¡ Quiero una heredera! [#4 de la saga Heredero]

Capítulo 30: Ángel de la guarda.

Alexandra

La palabra destrozada se queda corta para demostrar mi sentir en este momento.

—Alexandra… -alce mi cabeza, y al colocar mis ojos en Alexander las lagrimas salieron de mis ojos.

—Alex… Él…

—Cariño…

—No tenía que permitir que él viniera conmigo, tenía que impedirlo.

Alexander se apresuró abrazarme.

—Él murió por mi culpa. Por protégeme.

—Alex…

Abrace Alexander con fuerza, tratando de buscar un poco de consuelo en ese abrazo.

—Tenemos que marcharnos, Alex.

—Él…

—Le daremos cristiana sepultura.

Asentí.

—Alexander, me gustaría que hiciéramos el acto fúnebre en la playa.

—Haremos lo que tú quieras.

Alexander dejo un beso en mi mejilla.

—¿Qué pasara con el cuerpo de ella?

—Tenemos que enterrarla, aunque sea para darle Agapios lugar para llorar.

Asentí porque ella era su madre aunque haya sido una perra sin sentimientos.

—¡Alex y Alex……! tenemos que marcharnos de aquí. Así que traigan sus trasero hasta aquí.

—¿Me permites descargar mi frustración con él?

—Has lo que quieras, cariño.

Alexander me ayudó a colocarme sobre mis pies y juntos empezamos a caminar.

Cerré mis ojos con fuerza, y me deje guiar por Alexander.

“Perdóname Marcelo por no protegerte como debía. Perdóname por fallarte como señora.”

—¿Salvatierra?

—¿Qué?

—¿Creés que seré una buena señora?

—Nunca dudes que eres una buena señora cariño, porque eres la mejor señora que he podido encontrar.

Abrace con fuerza Alexander, mientras las lagrimas salían sin cesar de mis ojos.

Marcelo no merecía morir.

—¡Mami…!

Al escuchar la dulce voz de mi pequeño, abrí mis ojos.

—Ángel…

Él corrió hacia nosotros y al llegar, abrazo con fuerza mis piernas.

—Mami, no estes triste.

Abrace Ángel.

—¿D-dónde e-esta A-agapios, hijo?

—Mi hermano esta llorando porque esa mujer le dijo que nunca lo quiso…

Agapios… mi pobre niño.

—Ángel. -Alexander enarcó estas palabras.

—¿Sí, papá?

—Llevamos con Agapios.

Ángel asintió, para después tomar mi mano entre la de él.

Los tres empezamos a caminar.

Y luego de varios pasos, estuvimos al frente de Agapios.

Me duele verlo tan roto.

Me coloque a la altura de Agapios, tomé su rostro entre mis manos y limpie sus lagrimas.

—Agapios…

—Alex.

El pequeño extendió sus brazos hacia mi, y juntos nos fundimos en un caluroso abrazo.

—Ella…

—Me tienes a mí cariño, estoy aquí para tí.

—Estamos aquí para tí, Agapios. Y no dejaremos que nadie nunca más te vuelva a dañar.

Alexander y Ángel se unieron a nuestro abrazo.

—Somos una familia, Agapios.

—¿Serás mi mamá? -pregunto entre lágrimas.

—Sí, cariño. Y no dejaré que nadie te lastime, nunca más nadie te hará daño.

—Ya no sufrirás Agapios, no lo harás porque eres uno de los nuestros, nuestro hijo.

El pequeño genio sonrió entre lágrimas.

—Pedí un papá y Dios me premio con una familia.

Luego de escuchar esas palabras deje un beso en la cabeza de Agapios.

Después de tanto dolor, Agapios llego a dónde merece estar.

En una familia llena de amor y unión.

—Prometo que hare todo lo que esté en mis manos para que siempre esten orgullosos de mí. Nunca los desfraudare.

—Ya estamos orgullosos de tí Agapios.

—Te quiero Alexandra.

—Yo también te amo Agapios.

Los cuatro nos fundimos en un caluroso abrazo. Y este día quedo marcado como el día que nuestra familia se alzó por todo lo alto.

(***)

Me mire en el espejo y no dude en soltar un suspiro cansado.

—Se que te sientes cumplable, pero no debes sentir culpa.

Alexander me abrazó y coloco su cabeza en mi hombro.

—Alex.

—¡Alexandra…! -la voz de Martín inundo la habitación. Y solo bastaron unos segundos para que él entrara en mi campo de visión.

—¿Qué deseas…?

—Antes de seguir culpandote deberías culpar leer esta carta.

El mastodonte extendió una carta hacia mí y yo no dude en tomarla.

—La encontré en la guantera del auto.

Me apresure en abrir en sobre y al leer el contenido mis ojos se cristalizaron.

Alexandra.
Mi dama.
Mi señora.

Se que debería tomar valor para despedirme de usted como se debe, pero al estar carente de valor, expresare mi despedida en esta carta.

Le agradezco inmensamente el haberme defendido y también el cariño que me brindo, agradezco que usted llegará a nuestra vida.

Gracias. Por decidir ser nuestra señora.

Por usted daría mi vida, por usted hago lo que sea.

Espero que si llega a pasar algo no se culpe porque yo estaré más que dispuesto a enfrentarme hasta al mismo diablo por usted mi reina. Porque mi lealtad y compromiso con ustedes es hasta la propia muerte.

Gracias, mi dama.

La estima y respeta.
Marcelo.

—Él…

No tienes la culpa Alex, porque él decidió dar su vida por tí, porque su lealtad y compromiso de cuidarte estuvo presente en él hasta la muerte.

—Además de esa carta Marcelo dió indicaciones de que si le sucedía algo deseaba que cremarán su cuerpo y que las cenizas la esparcieran desde la montaña de la casa que da al mar.

—¿Ya esta todo listo?

—Sí.

—Quiero ser yo la que lleve las cenizas.

Ambos hombres asintieron.

—¿Y los niños?

—Ellos estan renuentes a quedarse.

—Los llevaremos con nosotros, porque despediremos a un miembro de la familia. -inquirió Alexander.

Gire sobre mis pies luego de escuchar esas palabras.

—Alex…

—Tu los escogiste como tus hombres, así que todos ellos pertenecen a nuestra familia, Alexandra.

Me atreví a sonreír, para después abrazarlo.




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