¡ Quiero una heredera! [#4 de la saga Heredero]

Capítulo 17: Ángel, sin alas.

Alexandra

Dos bebes.
Dos bebes…

—Alexandra.

Dos bebes.
Dos, hijos.

—Alex…

Obvié la voz de Alexander porque me encontraba flotando en un mundo paralelo.

Gesto a dos bebes en mi vientre.

Mis ojos se cristalizaron y no dude en derramar las lagrimas.

Luego del terrible accidente en el que perdí a mi primer hijo, pensé que nunca volvería a gestar en mi interior una nueva vida, pensé que me quedaría sentir los movimientos y patadas de un bebé, pero ahora Dios me ha regalado dos hijos, dos criaturas a las cuales sentir en mi interior, a las cuales ver crecer cada día dentro de mí.

—Alexandra. -Alexander se encargó de sacudirme levemente, y tras él hacerlo, coloque mis ojos en él.

—Dos… bebés.

—Sí, cariño. Tendremos dos bebés.

Posterior a estas palabras Alex me abrazó con fuerza y me fue imposible contener el llanto.

—Gracias por llegar a mi vida, Alex. Gracias por darme lo que siempre anhelé tener. -él susurro estas palabras en mi oído. —Te quiero.

Y un segundo después Alex dejo un beso en mi cabeza.

—Las medidas y el peso de los bebés son las ideales para las semanas de gestación que tienen. Sus hijos están en perfecto estado.

—Gracias Doctor.

—Les imprimiré la imagen.

Alexander me abrazó con fuerza, mientras que yo no podía dejar derramar lágrimas.

Mis niños.
Tendré dos niños.

—Alex, cariño deja de llorar porque eso no le hace nada bien a nuestros hijos.

—Son dos bebés.

—Sí, mi amor. Tendremos dos bebés.

En medio del llanto sonreí. Y coloque una de mis manos en mi vientre.

—Los cuidare con mi vida, bebés.

—Tú los cuidarás a ellos y yo te cuidaré a tí, con mi vida.

Le brinde una gran sonrisa Alex, a lo que él me la devolvió sin dudar.

Sin duda alguna agradezco haberme equivocado porque gracias a esa equivocación conocí Alexander.

Conocí a ese hombre maravilloso, al hombre que me hizo volver a querer después de tres años de puro sufrimiento.

—Te quiero, Alex… -susurre en voz baja.

—Te quiero Alexandra, te quiero muchísimo.

Después de estas palabras Alexander dejó un dulce besos sobre mis labios.

El cual yo recibí bastante gustosa.

Una tos falsa nos hizo separar y en cuanto lo hicimos observé al doctor levemente apenado.

—Aquí esta la imagen. Y además te adjunte las vitaminas que tienes que tomar, Alex.

—Gracias doctor…

—Gracias a tí, por darme la alegría de saber que pudiste volver a gestar, Alex.

—Pense que el cuarenta por ciento, casi equivalía a cero.

—No te negare que había pocas esperanzas de que pudieras volver a gestar, pero nunca te resultaría imposible. Y miro hoy, tres años después volviste a gestar y no solo uno sino dos.

Le brinde una gran sonrisa al doctor.

—Creo que en este momento la fresa: “Nunca digas nunca.” Me va como anillo al dedo, doctor.

—Nunca digas nunca, porque no sabes que te deparará el mañana, Alex.

Nunca debí pensar en que no volvería a gestar, nunca debí poner en duda los planes de Dios, porque estos son perfectos.

—Nunca más dire nunca, doctor.

—Eso espero, porque la vida como ya vez te puede sorprender de muchas formas totalmente inesperadas.

Nunca más, nunca.

(***)

En todo el camino del hospital a casa me pase mirando la imagen que el doctor nos otorgó.

—¿Ya me desplazarte, Alex?

—¿De dónde te desplaze?

—¿De tu corazón?

Apreté mis ojos de la imagen para colocar mis ojos en Alexander.

—No te he desplazado de ninguna parte, así que cierra el pico y deja que admire a los amores de mi vida.

—Alexandra…

—Has silencio Alexander, si no quieres que mi furia caiga sobre tí.

—Deberias darme algo de crédito porque gracias a que yo te pedí un heredero y puse manos a lo obra para hacerlo es que tienes a los amores de tu vida entre tus entrañas, diabla.

—Que yo sepa…entrar tu pene en mi vagina no conllevo mucho esfuerzo. Así que callate de una vez por todas, Salvatierra.

—¿Por qué me llamas Salvatierra?

—Ese es tu apellido genio. ¿O es que se te ha olvidado?

Alexander hizo una mueca de fastidio y siguió conduciendo con el entrecejo fruncido.

Y una vez que recupere el agradable silencio volví a colocar mis ojos en la hermosa imagen que nos dio el doctor.

La acaricie con ternura, para poco después llevármela al pecho.

—Ustedes son lo mejor que pudo haberme pasado.

Alex estacionó el auto, en el garaje de la casa, e inmediatamente Marcelo se acercó a él.

—¿Qué sucede Marcelo?

—El señor, Martín se volvió loco y destruyo parte de habitación, lo cual le provocó heridas en sus manos y…

—Y… ¿que más paso, Marcelo? -pregunto con voz ahogada.

—Entramos un niño a las afueras de la casa tirando de frío, y con bastante calentura.

Mi corazón empezó a latir con bastante fuerza luego de escuchar esas palabras, e incluso las lagrimas se amontonaron en mis ojos.

—¿Le están dando atención médica?

—Sí, la señora Victoria se está encargando de bajarle la temperatura.

Me apresure en bajarme del vehículo y sin pensarlo dos veces empecé a caminar hacia la casa, aun con la imagen de mis bebés entre mis manos.

Por nada del mundo permitiré que un niño sufra, así que si tengo que adoptarlo lo haré pero no voy a permitir que él vuelva estar en estado vulnerable.

—¡ALEXANDER LLAMÁ AL DOCTOR…! -me detuve un momento para gritarle estas palabras Alexander.

—Pero…

—¡QUÉ LO LLAMES TE DIGO…!

—¡ESTA MUJER ME VOLVERÁ LOCO…!

Retomé mi andar luego de escuchar estas palabras.

Llegué a la puerta de la mansión y ni por un momento dude entrar la casa.

Y para mi mala suerte me encontré con Martín.

Quién tenía ambas manos vendadas.

—Me contaron que hiciste un espectáculo, Martín.




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