¡ Quiero una heredera! [#4 de la saga Heredero]

Alexander Salvatierra: Entre petalos y espinas.

Alexander.

Escuchar Alexandra defender a mis hombres con tanta fiereza, me lleno el corazón de regocijo.

Y además de regocijo esas palabras causaron un corto circuito en mí.

¿Se puede sentir excitación con solo escuchar un par de palabras?

Porque yo me excite de una manera impresionante.

¿Todavía te sorprendes de que esas palabras te lograran excitar Alexandra? Cuando con solo recordar el rostro de la diablita te empalmas. Perrería inquirió estas palabras a mi no me quedo más que darle toda la razón.

—NO PERMITIRÉ QUE NADIE NI NADA LASTIMÉ A MIS HOMBRES… AQUÍ ESTOY PARA DEFENDERLOS, ¡AQUÍ ESTA SU SEÑORA…!

Los vellos de mi cuerpo se erizaron por completo al recordar esas palabras inquirida por Alexandra.

Y me fue imposible no inflar mi pecho con orgullo.

Mi señora.
Mi dama.
Mi mujer.

La diabla volvió a disparar hacía el hombre y en esta ocasión la bala impacto su pierna derecha.

—Diego encargate de sacar a estas basuras de casa y por favor asegúrate de que no vuelvan a pisar la casa.

El guardián asintió y antes de llevar a cabo el mandato de Alexandra, Diego la observó con notable orgullo.

Alexandra al defender a mis hombres, se gano el respeto de ellos.

—Señorita, su padre dijo…

—Digale a mi padre, que no soy ninguna princesa para que él tenga que enviar a sus súbditos a rescatarme.

—Pero…

—Si no quieres recibir una bala en la cabeza, cállate y desaparece de mi vista.

Observé fijamente Alexandra y fue imposible para mi mirarla con orgullo.

Esa pequeña diabla es perfecta para ser la dueña y señora de mi hogar y corazón.

Diego se apresuró a levantar al herido del suelo para después empezar arrastrarlo.

El compañero del hombre se colocó sobre sus pies, y sin pensarlo empezó a caminar hacia la salida.

Di un paso hacia Alexandra pero al recordar que estaba armada y cabreada, pare en seco.

Es mejor quedarme donde estoy para evitar cabrearla y buscar mi prematura muerte.

Pero al parecer esa idea se fue tan rápido como vino, porque mano negra llamo la atención de Alexandra.

—Alex.

—¿Dime?

—Ahora que tienes un arma entre tus manos, ¿puedes por favor colocar Alexander Salvatierra en el lugar en el que merece estar?

Este momento es excelente para inquirir la famosa frase que decía don Ramón del chavo del ocho: “Me lleva el chanfle”

Le brinde una mirada fulminante a mano negra, y la muy desgraciada sonrió mostrándome sus dientes.

Alexandra coloco sus ojos en mí y no dudo en levantar el arma contra mí.

—¿Dónde te gustaría que te dispararé Salvatierra?

—Alexandra… -susurre mientras que la miraba fijamente.

—¿Dónde quieres la bala? -Alexandra tras verbalizar esta pregunta sonrió.

—Depositalá donde más te plazca.

La diabla luego de escuchar esas palabras bajo su arma.

—¿Qué pasa Alex?

—Este idiota no vale la pena que yo gaste una de mis precisadas municiones en él.

Me atreví a enarcar una ceja.

—Pense que tenías deseo de matarme diablita.

—No me tientes energúmeno, porque puedo cumplir tu deseo de enviarte al más allá sin boleto de retorno.

—Si estas cumpliendo deseos de gratis, me encantaría que me enviaras a un paraíso en el caribe, sin boleto de retorno… pero contigo. ¿Qué dices Alexandra? ¿Me puedes cumplir el deseo?

Mano negra codeó Alexandra y como era de esperar mi pequeña diablita sonrió con burla.

—No tientes tu suerte Alexander porque puedes salir gravemente afectado, pequeño demonio.

—Deja de estar amenazándolo y dale a mi vida un poco de acción.

—Callate, porque no respondo. -inquirí y estas palabras al parecer no le gustaron a mano negra. Porque entrecerró sus ojos y me brindo una mirada fulminante.

—Anastasia…

—Deja de ser quisquillosa, si quieres que este energúmeno te ayude a entrar en el ejercito.

¿Ayudar a esta demente a entrar al ejército?

—Este idiota no puede negarse ayudarme a ingresar porque en el ejercito necesitan mis habilidades tecnológicas.

Esta mujercita tiene los humos por encima de la cabeza.

Y a mi a las personas así me encanta colocárselos por los suelos.

—En el ejercito no necesitan tus habilidades, así que puedes estar tranquila demonia.

Mano negra palideció luego de escuchar esas palabras.

Y yo en el fondo me sentí excelente al presenciar eso.

—Alexander…-susurró la pequeña diabla.

—¿Qué deseas, mi reina?

—Deja tu payasadas, de una vez por todas. Y deja de asustar a mi amiga.

—Tu amiga fue la que se buscó que decidiera no ayudarla.

Mano negra me mostró su dedo medio.

—Jodete, Salvatierra de mierda.

—Anastasia, por el amor de Dios. Callate.

—A tu amiga ya no le sirve guardar silencio porque no la ayudaré de ninguna manera.

Alexandra dió un paso hacia mi, y se colocó ante mi mientras me miraba fijamente.

—Si no quieres que en este preciso momento te tumbe todos los dientes, prometerás ayudar Anastasia entrar al ejército.

Esas palabras en vez de intimidarme causaron en mi, gran excitacion.

Maldita mujer.
Y maldito sea lo que causa en mi traicionero cuerpo.

—¿Qué me daras a cambió, diablita?

Ella se encargo de enarcar una de sus cejas.

—Lo que te puedo darte es un buen guantazo, por lilipendo.

—Elige bien diabla porque la entrada de tu amiga al ejercito puede ser decisión mía.

Tanto Alexandra como mano negra se miraron de reojo.

—¿Por qué mejor no me das la cosita aquella que me pone contento? -di un corto paso hacia ella. —¿Qué dices de que nos vallamos a la estancia a darnos un poco de cariño?

—Claro, ¿por qué no?

Enarque una ceja y posteriormente sonreí.

Ella aceptando tan fácil una propuesta indecorosa… eso está más que raro.

Antes de que pudiera verbalizar alguna palabra más, Alexandra le extendió el arma a la pesada de mano negra.




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