¡ Quiero una heredera! [#4 de la saga Heredero]

Capítulo 20: Sin tí.

Alexandra.

La mujer al ver el estado en que me encuentro no dudo ni por minuto en soltar una gran carcajada.

—Te ves patética, pero he de admitir que yo en tú lugar estaría igual o peor que tú.

Obvie las palabras de ella, para empezar a caminar hacia la casa.

Caminé con rapidez hacia la casa y justo cuando iba entrar escuché la voz de Anastasia discutiendo con Martín.

Y lo que escuché logró lastimar mi corazón.

—¡LE HE MENTIDO POR DOS AÑOS…! LE HE OCULTADO ¡LA VERDAD ALEXANDRA, POR SU CULPA…!

Eso quiere decir que Anastasia desde dos años sabe la puta verdad y no se atrevió a decir nada.

¿Por qué hoy estoy recibiendo golpe tras golpe…?

¿Por qué las personas que nunca creía que me iban a destrozar, lo están haciendo?

¿Por qué…?

Las lagrimas bajaron por mis mejillas, sin que yo tuviera algun tipo de control.

¿Por qué de la noche a la mañana perdí todo lo que consideraba que era mío?

¿Por qué esta prueba, señor?

—MANO NEGRA, ENTIENDE QUE…

—NO VOY A ENTENDER NADA, MARTÍN… PORQUE NO ERES TÚ QUIÉN LE GUARDAS SECRETO A TU AMIGA. SOY YO, ¡YO…! -para este punto la voz de Anastasia se entrecortó. —¡Y VALLA SECRETO QUE HE TENDIDO QUE GUARDAR.…!

Negué , y tras hacerlo senti mi cuerpo débil.

Me recargué en uno de los pilares de la casa, y todo para este punto me empezó a dar vueltas…

Cerré mis ojos con fuerza y un minuto después escuché la voz de Marcelo.

—Señora… mi señora.

Marcelo se apresuró a tomarme en brazos, y para este punto perdí la conciencia.

Una discusión logró traerme a conciencia, así que abrí mis ojos y tras haberlo repase la situación.

En la sala de la que consideraba mi hogar se encontraban reunidos todos los hombres que se rindieron ante mí, y me proclamaron como su señora.

Todos ellos se encontraban apuntándole a la recién llegada. Sin una pisca de miedo en su mirada.

—Si le sucede algo a nuestra señora, lo pagara muy caro. -escuche la voz de Diego amenazar a la mujer.

—Yo soy la verdadera señora, aquí… así que… quiero que te largues. Lárguense todos, al igual que la impostora.

Diego endureció sus facciones tras escuchar esas palabras.

Y no dudo en contestar.

—Hasta que el señor o la señora dicten la orden de que ya no requieren nuestros servicios, nosotros seguiremos aquí. Porque no tenemos que obedecer a ninguna recién aparecida.

—¿Disculpa…?

—Queda disculpada.

Diego posterior a la contestación coloco sus ojos en mí.

Y al ver que me encuentro consciente no dudo en correr hacia mí.

—Señora…

—Diego. -susurre con voz quebrada. —Necesito que me lleves hasta Alexander.

—Pero…

—¡Por favor…!

El guardián asintío.

—La llevaremos ante él, mi señora.

—No es necesario que vallan todos.

—Sí, si lo es porque lago me dice que usted no retornara con nosotros a esta casa.

Agaché mi cabeza, y las lagrimas salieron de mis ojos.

De la noche a la mañana lo obtuve todo. Pero también de la noche a la mañana perdí todo.

Perdí el puesto de señora, porque la verdadera señora Salvatierra compareció ante mí.

Señora Salvatierra… que bonito se escucha.

Y es una verdadera lástima que nunca llegue a tener ese título.

—Señora Salvatierra. -inquirí para mí, y he de mencionar que mi voz tenía cierto matiz de tristeza. —Señora Salvatierra.

—¿QUÉ RAYOS SUCEDE AQUÍ? -la voz de Martín llenó el lugar. Y tras colocar sus ojos en la mujer pareció comprender todo. —Leslie…

—Hola, Martín.

El mastodonte desvío sus ojos hacia mí, y he decir que vi cierto reflejó de tristeza en sus ojos.

—Alexandra.

—Creo que dos años después lograste lo que querías, Martín. -sonreí con tristeza. —Me marcharé de aquí.

—Alex…

—¡MARTÍN, NO ME DEJES HABLANDO SOLA, ES QUE NO VES QUE ESTE TEMA ES URGENTE…!

Desvíe mis ojos de Martín para colocarlos en Anastasia, quién al verme negó.

—Alexandra. Yo…

—Nunca se me paso por la cabeza que me ocultaras información… pero bien dicen que para todo hay una primera vez.

—Alex…

—Ahora no estoy en condiciones de hablar Anastasia. Así que dejare lo que tengo para decirte para otra ocasión.

—Alex… yo.

Me coloque sobre mis pies, y Diego se colocó a la par de mí.

—En este momento solo quiero hablar con Alexander así que si me disculpan ire a poner todo sobre la mesa…

—Espero no volverte a ver. -la recien llegada inquirió estas palabras mientras me miraba con una gran sonrisa en los labios.

Que se ría a carcajadas ahora, porque bien dicen que el que ríe de última ríe mejor y con mucho más gusto.

—Esperó lo mismo.

La mujer hizo una mueca para después lanzarse al sofá que le queda más cerca.

—¿Dónde está Alexander, Martín?

El mastodonte dió varios pasos hacia mi, y se detuvo cuando negué levemente.

—¿Dónde esta Alexander…?

—Esta en casa de Ayleen. Alexandra…

—Creo haber dicho que por el momento solo hablaré con Alexander, Martín. ¿O es, que no entendiste esa parte para explicartela con peras y manzanas?

El troglodita me miro fijamente para poco después agachar su cabeza.

—Debo felicitarte porque últimamente estas muy obediente Martín… aunque he de admitir que es una verdadera lástima no ver de cerca tu proceso de transformación.

Posterior a estas palabras empecé a caminar hacia la puerta pero fui detenida por la voz de Marcelo.

—Señora, se que tienes cargados los armamentos para ir a destrozar a cierta persona, pero por lo menos calcé sus pies. ¿O es que le dará el gusto que la vean desarmada de zapatos?

Marcelo se coloco al frente de mí y yo no dude en brindarle una pequeña sonrisa.

El guardián me mostró un par de zapatos.

—Deje que calcé sus pies mi señora.

—Permiso concedido mi guardián.

El joven hombre se agachó, tomó uno de mis pies entre sus manos y me coloco el zapato.




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