Alexandra.
-Tu plan ha salido fallido cariño... aunque he de admitir que ese cambio que te hiciste está de infarto. -susurro él en mi oído.
Infarto me dara si él sigue susurrando palabras en mi oído.
Dios... ¿por qué soy débil cuando de Alexander se trata?
-No se de que habla...
-Si estas en modo de hacerte la desentendida , pues jugaremos al mismo juego.
Salvatierra se atrevió a morder el lóbulo de mi oreja y esto desató una oleada de placer en mi cuerpo.
-¿No le da remordimiento estar seduciéndome?
-Oh, querida. Remordimiento me daría no tocar tu cuerpo a mi antojo.
Antes de volver a verbalizar otra palabra, Martín entro al cuarto de baño.
-Oh... lo lamento.
-Escogiste un mal momento para interrumpir Martín.
El mastodonte se encogió de hombros.
Y poco después empezó s caminar hacia nosotros.
-Aunque la mona de vista de seda, siendo Alexandra Kemers se queda. -inquirió él mientras me miraba.
-Alexandra debió de abrirte la cabeza cuando te dio con la sartén, troglodita.
Alexander, a duras penas me soltó.
Camine hasta estar a una distancia considerable de Alexander.
-Deberia darle vergüenza señor Salvatierra...
-¿Por qué debería de darme vergüenza?
Martín alterno sus ojos entre Alex y yo.
-Porque está tratando de seducirme, aún sabiendo que soy famila de Alexandra.
-Claramente estas tratando de engañarme...
-Y usted, está claramente adecuándose al papel de sinvergüenza.
El troglodita sonrió levemente.
-No me toques las bolas Alexandra. Porque estoy hasta la coronilla de problemas.
-¿En que idioma tengo que decirle que no soy Alexandra, Salvatierra? Me importa muy poco que este hasta la coronilla, señor.
Alexander dió un paso hacia mí, a lo que yo retrocedí.
-Le contaré Alexandra sobre sus planes perversos conmigo. Le dire que usted trató de colocarme sus sucias manos encima.
-Dile que entre a tu habitación a medía noche y te hice mía.
Abrí mis ojos como platos, y para darle un toque de inocencia a la escena coloque las palmas de mis manos en ambos lados de mi pecho y negue.
-¿Está loco?
Salvatierra asintió.
-Tambien dile que te comí el coño bien rico, que la habitación se lleno de gritos de placer y que te llené la vagina de mí.
-Desvergonzado. -susurre para aparentar, pero al verdad es que me muero porque el me haga todo lo que dijo.
Maldita bruja mentirosa.
¿Por qué tuvo que venir a jodernos la vida, cuando estábamos en el mejor momento de nuestra vida?
-Y si gustas le puedes decir que probaste mi pene y que te volvió loca, tan loca que repetiste toda la noche.
-Usted es un pervertido.
-Solo contigo mi amor. Así que admite que te disfrazaste de Alexa para castigarme, y acabamos de esto de una vez por todas porque no soporto estar lejos de tí, y mucho menos no tener tu cuerpo en el lado izquierdo de la cama. Te necesito Alexandra, necesito tu calor, tu néctar, tu pasión y verte despertar todos los días. Sácame de este pozo sin fondo Alexandra en el que he estado sumergido desde hace un año, sácame de esta agonía de una vez por todas, mi amor.
Qué más quisiera yo mi amor, pero tienes que sufrir por mentirme.
-Muy bonito su discurso, pero he decir que se lo dijo a la mujer equivocada, señor Salvatierra.
-Alexandra, maldición sé que eres tú.
Negué.
-Soy Alex... -él asintío, para después sonreir. -Pero Alexa.
-Alexander, creo que este pequeño ángel esta diciendo la verdad, porque se hubiera sido nuestra Alexander ella ya se hubiera lanzado a tus brazos, porque esa palabra la abrirán derretido como un helado.
Le di una mirada fulminante al Martín y para posteriormente entrecerrar mis ojos.
De que me la pagas, me las pagas mastodonte.
-Tampoco es como que tengas en las palmas de tus manos Alexandra.
-Esa diablita está en las palmas de mis manos, desde el momento en que entro en esta casa.
Será...
-¿Qué le diste a esa mujer para que este embodada de tí?
-Unos besos cargados de pasión.
Salvatierra se mofó y ante esto forme mis manos puños.
¿Yo embobada de él? No lo creo. Más bien él es quien está embobado de mí.
-¿Enamoraste a esa diabla con un par de besitos?
-Sí, Martín.
Tras esta confirmación el deseo de arrancarle la cabeza surgió en mí.
-Ire a ver a los niños.
-Está noche acudiré a tu estancia para sacarte a orgasmos la verdad, Alexandra.
-Haga lo que le de gana, señor.
Tanto Alexander como Martín se miraron entre sí. Para después compartir una sonrisa.
Tengo que hacer algo para despistar a este par de estupidos.
Y tengo que hacerlo ya...
-Pense que los ángeles no se enojaban.
¿Un ángel yo?
No lo creo.
-Pues ahora ah comprobado que los ángeles nos enojando y que podemos ser letales, si sacan lo peor de nosotros.
-Ahora pareces una auténtica diablita.
No aparezco engendró del mal. Lo soy...
Había dejado atrás el inmenso desagrado que sentía por Martín, cuando lo vi llorar por su mujer, pero dos años después este había vuelto a mi con bastante fuerza.
-No me gusta la palabra diabla.
-Pues vete acostumbrando porque esa es la forma en la que te llamare de ahora en adelante, ex angelito.
Mis ganas de mostrarle mi dedo corazón me ganaron. Así que le mostré mi dedo corazón.
Y esto causo que ambos hombres volvieran a mirarse entre sí.
-Que sea un ángel no quiere decir que no puedo tener mi lado perverso y vengativo.
-Me quedo muy claro diabla.
Rodé mis ojos y de una vez por todas empecé a caminar hacia la puerta del baño, pero justamente antes de que pudiera salir, escuché la voz de Alexander.
-Recuerda dejar abierta la puerta de tu estancia, esta noche, Alex.
-Con mucho gusto señor.
-Colocate un babydoll sexi, Alex.
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Editado: 03.10.2024