Reacción Inesperada

∞ Capítulo 1

La primera regla de Abril Montenegro para sobrevivir al último año de secundaria era simple: evitar reacciones innecesarias. Reacciones hormonales, emocionales, impulsivas. Todo lo que pudiera alterar su sistema debía ser neutralizado. Y para eso existía su método: una lista negra de chicos prohibidos, compartida con sus amigas, actualizada cada domingo como si fuera un boletín epidemiológico.

Lucas Ferraro encabezaba esa lista desde hacía dos años. Motivo: “Ex de Valen, egocéntrico, probable narcisista, besa como si estuviera en un videoclip, y dice ‘bebé’ sin ironía”. Abril lo había visto una vez en una fiesta, rodeado de chicas, haciendo beatbox con una botella de fernet. Fin del análisis.

Así que cuando entró al aula el primer día del último año y lo vio sentado en su banco —su banco— con auriculares y sonrisa de “sé que soy problema”, supo que el universo estaba en huelga.

—Ese lugar es mío —dijo ella, sin saludar.

Lucas se sacó un auricular. La música seguía sonando, algo con bajo sensual y letra innecesariamente intensa.

—¿Tienes nombre o solo amenazas? —respondió él, con tono de tráiler de película adolescente.

—Abril Montenegro. Y sí, tengo amenazas. ¿Te vas a mover o tengo que llamar a la rectora?

Lucas se levantó, hizo una reverencia exagerada y se fue al banco de atrás. Abril se sentó, sacó su carpeta, su resaltador y su dignidad. Pero algo no cerraba.

—¿Qué haces aquí? —preguntó, sin mirarlo.

—Me cambié de colegio. Mi madre dice que este tiene “ambiente académico”. Yo digo que tiene buena luz para selfies.

Abril lo anotó mentalmente: sigue siendo idiota.

La clase empezó. Literatura. La profesora anunció que el primer trabajo sería en parejas. Abril sintió una vibración cósmica de peligro.

—Voy a asignarlos al azar —dijo la profesora, como si no supiera que el azar es el enemigo del orden.

Y entonces lo dijo.

—Abril y Lucas.

Silencio. Luego, risas. Luego, el sonido de la lista negra ardiendo en llamas imaginarias.

Lucas se inclinó hacia adelante.

—Parece que el universo quiere que me redima.

—O que yo repita el año —respondió Abril, sin levantar la vista.

. . .

El recreo llegó como un salvavidas emocional. Abril salió al patio, se sentó con Valen y Cata, y les contó lo ocurrido con la precisión de una víctima de guerra.

—¿Lucas Ferraro está en tu clase? —preguntó Valen, con cara de “esto es una telenovela”.

—No solo eso. Es mi compañero de trabajo práctico. De literatura. De Miguel de Cervantes¿Entienden el nivel de tortura?

—¿Y sigue igual de… Lucas? —preguntó Cata, que siempre había tenido una debilidad por los chicos problemáticos.

—Peor. Tiene auriculares, sonrisa de influencer y una remera que dice “No soy tu tipo, soy tu excepción”.

Valen se atragantó con su alfajor.

—¿Y qué vas a hacer?

—Nada. Ignorarlo. Fingir que no existe. Y si insiste, lo reporto por acoso académico.

—¿Y si te gusta? —preguntó Cata, con tono de provocación.

—Está en la lista negra. Es literalmente el ejemplo de lo que no hay que tocar ni con guantes de látex.

—Eso no responde la pregunta —dijo Valen, arqueando una ceja.

Abril se levantó. No iba a caer en provocaciones. No ese día. No con ese chico.

. . .

La biblioteca del colegio era el lugar donde los romances morían. Silencio, olor a papel viejo y una bibliotecaria que parecía entrenada por la CIA. Abril llegó con su carpeta, sus marcadores y su plan de ataque. Lucas ya estaba ahí, sentado, con una pila de libros y una expresión de “esto no me interesa pero me divierte”.

—¿Sabes quién es Miguel de Cervantes? —preguntó ella, sin saludar.

—Sí. Un señor que escribía cosas raras y cuando se aburriría se iba a las batallas.

Abril puso los ojos en blanco, pero se limitó a hablar sobre el trabajo.

—Perfecto. Vamos a hacer un análisis de “Don quijote de la mancha”. Tú investiga el contexto histórico. Yo hago el análisis literario. No me hables si no es necesario.

—¿Y si quiero hablarte por gusto?

—Te ignoro por necesidad.

Lucas sonrió. Tenía esa sonrisa que parecía diseñada para molestarla. No era linda. Era peligrosa.

—¿Siempre ere así de simpática?

Preguntó, con toda la intención de seguir molestando a la pelirroja.

—Solo con gente que no está en mi lista negra.

Lucas elevó una de sus cejas con burla.

—¿Estoy en tu lista negra?

Preguntó, sabiendo perfectamente que posiblemente era uno de los primeros. Era conocedor de esa lista por Valen.

—Encabezas el ranking.

Comenzó a guardar sus libros.

—¿Y qué tengo que hacer para salir?

Jugó con unas gafas de sol.

—Cambiar de personalidad. Y de planeta.

Lucas se rio. Abril lo odió un poco más. Porque su risa era contagiosa. Porque su presencia era ruidosa. Porque su existencia era una amenaza constante a su sistema emocional.

«Es el ex de tu amiga y está prohibido »

Se repitió varias veces en su mente, mientras salía de la biblioteca echando humo. Ella deseaba terminar ese año tranquila, en paz, disfrutar de sus amigas la fiesta de graduación.

. . .

Esa misma tarde Abril volvió a la biblioteca con la dignidad reconstruida a base de sarcasmo y cafeína. Se sentó en su rincón habitual, rodeada de apuntes, resaltadores y una determinación férrea de ignorar cualquier pensamiento que incluyera hoyuelos, sonrisas o nombres que empezaran con “Lu”.

Pero el universo, como siempre, tenía otros planes.

—¿Estás estudiando o planeando una invasión? —preguntó Lucas, apareciendo con una pila de libros y esa expresión de “no tengo idea de lo que estoy haciendo, pero igual vine”.

Abril no lo miró.

—Estoy intentando salvar mi promedio. Tú deberías hacer lo mismo.

Respondió simulando concentración.

—Yo ya me rendí. Vine a buscar refuerzos.

—¿Y pensaste que yo era tu refuerzo?




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