Razones para amarte

Ocho.

Deduje que lo más razonable era que se encontrara en el domicilio de su amante, dado que su relación con sus padres había empeorado en los últimos meses.

Manejé a una velocidad moderada, sin lograr deshacerme de mi molestia como intenté mientras conducía.

De mala gana, dejé el coche y me encaminé hacia el apartamento de Kaleth en un edificio. Cuatro pisos que subí en el ascensor.

Cuando menos esperé me encontré llamando a su puerta.

Mis ojos se abrieron de par en par al comprobar que era cierto: llevaba puesta una camisa, tenía el labio partido y un ojo hinchado y morado.

—¿Qué te ha pasado, Elena? ¿Quién te ha hecho esto? —pregunté asombrado y señalando su rostro.

Me miró fijamente y sonrió.

—Hola, amor. ¿Mi abogado te visitó? —respondió.

—Contesta a mi pregunta. ¿Quién diablos te ha golpeado en la cara? —insistí.

Se acercó rodeando mi cuello con sus brazos.

—¿Ahora te preocupas? —dijo con ironía.

Agarré sus manos y la aparté.

—Esto no es un juego, Elena, ¿por qué involucraste a mis padres? Nunca te he agredido, nunca he levantado la mano en tu contra, a pesar de los motivos que me has dado.

—Te advertí que no te librarías de mí, Dan. Puedo retractarme y detener todo esto si te olvidas de la idea de divorcio. Podría tolerar que veas a tu hija, si prometes no abandonarme, si prometes no darte una oportunidad con esa mujer.

—Elena, ¿qué ha pasado contigo? No eres la misma mujer que conocí. Escucha lo que estás diciendo, no tiene sentido continuar juntos. Podemos llegar a un acuerdo beneficioso para ti, pero…

—No me interesa, Dan. Nunca me has conocido realmente. Solo fingí ser esa mujer con la que te casaste. Mis padres estaban en bancarrota y tenía que asegurarme de mantener la vida que siempre he tenido, la que me gusta.

—¿Cómo es posible que te motive únicamente el dinero? Eres joven y capaz de trabajar, Elena, tienes mi misma edad, puedes valerte por ti misma, te quedará dinero con el acuerdo de divorcio. Solo detén esta locura.

—No tengo intenciones de trabajar, no es lo mío. Por eso me casé contigo, prometiste amarme, respetarme y cuidarme. Pues bien, es tu responsabilidad, soy tu esposa.

—No es mi obligación, no quiero estar contigo y nada de lo que hagas me hará cambiar mi decisión de divorciarme. Hablaré con mis padres, sabrán todo. Si deseas chantajearme, adelante. Si deseas hacerlo público, adelante. No me importa, haz lo que desees. Esta vez no te funcionará.

Intentaba marcharme y se adelantó.

—Dan, espera, no te vayas. Dan, lo siento, tienes razón. Necesito ayuda, no me dejes sola. Dan Kaleth me golpeó.

La miré con el ceño fruncido, no podía creerlo. No volvería a caer en su juego.

—Dan, asistiré a terapia, haré lo que sea, pero por favor, no me dejes.

—Lo siento, Elena. Debemos separarnos. Busca ayuda.

—Voy a hacerlo, Dan, solo quédate conmigo un momento, Kaleth puede volver, tengo miedo, no sé a dónde ir, cambiaste el código.

—Llama a mis padres y diles la verdad, hazlo y me quedaré, te llevaré a presentar una denuncia por lo ocurrido.

—Está bien, solo déjame ir por mi celular.

—No hace falta, tengo el mío.

—De acuerdo, solo iré por agua, ¿quieres un poco?

—No, Elena, basta de excusas, llamaré a mis padres y les dirás la verdad, que nos estamos separando, que no te he tocado de esa manera y que fue tu amante quien te lastimó.

—¿Ves? Necesito una bebida, no será fácil.

—De acuerdo, solo date prisa.

Ella se alejó a buscar la bebida y me senté, llamé a mis padres, no respondieron de inmediato.

—Te traje uno, tú también lo necesitas, Dan.

—No beberé, debo conducir. Volveré a llamar.

—De acuerdo, iré a buscar mi celular mientras responden Dan.

Ella volvió a irse, insistí con mis padres, pero no respondieron. Me estresé y terminé bebiendo el trago.

Me senté y seguí insistiendo.

Al ver que ella no regresaba intenté levantarme y me sentí tan mareado que tuve que sentarme.

—Hola Dan, veo que ya está haciendo efecto.

Sacudí la cabeza, empezaba a ver borroso y a escuchar distorsionado.

—¿Qué me diste Elena? ¿Qué hiciste?

Supe que dijo algo, pero no logré entender.

No tenía idea del tiempo que había permanecido inconsciente, pero las luces encendidas me indicaron que habían pasado varias horas.

Noté que todavía me encontraba en la casa de Kaleth.

Intenté levantarme.

—¿Qué estás haciendo? Dan, no te levantes tan rápido. Bebe esto, es agua, te ayudará a sentirte mejor.

—¿Qué me diste, Elena? No quiero recibir nada de ti.

—No seas tonto, ya logré mi objetivo. Llamaron tus padres, aproveché y les dije que nos reconciliamos, también lo hice con la empleada, llamó y dije que no podías ir a lo que sea que tuvieran planeado.

—Mi hija —recordé que había quedado en recogerla—. ¿Qué le dijiste a Kim?

—Bebe el agua, Dan, te ayudará. No le dije mucho, solo que te quedaste dormido después de pasar un buen rato juntos.

La frustración que sentí fue suficiente para levantarme. Tomé mi móvil y al verificar la hora, comencé a llamarla.

A esa hora, probablemente ya se había ido a cenar con su novio. La idea de haber decepcionado a mi pequeña me afectó más que el malestar que sentía en ese momento.

—Tú y yo hablaremos después —advertí, intentando salir del lugar.

—Ya todo está solucionado, Dan.

—¿A qué te refieres, Elena? ¿Por qué dices que todo está solucionado? Olvídalo, no tengo tiempo para tus juegos, debo irme.

—Conduce con cuidado, cariño —dijo cínica.

Sacudí la cabeza, me dolía un poco, pero no iba a detenerme. Sabía que tenía que enfrentarla, averiguar qué planeaba, pero no podía quedarme. Debía asegurarme de que no le hubiera dicho algo que pudiera arruinar aún más mi situación.

Subí al coche y conduje despacio, rogando que mi hija no sintiera que le había fallado al no recogerla a tiempo.




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