Acordó consigo misma mantenerlo como secreto. Por un lado, creía que nadie la iba a comprender, seguramente juzgarían con severidad el uso que le había dado a los lentes y aquello tan solo fue... un pequeño descuido. De igual forma, sabía que quizá tampoco importaría que hablara de la parte positiva, de lo mucho que le gustó tener una amiga, lo divertido de hacer el castillo. Sí, en definitiva era el tipo de cosas que requería guardar.
Las reflexiones que volaban por su mente, iban planeando una detrás de la otra, como un enjambre descontrolado. Todo, mientras ella se admiraba en el espejo y coronaba las marcas que ya estaban sanando, con los lentes.
El llamado de atención de la oficina de recursos humanos no había sido tan terrible. Afortunadamente, y algo muy poco usual, la empresa consideró lo buena trabajadora que era y dejó pasar las ausencias injustificadas. Liliana agradeció e ignoró por completo la mirada extrañada de la encargada mientras observaba sus lentes.
Apenas estaba regresando a su cubículo, cuando vio un círculo de personas a la distancia. Se encontraban rodeando a alguien que no se apreciaba bien. Liliana dejó su bolsa sobre el escritorio, no sin antes lanzar una última mirada curiosa.
Se sentó con la sorpresa de lo que había visto. Era otro empleado que tenía los lentes. Así como la atención se le fue entregada en un envoltorio de galletas, en ese instante, era ese chico el que tenía todos los halagos y las preguntas.
No sabía cómo sentirse, quizá un poco celosa... o comprendida. ¿No era esa la queja que tuvo en la mañana?
Encendió los lentes y entró con rapidez a Connected Friends. Activó la función de "buscar", para ver si el dispositivo encontraba a su nuevo compañero. Así fue, su nombre de usuario era "wolf_danger00."
Levantó su dedo índice con la intención de enviarle una solicitud de amistad, pero después la atención se desvió al grupo de personas. Giró un poco en su silla para observarlos bien por el pasillo.
Aquel chico lucía tan contento, con una sonrisa brillante, los brazos bien extendidos, como si tuviera el mundo justo sobre su pecho. No, era probable que él no fuera al tipo de usuario con el que conectaría. No era como Connie o como ella, que tan solo tenían el mundo virtual. Él parecía manejar bastante bien el mundo real.
Cerró la aplicación y colocó un video tutorial mientras la computadora encendía.
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El trabajo lo hizo a medias. No se dio cuenta de primer momento, pero a pesar de que estaba técnicamente terminado, el documento presentaba varios errores. Aquellos habían pasado desapercibidos, porque la atención de Liliana se dedicaba profundamente a la serie de tutoriales para personalizar los lentes.
También había averiguado cómo llevar a Connie a la playa. Le envió un mensaje rápido por los lentes durante su descanso y procuró no reírse demasiado fuerte de los chistes que hacían mientras las sillas que la rodeaban en la vida real rebotaban ecos de soledad.
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Salió de la oficina desapercibida como siempre. Su momento de súper estrella había pasado. Tomó el metro y se fue directo a su departamento para iniciar una llamada con Connie.
—¿Qué tal te fue ayer? Me alegró mucho recibir tus mensajes. Estaba aburrida en el trabajo —decía Connie apareciendo frente a ella. Era extraño observarla de pie, con su avatar en la sala, así que pronto colocó un fondo virtual para que tuviera más sentido.
—Ni me lo menciones, fue muy extraño. ¿No sentiste que pasamos mucho tiempo en la cafetería?
El avatar de Connie se llevó una mano a la barbilla y después se movió a manera de risa.
—Un poco, sí. Estaba muy entumida y los lentes se marcaron, pero valió la pena, ¿no crees?
Liliana percibió un bálsamo por todo el corazón. Era cierto, había valido toda la pena del mundo. Probablemente estaba exagerando con el hecho de haber abusado del uso de los anteojos, así que se relajó e inició una sala nueva en Virtual Realities con las configuraciones que había aprendido.
Durante su infancia, fue a la playa una sola vez. Aquel viaje la tenía llena de expectativas. En la mente pintaba las playas profundas de posibilidades. El océano le recordaba un cuento que tenía mucha curiosidad por leer; pero cuando se vio frente a todas esas maravillas, el miedo la invadió.
La arena le pareció demasiado caliente, el agua era inmensa. Su madre notó el miedo, pero en vez de calmarlo, procuró que su hija no tuviera que enfrentarlo. Extendió una toalla enorme para que no interactuara más con el suelo y le permitió quedarse todo el tiempo a su lado, jugando con su muñeca preferida.
Ahora las cosas eran diferentes, nada de lo que veía le daba terror, porque sabía que estaba bajo su absoluto control. Si el mar estaba demasiado inquieto, ella podía configurar que se calmara. Las nubes que se aproximaban amenazantes, se alejaban con tan solo el mover de sus dedos. La arena no ardía para nada, sino que ayudaba a Connie y a ella a construir un montón de figuras.
Todo era justamente como lo soñó de niña.
Miró el reloj con cuidado, porque no quería que el tiempo se le fuera de las manos de nuevo. Así que cuando dio media noche, la chica se despidió de su amiga y se quitó los lentes para beber un vaso entero de agua y comer un poco de fruta que compró de vuelta de la oficina.
Se durmió con la idea de que esta vez había equilibrado todo, así que la culpa por querer tanto esos lentes se escurría. Curiosamente, se escurría como la mirada de Liliana de vuelta hacia los lentes. Los observaba en la oscuridad, con esa luz roja prendida al costado, indicando que estaban realizando su carga. Lucían tan apetitosos, le hicieron tener mariposas en el estómago.
Empezó a pensar que aquel había sido el mejor regalo de toda su vida. La realidad siempre había parecido confusa, violenta, daba la impresión de que nunca estaba de su lado. Le hería profundamente saberse abandonada por la misma. Los lentes, eran otro mundo, las cosas por primera vez giraban a su suerte. Era la favorita de ese mundo.