¡ Quiero una heredera! [#4 de la saga Heredero]

Capítulo 29: Pérdida.

Alexandra.

-Señora.

Detuve mis paso y gire sobre mis pies.

-Marcelo.

-La acompañare.

Negué.

Pero al parecer mi negación le entrá por un oido y le sale por el otro.

-La acompañé, mi señora y no habrá discusión.

Entrecerré mis ojos, a lo que Marcelo se encogió de hombros. Para después abrirme la puerta del auto.

-Vamos...

Le brinde una mirada fulminante, para después entrar en el auto.

-Cuando regresemos hablaré largo y tendido contigo.

-Sí, claro.

Marcelo entro al auto, y un minuto después puso el vehículo en marcha.

-La dirección del lugar es...

-Lo sé, señora.

Coloque mis ojos en la ventana del auto y me fue imposible no soltar un pequeño suspiro.

-Señora.

-¿Dime Marcelo?

-Se que tiene miedo de perder a los niños, pero le aseguro que nada malo les ocurrirá.

-¿Por qué estas tan seguro de eso?

-Lo vi en mis sueños. Y también vi que...

-¿Qué más viste?

El hombre guardo silencio por un momento, pero poco después hizo contacto visual conmigo.

-Hoy después de tanto tiempo volvere a ver al amor de mi vida.

-¿Ah, sí?

-Sí...

Después de esta conversación el auto quedo en un completo silencio.

Recoste mi cabeza en el asiento del auto y me permití cerrar mis ojos.

Quiero que todo acabe ya...

Quiero paz.

Quiero ver a mis hijos crecer.

Quiero tantas cosas... que no se si lograré tener todo lo que anhelo.

Cerré mis ojos con fuerza mientras le pedía fervientemente a Dios que todo acabará de una vez por todas.

Una lágrima se deslizo por mi mejilla e inmediatamente la seque.

Todo va estar bien.
Todo saldrá bien.

Rescataré a los niños de la garra de esa mujer, y todos volveremos sanos y salvos a casa.

-Marcelo... después de esto te regalaré un viaje a la playa con todo pago.

-¿De verdad...?

-Sí, aunque primero tendras que pasar por una exhaustiva charla conmigo.

-Mi deber es protegerla, mi señora. Así que si llega a ser necesario daré mi vida por mantenerla a salvo.

-¿De dónde ha salido ese ferviente deseo de protegerme?

-Tengo que retribuir de alguna manera el que usted le haya disparado a ese hombre por defenderme hace dos años atrás.

-Lo hice porque nadie puede tocar a mis hombres y quedarse riéndose a carcajadas. Eso no lo permito, no lo consiento.

Marcelo asintió.

-Tengo que admitir que me ha tocado al mejor señora de todas... le doy gracias a Dios por colocarla en nuestro camino, mi dama.

-Estas bastante raro Marcelo... ¿Qué te tomaste? O peor aún... ¿qué te fumaste?

-No tengo que estar drogado para agradecerle a Dios el haberla colocado en nuestro camino.

Algo raro le está pasando a Marcelo...

-Espero que el señor, usted y sus hijos sean muy felices, mi dama.

-Eso suena a despedida Marcelo... ¡Dime de una vez por todas lo que te fumaste!

-Espero poder volver al mar cuando todos esto culmine.

-Yo misma te llevaré a ver el mar, pero deja de hablar como si te estuvieras despidiendo de mí Marcelo.

El sonrió levemente.

-Esto es lo que hay señora.

-Te marcaré mi zapato en el culo sigues...

-Ya, lo dejo...

Marcelo extendió su mano hacia la radio, la encendió y inmediatamente el auto se inundó de una agradable música.

La música a pesar de estar inundando el auto no me privó de escuchar las palabras de Marcelo.

-Me voy con la convicción de que hoy voy a regresar al mar, donde nací y de donde no debí salir. Voy a ir a nuestro lugar, mamá.

Antes de que pudiera preguntarle a que se refería, el teléfono que me había dado Alexander vibro. Anunciando la llegada de un nuevo mensaje.

"Cada minuto cuenta, ladrona. El reloj esta corriendo y se te está acabando el tiempo. Y a mi la paciencia..."

-Marcelo, más rápido por favor...

-Como ordené, mi señora.

En cinco minutos estuvimos al frente del lugar donde la demente tenia secuestrados a mis niños.

-Te quedarás en el auto y si en diez minutos no salgo entra por nosotros.

-Pero señora...

-Obedeceme Marcelo, aunque sea por una vez.

-Está bien, señora.

Asentí y posteriormente me baje del auto.

Tomé mi arma y tras mirar hacia el lugar, empecé a caminar con rapidez.

El lugar era un total desastre, pero tenia algo a mi favor y es que la luz del día se volvió mi aliada.

Camine con rapidez por el lugar, y la desesperación empezó a sucumbir mi cuerpo al no poder encontrar a mis niños.

-¡Agapios...! ¡Ángel...!

-Asi es que te quería ver maldita...

Gire sobre mis pies y el deseo de llenarle el cuerpo de balas me gano.

-¿Dónde están?

-Quizas muertos.

Di varios pasos hacia ella y la muy maldita, sonrió.

-No puedes matar a tu propio hijo, loca del demonios.

-Ese dejo de ser mi hijo cuando prefirió defender a tu maldita mocosa, en vez que a mí.

-Leslie...

-Todo iba bien... mi plan iba excelentemente bien. Pero tuviste que aparecer a dañar todo...

La loca me apunto con un arma.

-Alexander y yo íbamos a tener una tener una familia perfecta, íbamos a ser inmensamente felices. -ella apretó su mano alrededor de la pistola. -Planee darle un hijo, planee tantas cosas para nosotros.

-Estas mal Leslie.

La loca del diablo soltó una gran carcajada.

-Ma,l está tú porque de aquí no saldrás con vida.

-¿Dónde estan mis hijos?

-¿Tus hijos? Agapios no es nada tuyo... él es mío y de Alexander, ¡él es mío...!

La palabra loca le queda pequeña a esta mujer... si es que se le puede llamar mujer.

-Si lo quisieras tanto como dices no hubieras tratado de golpearlo, Leslie. -la demente negó. -Si amaras a tu hijo, como dices, dejarías tu absurda obsesión por Alexander y te centenarias en darle todo tu amor a ese pequeño ser que llevaste nueve meses en el vientre.




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