Razones para amarte

Uno.

Habría creído que esa mañana sería diferente, que tendría un poco de tranquilidad, estaba feliz por saber que volvería a verla, aunque era un hombre casado.

Suspiré cuando la vi ingresar a mi oficina, era algo que rara vez hacía, a menos que necesitara algo.

—¿Qué necesitas, Elena?

—Te ves pensativo, ¿Estás pensando en ella? Qué estúpido eres, no sabes lo que lamento haberme casado contigo, Dan.

—No empieces por favor, Elena, no quiero discutir contigo.

—Por supuesto que no quieres, tú nunca quieres nada, eres tan patético.

Negué con la cabeza, no estaba dispuesto a comenzar con el infierno en que se había convertido mi vida.

—Me voy, pero no creas que voy a darte el divorcio, ¿crees que por qué ella regresó, vas a tener una oportunidad con ella?

—¿Por qué quieres seguir en esta falsa? Tú no me quieres, nunca me has querido, nos casamos por tu embarazo, pero perdiste al bebé, no tiene caso seguir juntos.

Empezó a reírse, ya conocía el significado.

—Nunca Dan Clark, nunca voy a darte el divorcio y mucho menos ahora que esa mujer regresó, no te amo, tienes razón, pero amo lo que me das, lo que representas, gracias a tu cuñado y su abuela, tienes una excelente posición, me garantiza una buena vida, no renunciaré a eso, incluso si implica ser infeliz a tu lado, nunca te librarás de mí.

—Estás completamente loca.

—Sí, claro, ¿y tú te crees muy sano? Han pasado 5 años, ya deberías haberla olvidado.

Me quedé en silencio, ella salió con una sonrisa de satisfacción.

Estampé el documento que había estado leyendo contra mi escritorio, estaba molesto y no entendía por qué después de 5 años seguía lamentando mi error.

Quizás era porque iba a trabajar con ella, quizás porque estaba más hermosa que nunca, o tal vez porque mi vida era un desastre. Nada comparado con lo que había planeado.

Casarme con una mujer a la que no amaba, no había sido parte de esos planes, pero tuve que hacerlo, asumir las consecuencias de mis errores. Aun así, no podía olvidarla.

Llamaron a la puerta y tuve que fingir que todo estaba bien, ordené seguir y sonreí al ver que se trataba de la señora Molly, mi secretaria.

Le tenía un gran respeto, quizás por su edad, tal vez porque era tan amable y me recordaba a la señora Morffi.

—Joven Dan, lo busca una joven, Kim Aniston.

Sonreí al escuchar su nombre.

—Veo que es alguien importante, joven Dan.

—Lo es —respondí con una sonrisa suprimida—. Es el amor de mi vida, la mujer a la que siempre he amado, ¿Cómo me veo Molly?

—Elegante y muy apuesto, joven Dan.

Me acerqué y me puse frente a ella, pregunté si estaba segura y me miró pensativa, se acercó para acomodar mi corbata y con una amplia sonrisa, me dijo que ya me veía perfecto.

—Le diré a la señorita que puede seguir.

—Sí, gracias Molly, deséeme suerte.

—Mucha suerte, joven Dan.

Empecé a caminar de un lado a otro, escuché que llamaron a la puerta, tuve que aclarar mi garganta.

Suspiré con cierta emoción, estaba nervioso, la vería después de 5 años, le indiqué seguir.

Me fingí concentrado en unos documentos.

—Hola Dan, su voz suave como la recordaba—. Disculpa que interrumpa.

—Hola Kim —saludé girando ante ella para deleitarme con su presencia.

Había cambiado tanto, estaba tan hermosa, había pocos rastros de la chica a la que aquella noche en su cumpleaños 19 quité su pureza, a la que había mentido diciendo también había sido mi primera vez.

Me había quedado en silencio, pensativo, hasta que ella se acercó.

—Perdona que te interrumpa, Dan hay algo que quisiera decirte, ya que vamos a trabajar juntos, creo que es justo que lo sepas.

Suspiré y le pedí sentarse, supuse que hablaría de mi relación con Elena. Quizás iba a recordarme que estaba con alguien, que tenía una familia.

Ella se quedó mirándome, suspiró y se sentó.

—Dan, sé que debí decirlo antes, pero pasaron tantas cosas, Elena dijo que lo mejor era que desapareciera, que su embarazo era complicado, y creí que era lo mejor.

—Si no te importa, no quisiera hablar del pasado, aunque no me creas, no quise perderte Kim.

—Tenemos que hacerlo, pero no es necesario volver a ese punto, tú tomaste tu decisión.

—No lo hice Kim, sé que fui un idiota, pero fallarte, no fue una decisión consciente, estaba drogado, si Kim, quise formar parte de ese grupo de jóvenes que me harían estar a su nivel y empecé actuar como un idiota, lo siento, es imposible no hablar del pasado.

—Está bien Dan, honestamente no importa, es pasado.

—Importa, porque aún te sigo amando, Kim no he podido olvidarte, sé que estoy casado, pero nunca la he amado.

—Lo siento, Dan, no estoy aquí para hablar de tu decisión, aún recuerdo lo que dijiste y esa siempre será la verdad.

Agaché el rostro, aquella estupidez me tenía lamentando mi existencia, era infeliz, muy infeliz.

—Dan hay en mi vida una persona muy especial…

—Te casaste, lo entiendo —me puse de pies, lleno de celos por esa idea.

—No, Dan, no me he casado.

—Cierto, no traes una alianza.

—Dan, deja de interrumpirme, no es fácil lo que tengo que decirte.

—Ok, lo siento, me pones nervioso.

Me senté de nuevo, la miré y sonreí, le pedí continuar.

—Ella es Melanie, es…

—¿Tienes una hija? —recogí la fotografía sintiendo tristeza—. Es hermosa, se parece mucho a ti, supongo que también a su padre.

—Eres tu Dan, tú eres el padre de Melanie.

La miré y miré a la niña en la fotografía.

—¿No estás hablando en serio, verdad?

—Lo siento, pero lo hago, eres el padre de Melanie, tenemos una hija Dan.

Miré de nuevo la fotografía.

—¿Cuántos años tiene? —me acerqué señalando la fotografía, poniéndome de pies al lado de ella.

—Cuatro años, Dan yo…

—¿Cuatro años? ¿Tengo una hija de cuatro años y vienes a decirlo ahora? ¿Qué carajos pasa contigo, Kim? ¿Por qué? ¿Por qué me has ocultado a mi hija?




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