Raíces y Vueltas

Aromas de cambio

Los días en casa habían comenzado a tomar otro ritmo, uno menos tenso y más cálido. Eugenio notaba cómo, poco a poco, la presencia de Carlos había llenado ese vacío que él mismo no se atrevía a admitir. Carlos no solo era el cocinero que mantenía la cocina en orden, sino que había empezado a ser una compañía inesperada.

Cada mañana, cuando los primeros rayos de sol atravesaban la ventana, el aroma a café recién hecho y a pan tostado despertaba no solo el apetito, sino también una sensación de calma en Eugenio. En medio del trajín de la vida, esos pequeños momentos se habían convertido en su refugio.

Una tarde, mientras fregaban los platos juntos después de la comida, Carlos rompió el silencio que se había instalado entre ellos desde hacía un rato.

—Eugenio —dijo con voz pausada—, tú quieres que María sea feliz, ¿verdad?

Eugenio asintió sin levantar la mirada.

—Entonces tienes que dejar que ella elija su camino, aunque duela. No es cuestión de renunciar, sino de abrirse a lo que la vida tiene para ella.

Las palabras de Carlos calaron hondo en Eugenio. No era fácil desprenderse del control, de los miedos, de las heridas, pero sabía que había algo más grande en juego. Algo que valía la pena.

Mientras tanto, María se preparaba para reencontrarse con Diego. Su viejo amor de la infancia que, aunque el tiempo y la distancia habían cambiado, seguía siendo un recuerdo vivo en su corazón. Regresar a la ciudad después de tantos años le había revuelto el alma, y ese encuentro era como cerrar un ciclo abierto desde niña.

Una noche, cuando la casa ya estaba en silencio, María se acercó al salón donde Eugenio leía. Su voz temblaba, pero estaba decidida.

—Papá —comenzó—, sé que todo esto ha sido complicado para ti. Que Diego y yo, y todo lo que significa, es un desafío. Pero quiero que sepas que él me hace feliz de verdad. Y me gustaría que tú formaras parte de esa felicidad, porque para mí eres lo más importante.

Eugenio cerró el libro y la miró con ojos sinceros, cansados pero llenos de amor.

—María —dijo con voz suave—, no ha sido fácil aceptar todo esto, pero quiero intentarlo. Por ti, por tu felicidad, por nuestra familia.

Ese fue el primer paso hacia una nueva etapa. Un paso lleno de incertidumbre, sí, pero también de esperanza.





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