Alexandra.
Mientras más recordaba lo que mi padre había hecho, más me dolía.
—Alex. -escuche la voz de mi madre penetrar en mi oído y me fue inevitable no derramar más lágrimas.
¿Por qué todo tenía que terminar así?
¿Por qué de un día para otro nuestra unión familiar se volvió una pura mierda?
¿Por qué él nos daño?
Tengo tantos por qué, pero estos lastimosamente no tienen respuesta.
Abrace con fuerza el cuerpo de Alexander, mientras lloraba.
Porque de alguna inexplicable razón el abrazar su cuerpo lograba que me sintiera un poco mejor.
—Diablita. No me gusta verte llorar.
—A-alex -murmure entrecortada.
—Ponte de pie, retamé, gritarme, amenazamé con rebanarme el cuello, pero deja de llorar Alexandra.
Detuve mi llanto después de escuchar esas palabras.
Alexander tenía toda la razón, porque por más que llorara no podría cambiar lo que ha sucedido, así que es mejor volver a ser la diabla, quedarme llorando con las rodillas en el suelo, mientras abrazaba Alexander con fuerza.
Por más que llorará no podría cambiar el daño que mi padre nos habia caudado.
—Alexandra, hija.
Deshice el abrazo que mantenía mi cuerpo unido con Alexander, y con enojo me limpie las lagrimas.
—Alexa…
—Estoy bien mamá. -inquirí y posteriormente me coloque sobre mis pies.
Y Alex copió mi acción.
—¡Esa es la mujer que llego a mi casa a matarme…!
—¿Qué hiciste qué…?
—Idee un plan para acabar con el hombre que desprecio a Itzel, así que, entré a casa de Alex pensando que se trataba del hombre que había lastimado a mi hermana. Y en varias oportunidades estuve a punto de matar a Alexander, pero él es más ágil que yo, así que se salvo de milagro. Fin de esta triste historia mamá.
—¿Alexandra, estas mal de la cabeza?
Me encogí de hombros.
—Quizas sí madre, porque para ti desgracia has presenciado con tus propios ojos que mi padre no esta muy bien que digamos, así que existe la posibilidad de que tenga varios tornillos flojos igual que él.
Mamá hizo una mueca, luego de escuchar esas palabras.
—Pierda cuidado suegrita, porque ya he dominado a la diabla que su hija lleva dentro, así que ahora le prometo que ella destilara amor por todos los poros de su cuerpo.
—¿Suegrita?
—Madre… te presento Alexander Salvatierra.
—Su hombre. -Alexander inquirió estas palabras y poco después extendió su mano derecha hacia mi madre.
Mamá enarcó una de sus cejas mientras sonreía. Y un segundo después tomó la mano que Salvatierra le ofrecía.
—Mucho gusto Alexander.
—El gusto es mío, señora. Aunque esta no es la forma en la que imaginaba conocerla.
—Mamá, ¿dónde te quedaras?
—Hija, ¿se te olvidó que tengo una cuenta de banco con muchos dígitos e innumerables ceros?
—No necesariamente usted se tienen que ir a vivir a un hotel, suegra. Porque es bienvenida en nuestra casa.
¿Nuestra casa?
¿Qué rayos esta sucediendo?
—No me gustaría molestar.
—Estoy cien por ciento seguro de que su presencia no molestará en casa.
Antes de que mi madre pudiera hablar escuchamos varios disparos.
—Es mejor que ahuequemos el ala porque por lo visto el diablo anda suelto y quiere encontrar una alma a quien llevar al mismo infierno.
—Alexandra, a pesar de todo el sigue siendo tu padre.
Esas palabras lograron confirmar que, mi madre a pesar de todo lo que habia hecho mi padre no le guarda ningún tipo rencor a mi padre.
El amor, en algunos caos puede ser un arma de doble filo.
Caminé hasta estar frente a mi madre, y sin esperar extendí mi mano izquierda hacia ella.
—Vamos, mamá…
—Vamos, Alex.
Mamá sonrió levemente despues que aceptó mi mano.
—Les prometo que encontraré a Itzel.
—Si logras dar con ella te dare algo muy gratificante Salvatierra.
—Espero que lo gratificante sea la noticia de que me daras la niña que tanto deseo.
Coloque mis ojos en mi madre y ella no dudo en hacer una mueca.
—¿Quieres muchos hijos, Alexander?
—Si, suegrita. Quiero por lo menos cinco niñas volviéndome totalmente loco.
Mamá me lanzó una mirada fugas antes de suspirar.
Yo por mi parte agaché mi cabeza y solté un suspiro.
Me duele no poder cumplirle el sueño Alexander.
Duele saber que nunca más podre gestar una vida dentro de mi interior.
—Lo lamento Alexander. -murmure para mi.
Pero al parecer mi madre me escuchó.
—No es tu culpa hija, nada de lo que ha pasado es tu culpa.
—No puedo cumplirle, mamá. No puedo.
(***)
Una vez en casa, con mi madre instalada en la habitación me permití salir al jardín a tomar un poco el sol. En compañía de mis pequeños discípulos, Alex y Xander.
Lancé la pelota hacia mis pequeños, y sonreí al ver a los dos perros pelearse por la pelota.
—Alex…
Esa voz.
Alce mi cabeza y cuando mis ojos se colocaron en el hombre abrí mis ojos como platos.
—Louis. -murmure entre dientes.
—Volvi por tí, Alex.
Antes de que pudiera responder escuché la voz de Anastasia.
—Alex, ¡Alex…!
Louis sonrió para después desaparecer por arte de magia.
¿Será que me estaré volviendo loca?
No creo, porque sentí que fue tan real.
—¿Alex, que te pasá?
Sacudí mi cabeza, para volver a la realidad.
—Nada. No sucede nada. -Anastasia frunció el entrecejo. —Ahora dime, ¿qué sucede?
—Creo que Alexander tiene algo preparado para tí, en su despacho.
—¿De verdad?
—Si, mujer.
Me coloque sobre mis pies y sin dudar empecé a caminar hacia la entrada de la casa.
¿Qué sera lo que Alexander tiene preparado para mí?
Apresure mi paso porque la curiosidad me estaba matando.
Solté un pequeño suspiro cuando estuve en la puerta del despacho.
Y tras pasar un segundo después abrí la puerta, y lo que me encontré allí me logró sorprender.
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Editado: 03.10.2024