Razones para amarte

Cuatro.

Sin dejar de pensar en la actitud de Elena, de lamentar el estar casado con ella, me dispuse a jugar con mi hija y sobrina, Melanie me había aceptado y aquello me causaba gran emoción; sin embargo, el ver a su madre mirarnos desde cierta distancia y saber que hubiéramos sido una familia, de no haber sido por mi idiotez, hacía que mi emoción no fuera completa.

Jugué con las niñas hasta que por voluntad decidieron pintar de nuevo, dijeron volverían para sorprendernos, me acerqué a Kim, ella sonrió amable al verme.

—Lamento no haber estado, debió ser difícil cuando perdiste a tu madre, ¿no fue mucho después de que perdieras a tu padre, verdad?

—Así es Dan, el cáncer venció a mi padre, pero me alegro de haber cuidado de él ese tiempo, los perdí a los dos, pero ahora tengo a mi hija, soy feliz.

—Te admiro, eres una gran mujer. ¿Crees que estaríamos juntos si no hubiera sido tan idiota?

—No, no lo creo, en tu mundo no había lugar para mí, en tus planes, y a decir verdad la distancia cuando me mudé para cuidar de mi padre, aumentó mi desconfianza, aunque siempre me diste motivos a pesar de que negabas y te justificabas detrás de lo buen hijo, hermano, primo y amigo que eras, Dan, yo sobraba en tu vida, pero míranos, fue lo mejor para ambos, tú conseguiste lo que deseabas, casado con una mujer de buen apellido, tienes dinero, eres exitoso y me supongo que puedes tener todo lo que deseas. En mi caso voy lento, pero segura de que estoy en el camino correcto.

Sonreí sarcástico.

—Fue un error, es un error, mis planes, todo fue tan estúpido, no estoy con la mujer que quiero, estoy con la que me busqué por imbécil, todo lo que planee se me dio, pero no tienes idea de lo que daría por cambiarlo, por esto, por ti, por Melanie en mi vida. Supongo que no vale la pena decir más, no tuve la oportunidad de decirlo honestamente, pero… Lo siento, perdón, desde lo profundo de mi alma, perdona por todo.

Ella sonrió y extendió su mano con una pregunta que mató mis esperanzas.

—¿Amigos?

—Amigos —dije ocultando mi pena y estrechando su suave y delicada mano.

—Mami, mami, mira, mami ha llegado Arnold.

Tragué grueso al reconocer ese nombre y ver a mi hija tan emocionada por la presencia del extraño que tenía lo que deseaba.

—Ah, perdona, es mi pareja, iré a recibirlo, puedes irte y volver mañana, Dan, si crees que será incómodo.

—Está bien, puedo tolerar la situación, después de todo estoy aquí por Melanie, ve, gracias por … Ve.

Se alejó y no hubiera pensado en seguirlas, de no ser porque mi hija se había llevado emocionada a mi sobrina con la intención de presentarle al tipo al que llamó su segundo papá.

Aquello había dolido, pero salir y verla abrazada a él, mientras cargaba a mi hija, pareciendo una familia, destrozó mi corazón y de algún modo, hirió mi orgullo. Mi hija un poco más emocionada de ver al tipo, de lo que estaba ella. Supuse que le había mencionado quién era, que él me subió las cejas a modo saludo, o eso había entendido.

Con el corazón apachurrado y fingiendo con el valor que me había faltado para luchar por ella, me acerqué, nos presentamos, debía reconocer que parecía un buen tipo.

Pasados unos minutos y siendo ignorado incluso por mi sobrina, decidí que debía por ese día retirarme, dolía, lastimaba verla tan feliz, tan realizada y que no fuera a mi lado, dolía, que mi hija llamara segundo papá a otro hombre, pero no tenía derecho a reclamar, no estaba en la posición.

—Kim, creo que es momento de que me vaya —interrumpí dejándome llevar por los celos.

—Ok, Melanie, amor, despídete de papá y de tu prima.

—No, por favor papito no se vayan aún, quiero jugar con Annia.

—Lo siento princesa, tenemos que irnos, pero te prometo que volveré mañana, que traeré cosas útiles, ya he visto que puedo darte, ven dame un abrazo —me agobié apoyando una de mis rodillas y extendí mis brazos.

—Quédate, es decir, yo ya debo irme, amor solo venía para confirmarte nuestra cena mañana, la princesa, tú y yo, ya reservé —dijo Arnold, con voz amigable.

Abrí mis labios con gesto de sorpresa, Melanie se alejó para abrazarse a las piernas del hombre, emocionada le agradecía. Sentía que me estaban apuñalando con tanta rapidez y tan seguido que no podía sentir las heridas sangrar, la mujer que amaba se veía feliz con él, mi hija parecía quererlo, y yo, yo solo era un simple invitado, viendo lo que mi estupidez me había llevado a perder.

Insistí en irme, pero no pude poner mis celos, mi incomodidad, por encima del deseo de mi hija, decidí quedarme, obligándome a ver el beso que al despedirse recibió Kim, mi Kim. Hice un gran esfuerzo por fingir que su felicidad me hacía feliz, pero no era cierto, deseaba estar en el lugar del tipo.

Ella dijo que adelantaría trabajo, entró para salir con su laptop y unos documento, seguía jugando con las niñas, conociendo un poco más a mi hija, desviando mi mirada, algunas veces para descubrirla, concentrada en su trabajo, algunas veces me sonreía.

Media hora más tarde, ella trajo galletas y jugo, se sentó con nosotros en lo que habíamos simulado como un pícnic. Había olvidado el cómo me sentía, para pasar a disfrutar como hacía años no lo hacía, las ocurrencias de las dos pequeñas nos tenían sonriendo a carcajadas.

Seguía mirándola disimuladamente, fingiendo que aceptaba que la había perdido. Nos habíamos quedado dos horas más, hasta que debimos regresar, me despedí de mi hija, diciendo que estaría ahí para acompañarla a la guardería, ella se emocionó, era su último año en ese lugar, había dicho Kim.

Annia se despidió y nos acompañaron hasta la puerta, de nuevo abracé a mi hija, le dejé saber cuanto me había alegrado conocerla. Agradecí a Kim y con un beso en su mejilla que me llevó al pasado con el aroma de su cabello, me despedí finalmente.

Mientras conducía escuchaba lo feliz que estaba Annia, tanto que hasta me pedía hacerme novio de Kim, que ella si le agradaba, encendí mi móvil, muchas llamadas de Elena, llamé a Enid, para decirle que iba rumbo a su casa, dijo que nos esperaba.




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