No se notaba si era de noche, o de día. Por lo tanto, Liliana jamás se percató de cuánto tiempo estuvo dentro de esa aplicación. El cansancio tampoco era un buen indicador, porque la chica estaba tan concentrada en lo que estaba experimentando, que no tenía espacio para reparar en el hambre o en el cansancio de su cuerpo.
Lo que había presenciado hacía unos minutos, u horas, era simplemente hermoso.
Con la nueva aplicación, el sueño ideal que se pintó frente a ella con el teatro, ahora era una realidad que la estaba llenando por todos los sentidos.
Decidió elegir el escenario que se encontraba encabezando las opciones: una playa. Ella jamás había sido una fanática de las playas, porque le provocaban demasiada incomodidad y su cabello siempre se encrespaba y llenaba de arena. Sin embargo, esta playa tenía el equilibrio que siempre deseó.
La preciosa vista no era opacada por un clima tan extremo que no le permitiera disfrutar de las actividades. Por el contrario, estaba rodeada del agradable departamento templado, pero con un inmenso y azul mar frente a su corazón. Observó a sus costados, para notar si la imagen se terminaba en algún lugar. Pero no encontró más que arena, mar y preciosos cielos.
También habían colocado gaviotas, pequeños animalitos de playa y lindos delfines que saltaban de vez en cuando a la distancia. La aplicación le fue soltando pequeños anuncios de funciones interactivas. Así, ella pudo construir un pequeño castillo de arena, que los desarrolladores prometían, podría ser mucho más detallado cuando estuvieran listas todas las innovaciones que tenían en mente.
El sonido de las olas la relajaba. Se preguntó si allí atardecería también, pero su reflexión fue interrumpida por una notificación de recordatorio. Era su amiga Connie que le recordaba de la cita virtual que habían concretado.
Liliana sonrió, porque no podía esperar para poder contarle a alguien sobre esta locura. Necesitaba sacar su emoción, y quién mejor que la persona que compartía su mismo mundo.
Abrió la aplicación social y buscó los compromisos agendados. Ambas habían colocado el lugar del encuentro como la cafetería, así que la pantalla no tardó demasiado en cargar el sitio.
Sonrió cuando notó que, de un momento a otro, ya no se encontraba en esa playa abierta, sino en una preciosa cafetería que mostraba un montón de mesas alineadas.
Tal como si fuera real, a los costados se podían observar puestos de comida, opciones para comprar souvenirs y pequeños carteles con ofertas. Las conversaciones volaban de un lugar a otro dentro de ese lugar. Liliana se preguntó cuántos amigos estarían ahí en ese momento.
A pesar de que las conversaciones se escuchaban como murmullos, en realidad no era posible diferenciar lo que cada una decía. La chica esperó para pensar cómo podía encontrar a su amiga, cuando un símbolo verde apareció por encima de una mesa.
Ella comprendió lo que significaba y caminó hacia la mesa asignada. Mientras los hacía, notó cómo sus manos virtuales se movían a los costados. Tenían el mismo esmalte de uñas que había configurado para su avatar, así como las pulseras que seleccionó en la parte de adornos.
Ahí, sentada y moviendo la mano para ser ubicada, estaba el avatar de Connie con su nombre de usuario en la cabeza.
Liliana no estaba segura de lo que sucedería ahora, así que esperó a ver si la aplicación enviaba algún tipo de guía. Afortunadamente, así fue. En la pantalla del frente, aparecieron las opciones de "iniciar chat con voz" o "iniciar chat escrito".
La chica se quedó dudando unos segundos. En realidad no estaba segura de lo que sería bueno seleccionar. Finalmente, Connie estaba mirando su avatar, que ya no estaba tan segura se pareciera a ella, así que no tenía idea si aquel correspondería a su voz. Sin embargo, en verdad quería hablar con alguien sobre las cosas que había vivido en la playa, así que sin más, seleccionó la opción "iniciar chat con voz".
Por un momento se colocó una pantalla de carga, mientras se esperaba la respuesta de Connie, y al final todo el ambiente se tiñó de verde para dar paso a la sala privada.
Ahora, su nueva amiga y ella se habían convertido en parte del fondo. La conversación estaba apagada para todos los demás, pero para ellas, estaba más viva que nunca.
—Hola —dijo Liliana, finalmente. Le dolía el estómago por los nervios, no recordaba la última vez que intentó ser amiga deliberadamente de alguien.
—Liliana, ¡estoy tan emocionada! Tenía miedo de que fueras un bot.
El avatar se movía de una forma tan realista que a la chica solo le tomó unos segundos acostumbrarse y sentir que en verdad estaba hablando en una cafetería con otro ser humano.
—Yo también —soltó una risa de complicidad. Finalmente, unas cuantas palabras y se sintió por más tiempo en su hogar que durante toda su vida.
La plática empezó a fluir. Las voces que sonaban un poco robóticas, por la conexión a internet, se iban mezclando con la sinfonía de realidad casi perfecta que estaba en todos lados.
Liliana le contó todo sobre su visita a la playa. Connie se mostró tan emocionada que le pidió que buscaran una forma de ir juntas a la ubicación. Mientras realizaban la búsqueda, el navegador vio interrumpida su vista por una notificación.
Aquella fue rechazada tan rápido que ni siquiera se pudo leer de qué se trataba. Liliana estaba concentrada, tan entretenida con la búsqueda que no quería ninguna interrupción. Fue entonces una terrible molestia, cuando toda la vista de los lentes fue interrumpida para mostrarle que tenía una llamada: era su madre.
—Connie, tengo que irme. Pero, vamos a encontrarnos mañana para hacer el viaje a la playa, ¿de acuerdo?
No alcanzaba a ver a su amiga, por la notificación, pero escuchó su voz diciendo:
—¡Claro! Mientras seguiré investigando.
Liliana presionó el botón de la llamada, pero cuando lo hizo, esta desapareció.