¡ Quiero una heredera! [#4 de la saga Heredero]

Alexander Salvatierra: Verdad.

Alexander.

Sentí un mezcla de miedo entre desesperación al ver a Alexandra inconsciente en plena puerta.

Y también por el otro lado se encontraba Martín.

¡Que Dios se apiade de mí…! Porque con estos dos juntos nada puede salir bien.

Coloque Alexandra en nuestra cama con bastante delicadeza.

Y la observé fijamente por un segundo.

¿Ese desmayo sera la prueba que confirme lo que sospechó?

Existe la posibilidad de que Alexandra este gestando en su interior a mi heredera…

Sonreí luego de que este pensamiento surcara mi cabeza.

Pero dicha sonrisa nse borró luego de escucharla voz de un hombre.

Gire mi cabeza y me encontré con la figura de un hombre que claramente no pertenecía a mi grupo de hombres.

Me puse en alerta rápidamente, de la pretina de mi pantalón saque el arma que tenía escondida y sin dudar le apunte al hombre.

—¿Qué quieres…?

—Lo que yo quería Alexandra ya me lo dijo.

¿Qué?

—¿Quién eres?

El hombre dió un paso hacia mi.

—Yo soy el pasado de Alex, yo fui du primer amor, su primer hombre, y confidente.

Entrecerré mis ojos y apreté el arma con fuerza.

Ganas no me faltan para vaciarle el arma en el cuerpo.

—Pero tres años después, perdí mi lugar porque tú te encargaste de ocuparlo, Alexander Salvatierra. Tú eres el hombre al que ella ama.

¿Alex me ama?

¡Oh, por Dios…!

Mi sexi diablita me ama…

Eso es algo que hay que celebrarlo.

—Yo perdí el amor de Alex, por estar metido donde no debía, la perdí por tonto y ambicioso -el hombre coloco sus ojos en mi diablita. —Por ser quién soy…

—¿Quién eres?

—Soy Louis Ferreti, el escorpión dorado.

Abrí mis ojos como platos.

—Eres…

—Soy el cabron que buscan todas las agencias de policías, un maldito mafiosos preso en este mundo de mierda.

—No dejare que te lleves a mi mujer. Primero tendras que matarme para llevártela de mi lado.

—No tengo pensado apartarla de tí, Salvatierra. -solte un suspiro. —Más bien, comparecí ante tí para pedirte que la hagas inmensamente feliz, dale todo lo que yo en su momento no pude darle, y por favor nunca lastimes.

—Yo…

—Pobre de tí si me entero que ella derramo sus preciadas lagrimas por tú culpa… -el mafioso amenazó con voz dura. —Porque pagaras bastante caro el haberla lastimado.

—Te prometo que no lastimare Alexandra.

—Más te vale porque en mi arma tengo una bala con tu nombre y apellido, si la llegas a lastimar.

Rode mis ojos tras esta declaración.

Sí, como no.

Alexander cuida nuestra integridad por el amor de Dios… ¿Es que no vez que este tipo es un mafioso buscado por todas las agencias de policías? ¿Es que no te queda bastante clara la palabra criminal? Porque si ese es el caso yo te puedo dar una lista de adjetivos calificativos, con mucho gusto.” Conciencia tomó posición de mi mente por un momento, y todas las palabras me parecieron totalmente acertadas.

“Deja de aconsejar conciencia, porque este marchó esta próximo a tomar el tren de ida pero sin la vuelta incluida, al paraíso de los desvividos. Es mejor que Alexander cuide su Macario, porque los infartos estan a la vuelta de la esquina, y me dicen ellos que son fulminantes y que tienen el poder de hacerte ver todas las estrellas, con un solo dolorcito.” Pesimismo apareció en escena vestido de gala y tenía entre sus manos su infaltable puro.

Todo estara bien querido Alexander, sólo tienes que recordar que perro que ladra no muerde. Y ese perro mafioso, solo te esta echando los toros al corral. Así que tú, desnudate, y sube las patas en la mesa. Cierras los ojos y deja que el aire le de a tus hermosas bolitas.” Ironía hizo acto de presencia en la discusión y como siempre no dudó en destilar su veneno.

—Salvatierra…

Volví en sí, luego de escuchar la voz del escorpión dorado.

—¿Sí?

—¿Qué clase de militar eres?

—Soy de la clase que Alexandra ama.

El mafioso rodó los ojos luego de escuchar esas palabras.

¿Qué culpa tengo yo, de que Alexandra me ame a mí?

“Sigue, Alexander… sigue tentando a tu suerte, y puede ser que muy pronto tu Macario sufra todas todas las constancias por el tremendo infarto que te va a provocar el tremendo mafioso. Consciencia volvió a llamarme la atención.

Y como era de esperar ironía volvió hacer de las de ella.

No creo que exista la bala que el mafioso dijo que tenía grabado tu nombre, así que, siéntate a ver como como las palabras de ese mafioso pasan inadvertidas. Ironía sonrió levemente.

Sacudí mi cabeza y tras hacerlo escuché la voz de Martín.

—¡Alexander…!

—Estas advertido, Salvatierra…

—Como digas…

Tras darme una mirada reparadora el mafioso se apresuró a salir de la habitación antes de que Martín entrara por la puerta.

Guarde mi arma de fuego, antes de que Martín entrara. Luego gire mi cabeza hacia Alexandra, y no dude en alzar mi mano para acariciar su rostro.

—Eres hermosa, diablita. Y lo mejor de todo es que eres totalmente mía.

—¡Alexander…! Esa loca que escogiste como mujer estuvo a punto de mandarme al mundo de los desvividos… esa loca del demonio me odia tanto que me quiere ver muerto… ¡muerto…!

Me obligué apartar mis ojos de la belleza que tengo por mujer.

—Martín, lo bueno es que te le zapateaste a la muerte así que deja el drama…

—¿Drama…? ¡¿Estar a punto de ver la luz es ser dramático?!

—Martín…

El mencionado formó sus manos puños, y posteriormente negó con la cabeza.

—Te pido por favor que dejen no provoques Alexandra…

—Ahora resulta que yo soy quien vivo provocando a esa… mujercita.

—Si bien recuerdo fuiste tú quién lanzó el primer bazucazo de guerra así que no te hagas el tonto.

—Alex… a mí es a quien deberías expiar de toda la culpa no a tu diabla vestida de prada.




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