¡ Quiero una heredera! [#4 de la saga Heredero]

Capítulo 18: Cupido, sin alas.

Alexandra.

Después de escuchar esas palabras de parte de Alexander, me lancé a los brazos de él.

—Gracias, gracias… -posterior a estas palabras deje un beso en la mejilla de Alexander.

—Diablita…

—Te quiero, te quiero.

—Alex, tienes que…

Me separé de Alexander antes de que él pudiera hablar. Y me acerqué a donde se encontraba el doctor.

—¿Doctor, que presenta el pequeño?

—El niño, presenta una fuerte infección en las amígdalas, de varios dias de evolució. Además, tiene un ritmo cardiaco irregular, lo cual desencadenó a que se ocasionará un paro cardiaco.

Asentí levemente y poco después desvíes mis ojos hacia el niño.

—¿Tenemos que llevarlo al hospital?

—Sí, sería lo más factible. Porque el pequeño se encuentra bastante delicado.

—Alexandra, salvaste al pequeño.

Gire mi cabeza hacia Victoria, y la logré ver llorosa y con el rostro totalmente roja.

—¿Qué esperabas que hiciera?

—Alexandra… -escuche la voz de advertencia de Alexander.

—Esta diabla, no es tan mala como lo aparenta.

—Troglodita… no me tientes porque puedo mandar a la misma mierda la promesa dejarte en paz.

—No necesito que coloques la bandera blanca de la paz, diabla.

—A pues ya lo sé… -le guiñe un ojo. —Así que espero que después no te arrepientas.

Martín se encargó de rodar los ojos.

—Vete de paseo diablita.

El mastodonte después de inquirir estas palabras giro sobre sus pies, para marcharse de la habitación.

Entrecerré mis ojos, mientras lo observaba fijamente.

—Alexandra…

Coloque mis iris en Alexander.

Y no dude en abrirme paso para llegar hasta donde él se encontraba.

—Yo me encargaré de llevar al pequeño al hospital y de realizar todo el papeleo que el hospital requiera para ingresarlo, mientras que tú te dispondrás a descansar. -luego de escuchar esas palabras abrí mi boca para objetar. Pero él apresuró su voz. —No quiero peros, porque no hay peros que valgan. Así que has lo que te digo, sin rechistar y sin peros…

—Alex…

—Ya hablé contigo Alexandra, así que te quiero ver descansando.

—Estoy bien, Salvatierra. No tengo porque descansar.

—Creo que tu cerebro olvidó que llevas a dos niños dentro de tí, y que no puedes hacer lo que te venga en gana si quieres tenerlos entre tus brazos dentro de algunos meses.

—Pero…

—Pero nada… así que quiero que te marches a la habitación a descansar sin rechistar. -entrecerré mis ojos. —Sin rechistar, dije…

Me cruce de brazos y ante esto Alexander me desafío con la mirada.

—Si haces lo que te pido te prometo que mañana mismo registramos al pequeño como nuestro…

—¿Eso es verdad?

—Sí. -confesó sin dudar. —Pero quiero verte descansar.

—¿Te que dicho lo mucho que te quiero?

—No lo suficiente…

Di un paso hacia él.

—Pues te lo dire en frente de todos… te quiero Alexander Salvatierra, te quiero muchísimo.

Alexander sonrió para luego acortar la poca distancia que nos separaba.

—Querida hay testigos de lo que acabas de inquirir, así que no puedes retractar tus palabras.

—No pienso retractarme decirte que te quiero nunca, Alex.

Salvatierra me atrajo hacia él y junto cuando iba dejar un beso en mis labios, escuchamos una tos falsa.

Le di una mirada fulminante al doctor, y este rodó sus ojos.

—Señor Salvatierra, tenemos que llevarnos al pequeño al hospital.

—Sí, doctor.

Alexander posterior a esas palabras dejó un beso fugaz en mis labios el cual al ser tan rápido no me dió tiempo de disfrutar.

Eso de recibir besos fugaces no es lo mío.

—Me hire a la cama, Alex.

—Me alegra que hayas decidido tomar en cuenta mis palabras.

—Que te quede claro que lo hare porque mis discípulos del mal requieren que lo haga no porque tú me lo estes ordenando… ¿escuchaste?

—Me ha quedado bastante claro que nadie te manda, Alexandra.

—Más te vale…

Me acerqué a la cama, y sin perder tiempo tomé entre mis manos las del pequeño niño. Deje un beso en el dorso de estas y posteriormente acaricie su cabello.

—Cuida a nuestro Ángel, Alexander y asegúrate de que cuando él entre por la puerta este en las mejores condiciones para empezar a disfrutar de la vida.

—Te prometo que él entrará a casa lleno de vitalidad, y deseos de comerse el mundo.

—Espero que puedes cumplir, Alex.

—Te prometo que cumpliré, amada mía.

Le regale una pequeña sonrisa.

Para después colocar mis ojos en el pequeño.

—Estaras bien, Ángel. Yo me e cargaré de que olvides todo lo malo que had vivido en estos cortos años. -en esta ocasión deje un beso en la mejilla del pequeño. —Te prometo que serás inmediatamente feliz, cariño.

Abracé al pequeño niño, con fuerza y unos segundos después Alexander lo tomó entre sus brazos.

—Cuando vuelva con él, Ángel regresará caminando.

—Trae a nuestro hijo sano, Alex.

—Lo haré mi amor. Lo haré.

Posterior a estas palabras Alexander camino hacia la puerta, y sin mirar hacia atrás salió de la habitación.

—Él estará bien, señora.
Asentí luego de escuchar la voz de Marcelo. —Gracias a usted él estara bien.

—Lo mejor que pudo pasar fue que usted llegara a esta casa mi señora, bendita sea la hora en que llego aquí, bendita sea porque usted trajo a este hogar todo lo que le faltaba para ser un lugar agradable. Su dulce esencia, y su enorme corazón, lograron llenar todos los espacios que estaban vacíos en esta casa. Su llegada fue un como si un viento fresco golpeara nuestras vidas. Le doy gracias a Dios por la llegada de usted a esta casa.

Mis ojos se cristalizaron tras escuchar esas palabras.

—¿Consideras que mi llegada a esta casa fue de bendición?

—Sí, mi señora. Y es por eso quiero decirle que mi lealtad esta con usted, porque usted es nuestra digna representante, nuestra humilde, carismática y amorosa señora. Y así sera para toda la vida, hasta el día de mi muerte.




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