojos antes de responder.
—Quiero cumplir el sueño de mi hermano. -inquirió ella con la voz totalmente rota.
Sin dudar me levanté de la silla para abrazar a mi chica.
—¿Te vas a reclutar al ejército?
—Si. Lo hare, por Mark.
—Te prometo que te conseguiré esa cita con Alexander Salvatierra. -Anastasia sonrió.
—Hay algo que no te he dicho Alex… -Ana acotó estas palabras, y yo por mi parte me encargué de fruncir el entrecejo.
—¿Qué sucede?
—Existe la posibilidad de que tu hermana no muriera en ese cuarto de hotel, aquella noche.
Esas palabras me cayeron como un balde de agua fria.
—Pero, papá dijo que la encontró desangrada en aquella habitación de hotel.
—Lo se. Por esa razón es que me parece extraño.
—¿Ana, podrás seguir indagando por mi?
—Si, Alex. Y de una vez por todas debería sabes que mientras yo viva tendrás a mano negra siempre de tu lado.
—Te quiero, Ana.
—Yo también te quiero, Alex. Aunque he de admitir que a veces colmas mi paciencia, pero aún con toda la valija de cosas que te cargas, te quiero.
—Eso es lo más hermoso que me has dicho, dulce y tierna mano negra. -pellizque sus mejillas luego de comentar estas palabras.
—Alex, ¿que pensaran mis enemigos si se enteran que soy débil contigo?
—Nada.
—¿Nada? Si mis amigos de la red oscura se enteran sere la burla de todos, incluyendo enemigos y a mis colegas hackers. -golpee levemente el brazo de Anastasia, y ella se encargo devolverme el golpe inmediatamente. —Mis enemigos no me tomará en serio cuando los amanece con hacer colapsar todo a su alrededor.
—Deja tu drama Ana, y dime donde se encuentra ese maldito hombre.
Anastasia soltó un suspiro cansado.
—Este maldito juego tuyo, me va a volver totalmente loca.
—¿Me dirás, si o no?
—Solo me utilizas…
—Deja el drama, porque disfrutarás a millares cuando tenga a Jeff encima de tí, metiendotela toda, hasta el fondo. Y bien duro.
Ana se le calentaron las mejillas luego de escuchar estas palabras.
—¿Alex, cuando sera el momento exacto en el que aprenderás a tener un poco de filtro?
—Quizas, nunca. -respondí de manera obvia.
—Dios mío, iluminame, por favor.
—¿Me dieras donde esta ese hombre si o no?
Ana suspiro para después teclear en su portátil con rapidez.
—Él se encuentra en el cementerio que esta a dos manzanas de aquí.
—Genial, expendido. -manifeste para después colocarme sobre mis pies.
—¿Qué harás con esa información?
—Voy a presenciar el deceso de esa maldita rata de alcantarillado con mis propios ojos.
Anastasia abrió sus ojos como platos.
—¿Qué hiciste?
—Le coloque una bomba en el auto, así que a ese maldito le queda exactamente -coloque mis ojos en mi reloj de secundera. —Cuarenta minutos de vida.
—Alex…
Me encargué de interrumpir Anastasia antes de que empezara con la sarta de cosas que tenía por decirme.
—Quiero que esta noche me acompañes a celebrar la muerte de esa maldita escoria.
—Alexandra…
Volví a interrumpirla.
—Nos vemos esta noche, cariño mío…
Me apresure en salir de la guarida de Anastasia, antes de que ella se le cursará por en la cabeza tratar de aconsejarme sobre mis actos.
Cuando salí del lugar, la brisa fresca golpeó mi cuerpo con violencia, lo cual me obligó a meter las manos en los bolsillos de mi abrigo, para después empezar andar.
—Te extraño Itzel. -confesé mientras caminaba, y la nostalgia embargó por completo mi cuerpo. —Nada es lo mismo sin tí, ya la casa no tienes la alegría que le dabas, mamá y papá se tratan como desconocidos y yo… yo… estoy sumida en una profunda tristeza, porque te marchaste… ¿Por qué tuviste que irte? ¿Por qué dejaste el peso de todo, sobre mis hombros?
Seguí mi camino sumida en mis pensamientos, y justo cuando iba entrar en el campo santo escuché una voz detrás de mí.
—Señorita.
Gire sobre mis pies, y mi sorpresa no se hizo esperar al ver a Mauro.
—¿Mauro, que haces aquí?
—Viene a visitar a mi hijo. Y usted si no me equivoco, viene a visitar la tumba que le hizo a su hermana.
—No te equivocas Mauro. -Mauro desvío sus ojos. —¿Mauro, que paso esa noche? ¿Tú, alcanzaste a ver el cuerpo de Itzel? ¿Qué hizo mi padre con el cuerpo de ella? Dime algo, dime algo aunque me duela.
—Alex.
—¿¡Habla…!? -exclame y posteriormente di un paso hacia él. —Habla, aunque me lastime. Dime la verdad aunque la herida que llevo dentro empiece a sangrar, dime por lo menos que él le dió cristiana sepultura.
—Alex… lo siento.
Fruncí mi seño luego de escuchar estas palabras de parte de Mauro, y como era de esperar él se marchó de prisa.
Algo Mauro oculta. Y yo ese algo a como de lugar lo averiguaré.
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Editado: 03.10.2024