Ahí está ella, sentada en la armería del gran coliseo esperando su tercera llamada para salir a la arena de combate. A veces se cuestiona como llego a ese lugar, a ese lugar donde ven matar por placer; cierra sus ojos y empieza a recordar su infancia, esos recuerdos antes de aquel día, aquella tragedia…
Empieza a visualizar aquellos días olvidados donde ella, su hermana menor Suzanne y su madre Alma vivían en aquel lugar carente de muchas cosas, lo poco que llegaba a la casa no lo podían desperdiciar. Aunque ellas vivían en condiciones erróneas, ellas eran felices con lo poco que tenían, ella y su hermana vivieron una buena infancia, con amigos y el afecto cualquier persona de esa edad necesita. Su madre, aunque casi siempre estaba fuera de casa por su trabajo, siempre estaba ahí para ellas. Casi no sabía nada de su padre, lo único que sabía fue que él había muerto de una enfermedad de corazón poco tiempo después que su hermana menor naciera, ella solo tenía 5 años cuando el murió por esos casi no tiene recuerdos de él.
Ella intentaba ayudar a su madre en lo que podía, terminando el colegio siempre iba a ayudarla en su trabajo y con eso sobrevivían. Pero, todas estas carencias son causadas por un grupo despreciables de personas, los dioses; esos seres son unos caprichosos, esos seres detestables siempre tienen todo lo mejor mientras que los demás se pudren en la miseria y, ellos son parte primordial que ella este sentada en ese cuarto repleto de armas.
Ese fétido día, ese día en el que todo cambio, ese día en que vio morir a…
Abre sus ojos repentinamente, la tercera llamada la llama a la arena. Ha llegado el momento.
—Oye sigues ahí, te requieren en la arena de inmediato — Yoko, su representante y su amigo le dice tocando la puerta. —Te deseo mucha suerte, te estaré viendo desde la torre de control —Son sus últimas palabras antes de retirarse a la torre de control.
—Muchas gracias, en un momento salgo— Ella contesta, agarrando su espada favorita, una espada fabricada con el metal más puro y filoso de los 10 reinos, con gemas preciosas incrustadas en la hoja y en el mango. Recoge su casco del suelo y sale lista para todo lo que aproxime.
Ya está detrás de la puerta que guía a la arena, lista para salir a pelear mientras que la irritante voz del presentador la presenta al público.
—Y con ustedes damas y caballeros, la inigualable, la única, la ganadora de la “Competition Mortiferum” del año pasado, ¡Sally, el ángel de la muerte! .