La mañana de la partida llegó más rápido de lo que todos querían admitir. María y Diego subieron al auto con las maletas en silencio, como si cada palabra que quedara en el aire pesara más que el equipaje.
Eugenio abrazó a su hija con una fuerza que casi la dejó sin aliento.
—Recuerda lo que te dije: haz que valga la pena —susurró.
Ester, por su parte, fue más breve, pero sus ojos húmedos la delataron.
—Es tu vida, María. Vívela.
El auto se alejó y, con él, se llevó una parte del calor de la casa. Carlos, que se había acercado para despedirlos, volvió rápido al despacho, dejando a Eugenio y Ester solos en la entrada.
La ausencia de María dejó un silencio incómodo. Ya no había cenas con risas jóvenes ni discusiones ligeras. Y ese vacío comenzó a exponer fisuras en el matrimonio de Eugenio y Ester que habían estado tapadas por años.
Una noche, mientras Eugenio revisaba unos contratos en el comedor, Ester entró con gesto serio.
—Quiero hablar de nosotros —dijo, sin rodeos.
Eugenio levantó la vista, sorprendido.
—¿De nosotros? Pensé que estabas más interesada en tu regreso que en…
—Precisamente —lo interrumpió—. He estado lejos tanto tiempo que casi me olvido de lo que significa estar casada contigo. Y ahora que estamos en la misma casa, me doy cuenta de que no somos los mismos.
Las palabras cayeron como un golpe seco. Eugenio dejó el bolígrafo sobre la mesa y se reclinó en la silla.
—¿Y qué significa eso? ¿Que no quieres seguir?
Ester lo miró, y por primera vez en años, en su voz no había dureza, sino vulnerabilidad.
—Significa que necesitamos saber si todavía queremos lo mismo.
Ese mismo día, en Londres, María y Diego desembarcaban con el corazón acelerado. La ciudad los envolvía con su mezcla de historia y modernidad. Rentaron un pequeño departamento cerca del centro, con vistas a una calle empedrada que en invierno se cubriría de nieve.
Esa noche, mientras se abrazaban frente a la ventana, María pensó en sus padres. Se preguntó si estarían bien, si su madre seguiría siendo tan fuerte y su padre tan terco… y si algún día volvería a verlos como antes.
En Argentina, Eugenio y Ester se quedaron en silencio en la misma habitación, sin saber si su conversación había sido el inicio de un cambio… o el principio del final.
Editado: 12.08.2025