¡ Quiero una heredera! [#4 de la saga Heredero]

Alexander Salvatierra.

Alexander.

Dos días después.

Observé fijamente al pequeño niño, y tomé entre mis manos las del pequeño.

—Alexander.

Gire mi cabeza levemente, y mis ojos divisaron a Martín.

—¿Qué sucede?

—¿Cuando le dirás Alexandra que estas casado?

Apreté mis ojos de los de él porque estos me estaban taladrando con la mirada.

¿Cuando le dire Alexandra que lastimosamente estoy casado con una mujer que me abandono a tan solo días de habernos casado?

Esa pregunta me la hago a diario.

—Si le digo la verdad en este momento, con lo volátil que es ella me atrevo a jurar que esa diablita, desmembraba mi cuerpo y luego lo hecha en ácido.

—No creo que ella se deshaga de tú cuerpo, así que lo unica opción de matarte es que en una ataque de furia te lance un florero a la cabeza, Alex.

—No quiero que ella este triste…

—Piensa bien las cosas Alex, porque sigues ocultándole la verdad puedes incluso llegar a perder Alexandra.

Asentí levemente, porque Martín tiene toda la razón. Pero aún sabiendo que él tiene la razón no puedo confesarle la verdad.

—Pense que mi diablita te caia de la patada.

—Después de lo que hizo por mí, no puedo repudiarla. Así que te recomiendo que le digas la verdad antes de que sea demasiado tarde.

—No puedo.

—¿Por qué?

—Porque tengo miedo de que la conmoción le cause algún daño a nuestros hijos o a ella. No quiero dañarlos.

Volví a colocar mis iris en Martín y la mueca que él hizo no paso desapercibida por mí.

—No quería hacerlo, pero tengo que hacerte recordar las palabras que dijo la adivina, Alexander. -cerre mis ojos con fuerza. Y antes de que Martín pudiera traerme a recuerdo las palabras que había dicho esa mujer, estas llegaron a mi mente.

“—Solo te advierto una cosa Alexander, no dejes que ella se maché nunca de tú lado. Hazla sanar y juntos vuélvanse inquebrantables pero, si no lo logras los perderás para siempre.”

—No tienes que recordármelas, porque las recordé por si solo.

—Entonces traélas a recuerdo, y dile la verdad antes de que sea muy tarde.

Decirle la verdad.”
“Decirle la verdad.”

Esas palabras se repartieron constancia en mi mente, y solamente deje de pensar en ellas cuando sentí un leve apretón en mis manos.

Deje de mirar a Martín para colocar mis ojos en el pequeño niño, que Alexandra había decidido llamar Ángel.

—Batman. ¿Dónde ta' Batman?

El pequeño empezó a buscar en la habitación desesperadamente, y al no encontrar lo que esperaba sus ojos se cristalizaron.

—Hey, no llores pequeño…

—Le prometí siempre estar con el.

—¿Quien es el?

El niño no llego a responderme porque la voz de Alexandra se antepuso a la de él.

—¡Batman, ha llegado a rescatar a un hermoso caballero…!

Gire mi cabeza hacia ella, y fue imposible no sonreír.

Mi mujer se encontraba disfrazada de perrito, y llevaba entre sus manos a un perro disfrazado de peluche.

Esta mujer no tienes ningún tipo de cura.

—¡Batman…! -Ángel emitió estas palabras y el perro se removió con bastante entusiasmo entre los brazos de Alexandra. —Perdón por dejarte…

Alex, coloco al perro en la cama. El cachorro no dudo en acercase al pequeño, y justos se fundieron en un caluroso abrazo.

—El doctor me informo que la situación de salud del pequeño mejoró bastante, y que por eso le dará el alta médica dentro de dos horas.

—La pregunta del millón es… ¿qué tu haces vestida de perrito? -mencione y por eso me gane una mala mirada de parte de ella.

—No me jodas Salvatierra…

Me atreví a sonreír luego de ver como ella se acercaba al pequeño.

Cuando creo que Alexandra no hara algo más para hacer que la quiera, viene y me hace quererla más. Alex, ¿Qué clase de hechizo crees que ella haya utilizado con todos nosotros para que la queramos? Porque déjame decirte que todos en la casa la idolatran, la respetan e incluso darían su vida por esa diabla altamente peligrosa.

—¿Quieres Alexandra?

—Después lo que hizo por mí es imposible no hacerlo. Así que te recomiendo que le digas cuanto antes la verdad, porque si ella se va de tu lado y de la mansión, todos nosotros no te lo vamos a perdonar, porque nuestra señora tiene que estar con nosotros, la dama debe estar bajo el mismo techo que su fiel ejército de hombre a los cuáles les robo el corazón.

¿Quién es este y que ha hecho con el verdadero Martín?

—Alex. -deje de lado la conversación que estaba sosteniendo con Martín, para colocar mis ojos en la hermosa mujer vestida de perrito. —Puedes acercarte, porque necesito apoyo de este lado.

—¿Creo que la diabla se quedó sin palabras?

—Martín.

—Ya, ya… Ire a comprarle algo al pequeño para cuando salga del hospital. -Martín inquirió estas palabras y posteriormente giro sobre sus pies.

—Ya le compré todo lo que mi Ángel necesita.

—Entonces iré a comprarle algo al perro.

—Eso también lo hice.

—Entonces ire a ver si la marrana ya puso…

—Ve, porque eso todavía no lo hecho.

Martín se atrevió a soltar una pequeña sonrisa para después marcharse a toda prisa.

Me acerqué Alexandra.

—¿Qué pasa aquí Alex?

Mi diablita sexi, coloco sus hermosos iris en mi y me extendió una de sus manos.

La tomé sin dudar y Alex, apretó con fuerza.

—El pequeño pregunta que si va volver a la casita de cartón en la que vivía. -acoto ella con la voz quebrada.

Coloque mis ojos en el pequeño niño, y este agachó su cabeza, mientras abrazaba con fuerza al pequeño perrito.

—No volverás a dormir en esa casa de cartón. -ante esta confesión el niño colocó sus ojos en mi.

—¿Me llevarán al orfanato? No me lleven allí, por favor. -Ángel negó mientras acariciaba al perro. —Allí no permiten que Batman y yo estemos junto… no me separé de el, por favor.




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