¡ Quiero una heredera! [#4 de la saga Heredero]

Capítulo 7: Alexander Salvatierra.

Alexandra.

-¡Sueltame maldito Salvatierra del demonio...!

-No te voy a soltar.

-¡Te voy a matar Duncan, te voy a arrancar la piel...!

-No soy Duncan, soy Alexander Salvatierra y desde hoy eres mía.

Abrí mis ojos como platos luego de escuchar esa confesión.

Me equivoqué de persona. Trate de matar a un hombre inocente pensando que se se trataba de Duncan Salvatierra.

Con esto se puede decir que fracasé como asesina a sueldo.

Joder. ¿Por qué no busque una foto de ese fatal antes de acudir a matarlo?

Tonta.
Tonta.
Bruta...

Me recriminé.

Esta situación me ha dejado seca, y sin poder moverme.

-Alexander Salvatierra. -susurre sin poder creer en las palabras que él me había dicho.

-El mismo que te desviste y te folla, diablita.

El muy desgraciado sonrió y esa estúpida sonrisa causo en mi una revolución.

Bueno, por lo menos no me folle al hombre que llevo a mi hermana a la muerte.

Punto para mí.

-Por si se te olvida, tengo piernas.

-Se que las tienes porque esas hermosas piernas se enroscaron en mi cintura cuando tuvimos nuestro que ver.

-¿Tanto te gusto el sexo conmigo?

-¿Tú que crees?

Abrí mi boca para responder, pero la señora vestida de cordero compareció ante nosotros.

-Señor.

Le brinde una mirada fulminante.

Ella me la va pagar, juro que así será.

-¿Dime Vic?

-Quiero tomar mis ansiadas vacaciones.

-¿Por qué justo ahora?

-Porque ya usted tiene a quien le cocine, lave su ropa, y lo complazca en todo lo que desea.

Enarque una ceja luego de escuchar esas palabras.

-Es cierto, Victoria. Puedes tomarte tus ansiadas vacaciones...

La mujer sonrió con malicia.

Ella aparenta ser una cierva de Dios, pero en realidad es cierva del mismo diablo.

Ella viene del mismo lugar donde vengo yo.

Victoria es una discípula de satanás, al igual que yo.

-Espero que su mujer, cumpla muy pronto sus deseos señor.

-Yo no cumpliere ningunos de los deseos que él tenga.

Me removí entre los brazos de él. Esperando que Alexander me soltará, pero lo único que logre fue que él me apretara más hacia él.

Malditos músculos.

-Cumplirás todos y cada uno de mis deseos diablita.

Fulminé a Salvatierra.

Genial, Alexander era lo que me faltaba para adornar el enorme y desastroso pastel la que llamo vida.

-Vete al mismísimo infierno con todos y tus deseos, porque yo no cumpliere ninguno de ellos.

Victoria soltó una gran carcajada.

-Ustedes son tal para cual.

-Y usted es una...

Antes de que pudiera arremeter contra ella Salvatierra coloco una de sus manos en mi boca.

Peor con lo que él no contaba era que lo mordiera aplicando toda mi fuerza.

-Mujer del diablo... -susurró mirándome mal.

-Bien merecidos lo tienes por evitar que le diga sus verdades en la cara a esta... señora. -mire mal a Victoria.

Y ella me guiño uno de sus ojos.

-Muy pronto me lo agradecerás diabla vestida de prada.

¿Yo agradecerle que me drogara con un café? No creo que pueda darle las gracias nunca en mi bendita vida.

-¿Puedo agradecerle su bondadoso gesto mandándola al mismísimo infierno?

-Acepto todo tipo de intento de asesinatos. -se mofó ella mientras sonreía.

Será... ¡Ah!

-Victoria no tiente a la muerte...

-Esa mocosa no me da miedo Alex.

-Deberia causarte miedo porque de cortarte las manos, no voy ni de aquí a la esquina.

-¿Te acompaño a la esquina?

¿Será que tengo la cara de payaso y no me he dado cuenta? Porque esta cierva del diablo todo lo que digo se lo toma a chiste.

-Victoria, no la provoque más porque usted se marchó y yo tendré quedarme con la leona fuera de la jaula.

-La tienes fácil Salvatierra... dejame marchar.

Alexander enarcó una de sus cejas para luego negar.

-Me pediste que te follara, así que eso te convierte en mi mujer. Y no existe nadie que me haga pensar lo contrario, así que te callas y haces el papel de mujer cachonda que muere por estar al lado de su macho, Alexandra Kemers.

-¿O si no qué?

-Tendré que darte una buena dosis de sexo para que se te entre en la cabeza que eres mi mujer.

-Necesito más que sexo para atarme a tí. -respondí con altanería.

Alexander sonrió.

-Con una buena racción de sexo bien hecho tienes. Así que no intentes hacerte la dura, porque conmigo no te va a funcionar.

-Espero que si llegan a tener una niña no sea como la dama, pero si sale como ella, nos va llevar el mismo diablo.

¿Darle una niña a este troglodita? Ni en mis más locos sueños.

Antes de que pudiera decirle una sarta de cosas a Victoria, Alexander empezó a caminar hacia las escaleras.

-Yo no te dare ninguna niña, engendró.

-Pondre mucho empeño en hacerte una preciosura.

-¡Que no...!

-¡Que sí...!

-No...

-¡Sí...!

Golpeé con fuerza el pecho de él, pero como era de esperar el muy cabron ni se inmutó.

-Procura dormir con la puerta cerrada porque ire a matarte.

-Estare esperando con gusto tu coño mojado, bruja.

-Bruja tu madrina.

-La tuya. -respondió mientras sonreía. -En tanga.

Sin poder controlarme solté una pequeña carcajada.

-La tuya en cuatro...

Alexander negó.

-Bruja, respeta a mi pobre madrina.

-Tú empezaste, así que te jodes.

Alexander abrió la boca para hablar pero fue interrumpido por el mastodonte.

-Alex, cuidate porque esa vieja es más ponsoñosa que una araña.

Ponsoñosa, su puta.

-Martín, deja a mi mujer en paz.

-Esto eres un pinche hijo de tu madrina.

El estupido troglodita bajo las escaleras con rapidez hasta estar dos escalones de nosotros.

-Me voy al ejército porque si me quedo un segundo más aquí terminaré bollando en la piscina y esa desgracia sera culpa de tu queridísima mujercita.




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