Lucas no apartaba la vista de Dan, aunque su sonrisa seguía intacta, demasiado perfecta para ser real. Abril, en cambio, levantó una ceja.
—Bueno, parece que ahora se conocen —dijo, bebiendo otro sorbo para no parecer nerviosa.
—Sí, todo un honor —respondió Dan, sin darse cuenta de la tensión que se cocinaba frente a él.
—El honor es tuyo —remató Lucas, como si estuviera cerrando un duelo.
Abril rodó los ojos.
—En serio, ¿van a medir fuerzas con apretones de mano? Porque si es así, yo me voy a bailar.
Y sin esperar respuesta, dejó el vaso sobre la mesa y se lanzó al centro de la pista. La música era contagiosa y el lugar estaba repleto de cuerpos moviéndose al ritmo del bajo. Abril dejó que la luz estroboscópica la cubriera mientras levantaba los brazos y se dejaba llevar, intentando olvidarse de la mirada de Lucas.
Claro, olvidarse de él era imposible. A los pocos segundos lo tenía detrás, bailando con esa confianza natural que hacía que la gente les abriera paso sin siquiera pedirlo.
—No pensabas dejarme fuera, ¿verdad? —susurró cerca de su oído, y Abril sintió un escalofrío recorrerle la espalda.
—Yo pensaba bailar tranquila —respondió ella, girando apenas para enfrentarlo.
—¿Tranquila? Eso es aburrido —rio él, acercándose un poco más.
Antes de que Abril pudiera replicar, Dan apareció de repente, interponiéndose con una sonrisa amplia.
—¿Me concedes este baile? —le preguntó a Abril, extendiéndole la mano como en las películas antiguas.
Abril parpadeó, sorprendida. Lucas lo miró como si acabara de insultar a toda su familia. Ella, por su parte, sonrió divertida.
—Claro, ¿por qué no? —dijo, aceptando la mano de Dan.
La expresión de Lucas fue un poema, incredulidad mezclada con celos disfrazados de indiferencia. Se quedó al borde de la pista, observando cómo Abril y Nico se movían al ritmo de la música. Ella reía con libertad, quizás un poco más de lo necesario, solo para asegurarse de que Lucas lo notara.
Pero la jugada no salió como esperaba. Porque, lejos de molestarse, Lucas sonrió de lado, esa sonrisa peligrosa que anunciaba que planeaba algo.
Abril lo vio y supo, en ese instante, que la noche no iba a terminar tranquila.
Dan giró a Abril torpemente, casi haciéndola chocar contra otro grupo. Ella se rio a carcajadas. No porque fuera un buen bailarín, sino porque el chico se estaba esforzando demasiado.
—¿Todo bien? —preguntó Abril, intentando no perder el equilibrio.
—¡Claro! —contestó él, con una sonrisa que parecía pegada con cinta adhesiva.
En ese momento, Lucas apareció otra vez, pero no solo. Una de las chicas que lo había estado rodeando antes colgaba de su brazo como si fuera un bolso de diseñador.
—Firefly, ¿estás bien? —preguntó él, exagerando la preocupación, mientras la otra chica reía como si entendiera el chiste privado.
Abril entrecerró los ojos.
—Perfectamente. Dan me estaba mostrando sus habilidades de baile.
—Sí, claro —replicó Lucas con una carcajada burlona —Yo diría que parecen más… maniobras de rescate.
La chica de su brazo soltó una risita aguda.
—Ay, Lucas, eres malísimo —dijo, dándole un golpecito en el pecho.
Abril sintió un calor extraño en el pecho. ¿En serio? ¿Golpecito en el pecho?
Dan carraspeó, notando la tensión.
—Bueno, yo puedo bailar con cualquiera, Abril, si preferís… —empezó a decir.
—No —saltó Abril enseguida, sujetándolo del brazo, demasiado rápido, demasiado obvio.
Lucas alzó una ceja, y esa sonrisa torcida volvió a aparecer.
—Interesante.
Abril quiso decir algo ingenioso, pero en ese instante la música cambió a una cumbia rápida. Dan intentó seguir el ritmo, dio un paso en falso y terminó pisándole el pie a Abril. Ella gritó, él tropezó y, en un acto de reflejo, se agarró de lo primero que tuvo a mano: la chica que colgaba del brazo de Lucas.
La bebida de ella voló por los aires y terminó derramándose sobre la camisa negra de Lucas.
El silencio fue inmediato. Lucas se miró el torso empapado y luego levantó la vista. Todos los presentes contenían la risa, menos Abril, que explotó a carcajadas.
—¡Esto sí que es un espectáculo gratis! —logró decir entre risas, doblándose un poco.
Lucas la miró, con la mandíbula apretada, y finalmente suspiró, derrotado.
—Me alegro tanto de estar aquí contigo, Firefly —murmuró, empapado y con una mezcla de fastidio y diversión.
Y entonces, como si el universo quisiera rematar el chiste, alguien desde atrás gritó.
—¡Eh, al chico guapo se le aguó el look!
La fiesta entera estalló en risas, y Lucas, con los brazos cruzados, terminó riéndose también. Abril lo miró y, aunque intentó disimular, sintió ese cosquilleo peligroso en el estómago que siempre aparecía cuando él estaba cerca.
Lucas, aún con la camisa empapada, se acercó a Abril. Ella trató de calmarse, pero cada vez que lo miraba parecía imposible no soltar otra carcajada.
—¿Ya terminaste? —preguntó él, arqueando una ceja.
—Lo intento —respondió ella, tapándose la boca con la mano para no reír más. — pero es que… ¡pareces un gato mojado!
Lucas la observó fijamente, serio, como si estuviera planeando una venganza inmediata. Abril retrocedió un paso, nerviosa.
—¿Qué vas a hacer? —preguntó, con un nudo en la garganta y al mismo tiempo con esa chispa de adrenalina que solo él sabía provocarle.
De pronto, Lucas se inclinó hacia ella, acortando la distancia en medio del ruido de la fiesta. Abril sintió cómo el bullicio se desvanecía alrededor, como si el mundo entero se hubiera quedado en pausa.
—Tenía mil opciones —murmuró él, tan cerca que el calor de su voz rozó su piel —Pero solo se me ocurre una.
Antes de que pudiera responder, Lucas la besó.
No fue un beso largo ni calculado. Fue impulsivo, eléctrico, como un reto lanzado y aceptado al mismo tiempo. Abril abrió los ojos sorprendida, pero en un segundo ya estaba respondiendo, sintiendo cómo el suelo parecía desaparecer bajo sus pies.