La voz del hombre y sus consejos no solicitados llegaban a los oídos de Liliana de vez en cuando. Siempre eran desplazados hacia la derecha o la izquierda, como si se trataran de las notificaciones indeseadas que ahora tenían bien activadas sus alarmas.
Por un momento, imaginó lo bien que se sentiría que los lentes entraran en sus pensamientos. Que pudiera editar las angustias y personalizar los problemas en los que pensaba cada día.
Otra vez ese pensamiento retornando... ¿cómo era posible que aquel extraño creyera que la vida real, "la otra realidad", se podía personalizar tanto como la de los lentes?
—¿Estás aquí? —preguntó uno de sus amigos en la cafetería virtual.
Liliana asintió avergonzada. Si estuviera en la vida cotidiana hubiera preguntado de qué estaban hablando y pediría disculpas por haber sido tan descuidada. Pero ahí, tan solo bastó con mirar el historial de chat a la derecha para leer las transcripciones y volver a entrar en la conversación.
Ahora que la luz estaba restablecida en su casa, el corazón volvía a latirle con calma. Aunque esa paz no podía dudarle por siempre. Nuevamente una notificación a ignorar: una llamada de su madre.
Había estado contactándola por un buen tiempo desde la última vez que fue a las oficinas de electricidad. No estaba segura de si había pasado demasiado o muy poco, pero quería relajarse después de haber vivido algo tan estresante y nada ayudaba mejor que dejarse vivir dentro de los lentes.
Siempre le pareció que su madre exageraba las cosas que no debía y le daba un peso ligero a las que, por el contrario, requerían su atención. Nuevamente se percató de que estaba distraída, así que volvió a repasar el historial y aportó uno o dos comentarios que no la hicieran ver mal.
Detestaba sentirse así, tan poco enfocada ni en uno ni en otro mundo. Decidió, al despedirse finalmente de sus amigos en la cafetería, que tal vez le ayudaría una de esas cosas clichés, como salir a dar una vuelta.
🎀
Si las cosas hubieran seguido la imaginación de Liliana, el mundo la miraría extraño, porque siempre que salía, lo hacía con los lentes y con la mente perdida; pero le sorprendió que en realidad eso no fue así.
Pudo identificar a varios peatones que portaban los lentes. De hecho, tantos que le resultó impactante. Como había pasado en la oficina, la vida virtual representaba un refugio para los olvidados, para ella que nunca había sido feliz con su vida y que tampoco lo era ahora. Pero, ¿cómo es que eso ahora pasaba a manos de todo el mundo?
Apenas le permitía a su mente reflexionar sobre ello cuando una nueva llamada interrumpió sus pensamientos. Estaba por ignorarla, pero pensó que si no la contestaba jamás se detendría.
—¿Mamá?
—¡Liliana! Liliana, mi niña. Estaba saliendo rumbo a tu departamento, ¿estás bien? No me has contestado en días.
¿Días? Recordó la primera vez que le había sucedido algo así. Después de que estableciera su sistema de "alimentación" e idas al baño recurrentes, no había tocado fondo de esa forma, sin embargo, eso permitía que más tiempo transcurrieran sin que ella lo notara.
—Estoy bien, mañana te hablo.
—No, Lili, estoy preocupada. ¿Podemos comer juntas después de tu trabajo?
El trabajo, nuevamente. En verdad, ¿cuánto tiempo había pasado?
—Sí. Nos vemos.
No permitió que respondiera. El frío aire rozó la blusa que traía. La ciudad estaba editada por completo. Con esa vista lucía un violeta hermoso, como de una película. Sin él, a Liliana le parecía todo tan insípido, tan gris.
Se sentó en una banca cercana para entrar a sus cuentas bancarias. Las cifras le preocuparon. No había tenido demasiados gastos, pero sí que los ingresos eran cada vez más esporádicos.
No quiso abrir su correo electrónico porque sabía que ahí encontraría una respuesta, así que revisó la hora y notó que no era tan tarde. Marcó el número y extensión correspondiente, sostuvo una plática aburrida tan solo para recibir lo que quería y temía saber.
—Sí, lo siento. Pero has faltado más de lo establecido en el contrato e incluso en la ley. Te agradeceríamos vengas a firmar los papeles necesarios y tu finiquito estará listo pronto.
Una persona con los lentes pasó frente a ella en ese momento. La inquietud que le había generado la noticia ahora se volcaba sobre ese peatón, así que decidió indicarle a sus propios anteojos que editaran a cualquiera que los portara para que pareciera que no. Ese mundo era ella, solo de ella. Ahora, de nuevo, se sentía especial.
Suspiró porque ya no tenía trabajo, seguramente su madre le llevaría un discurso terrible, no podría pagar la renta, tendría que volver con ella... Sintió que el estrés, la ansiedad, el pesimismo y básicamente todo lo que odiaba de la otra realidad se colaban por sus venas.
Se levantó de golpe y corrió de vuelta a su departamento.
Una lágrima caía violenta sobre la mejilla y sobre ella se reflejaba la pantalla que nuevamente cubría toda la mirada de la chica.
Estaba de vuelta en su lugar seguro.
🎀
El cielo azul estaba divino. Sobre el césped se admiraba la brisa invisible a los ojos, pero palpable en el alma. Liliana sonreía mientras observaba aquel bosque. Un nuevo escenario por explorar en Virtual Realities.
Había decidido ir sola porque necesitaba despejarse. Claro, ¿cómo pensó que era mejor idea salir por su calle real? Cuando en ese sitio tenía la oportunidad de sentarse a reflexionar sin que nadie la molestara, ni los peatones, ni... el mundo.
Se escuchaba una calma especial. Era el sonido de las aves que se encontraban abrigadas bajo el corazón del bosque virtual cantaban al paso que llevaba Liliana. Pronto, entre la quietud y su total aceptación de la pertenencia a ese lugar, recordó a su amiga. ¿Qué habrá sido de ella? ¿Por qué ya no le contestó los mensajes?