Raíces y Vueltas

El negocio en Argentina

En Misiones, la vida era tranquila. Eugenio y Ester rentaron un pequeño local y empezaron a vender comida casera. Él cocinaba, ella atendía. Al principio apenas alcanzaba para vivir, pero poco a poco llegaron más clientes.

Un día apareció Lorenzo, un español alto, de bigote grueso.
 —Eugenio, tu comida es buena. ¿Qué te parece si ponemos un negocio juntos? —propuso.
 —¿Qué clase de negocio? —preguntó Eugenio.
 —Un restaurante grande, con música y buen vino. Yo pongo el dinero, tú el trabajo.

Eugenio aceptó. Firmaron un acuerdo sencillo, de palabra, y en pocos meses el restaurante estaba lleno cada noche. La caja crecía y las mesas siempre estaban ocupadas.

Pero con el éxito llegaron los problemas. Lorenzo comenzó a gastar sin control, contrató músicos caros y se llevaba dinero de la caja sin avisar.
 —Esto no va a terminar bien —le dijo Ester una noche, mientras contaba la recaudación.
 —Lo sé —respondió Eugenio—, pero ahora no puedo dejarlo.

Mientras tanto, María, la hija mayor, empezó a soñar con ir a Europa.
 —Quiero estudiar en Londres —dijo una tarde.
 —Eso cuesta mucho dinero —contestó Eugenio.
 —Trabajaré allá, papá. No te preocupes.

En 1978, con algo de ayuda de la familia, María partió rumbo a Inglaterra. Fue la primera vez que uno de los hijos se alejaba tanto. Eugenio sintió orgullo y miedo al mismo tiempo.

El restaurante seguía en pie, pero la relación con Lorenzo se volvía cada vez más tensa. Y Eugenio sabía que, tarde o temprano, algo iba a estallar.




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