Ya nada era igual, todo era sumamente extraño. Abril ahora deseaba pasar más tiempo con aquel chico que tanto le habían repetido que odiaran que con sus amigas de siempre. O quizás ahora se daba cuenta que realmente no tenía amistades sinceras.
Se escondió en el cubículo del baño cuando escucho pasos, no quería que nadie supiera que estaba ahí, algo en su corazón le gritó que no saliera, que debía escuchar a las personas que habían ingresado al baño.
—Creo que deberías parar.
Le dijo Mili a Valen, quien acomodaba su cabello con insistencia.
—Si Val, yo no sirvo para ser así. Si ya no seremos amigas de Abril cortemos con esa relación y listo.
Cata jugaba con goma de mascar mientras observaba su dedo índice como se cubría de aquella goma rosa.
—¿Y si ella ya nos cortó a nosotras? —dijo Valen, bajando la mirada al espejo —Digo, ¿cuándo fue la última vez que nos contó algo de verdad?
—Cuando nos confesó que le gustaba ese chico raro de tercero —respondió Cata, estirando la goma como si fuera una cuerda de violín desafinada. —Y ustedes se rieron como hienas.
—¡Era una confesión seria! —exclamó Mili, cruzándose de brazos. —Yo pensé que lo decía en broma, pero después la vi mirándolo como si fuera un croissant recién horneado.
Abril, desde el cubículo, sintió que su corazón se convertía en una mezcla de rabia y tristeza. ¿Así hablaban de ella cuando no estaba? ¿Croissant? ¿En serio?
—Igual, no entiendo qué le ve —continuó Valen—. Tiene cara de que se ríe solo en los recreos y colecciona estampillas de gatos.
—Eso es lo más adorable que dijiste en todo el año —dijo Cata, soltando la goma que cayó con un “plop” dramático al suelo.
Abril apretó los puños. No sabía si salir y enfrentarlas o quedarse ahí hasta que se fueran y luego fingir que nunca escuchó nada. Pero justo en ese momento, su celular vibró. Un mensaje.
*Ya estoy en la biblioteca esperando por ti*
Lucas, él era el único que se había portado amable con ella esas últimas semanas y ahora que había escuchado aquella conversación de sus supuestas amigas. Ella también iba a jugar.
Tecleo un *En cinco estoy ahí*
Escucho los pasos de las tres chicas y cuando la puerta se cerró ella salió. Se miró al espejo y recordó lo que su mamá siempre le decía “Si tus amigos no aceptan lo que eres no son amigos” aquello jamás había tenido tanto sentido como ese día. No iba a vénganse por ahora, ella iba a dejarse lleva por sus sentimientos y disfrutar.
Abril salió del baño como si acabara de sobrevivir a una guerra emocional. Se acomodó el cabello, se puso brillo labial con la dignidad de una reina en exilio y caminó hacia la biblioteca como si el pasillo fuera una pasarela de redención.
Lucas estaba en la misma mesa que habían ocupado desde que habían comenzado la tarea de literatura, rodeado de libros que nadie más tocaba y con esa expresión de “me importa estos libros”. Cuando la vio, sonrió. No como los chicos que sonríen porque creen que deben hacerlo. Él sonrió como si verla fuera lo mejor que le había pasado ese día.
—¿Todo bien? —preguntó, cerrando su cuaderno de apuntes con una palmada suave.
Abril se sentó frente a él, aún con el eco de las hienas en su cabeza.
—¿Alguna vez sentiste que estabas en una película, pero sin guion? —dijo, cruzando las piernas y sacando su cuaderno como si fuera una espada.
Lucas la miró con curiosidad.
—Todo el tiempo. Aunque creo que tú sí tienes guion. Solo que lo estás reescribiendo.
Abril soltó una risa que no esperaba. De esas que salen cuando alguien te ve sin filtros y no te juzga por coleccionar estampillas de gatos o mirar a alguien como si fuera un croissant.
—¿Sabes qué? —dijo, apoyando el codo en la mesa. — Estoy harta de fingir que me gusta estar con gente que me hace sentir como si fuera un error con patas.
Lucas la miró como si acabara de decir la frase más épica del universo.
—Entonces deja de fingir. Sé la versión sin edición de ti misma. Yo ya la prefiero.
Abril sintió que algo dentro de ella se acomodaba. Como si por fin hubiera encontrado el botón de “modo protagonista”.
—¿Y si empezamos a escribir nuestro propio guion? —preguntó, medio en broma, medio en serio.
Lucas levantó una ceja.
—¿Con croissants, estampillas y chicas que escuchan conversaciones desde el baño?
—Exactamente. Pero con soundtrack de Taylor Swift y escenas en cámara lenta.
Ambos rieron. Y mientras Abril abría su cuaderno para fingir que estudiaba, supo que algo había cambiado. No por lo que escuchó en el baño, sino por lo que decidió hacer después. Porque a veces, crecer no es vengarse. Es elegir con quién quieres compartir tu croissant emocional.
—Esta noche tengo una fiesta con los chicos de mi antiguo colegio. ¿Quieres ir?
La pelirroja en medio de aquella euforia por hacer lo que ella deseaba, olvidando sus “amigas.”
—Pasa por mi a las ocho.
Aquella respuesta hizo sentir a Lucas satisfecho y sonrió dejando a Abril perdida.
. . .
Una vez más se miró al espejo, había elegido una blusa que le llegaba a las caderas de color azul eléctrico y una falda negra debajo de sus muslos. Su cabello suelto, libre, con un suave maquillaje. No quería ir como acostumbraba a vestir, en su inconsciente ella quería verse bonita para Lucas.
—¿Dónde es esa fiesta?
Preguntó su padre en cuanto la vio bajar por las escaleras.
—Es del otro lado de la ciudad, en los lugares más oscuros y donde lo prohibido allí es legal.
Se burló su madre desde la puerta de la cocina, con una sonrisa burlona, disfrutando de que su esposo estaba comenzando a vivir los primeros celos de padre.
—Sigue jugando, que esto tiene venganza.
Se puso de pie mientras acunaba al pequeño miembro de la familia. Un bebé de apenas dos meses, un niño, con el cual su madre sabía que sería ella quien estuviera en aquel lugar en un futuro.