Reacción Inesperada

∞ Capítulo 7

Abril todavía estaba con el pulso acelerado cuando entró al aula. El murmullo de los compañeros, los libros sobre las mesas y hasta el olor a marcador la hicieron aterrizar de golpe en la rutina. Nada está pasando, todo es normal, se repitió en su cabeza, aunque sabía que era mentira.

Se sentó junto a Sofi, su compañera de clases, quien demostraba ser más amiga que el trío de chicas que conocía de hace tiempo. Ella ya la esperaba con los lentes torcidos y el cuaderno abierto.

—Llegas roja —comentó sin filtro, mirándola como si fuera un radar humano—. ¿Qué estabas haciendo?

—¡Nada! —respondió Abril enseguida, demasiado rápido. Se acomodó el pelo y abrió el cuaderno al azar, como si estudiar ecuaciones fuera lo más urgente del mundo.

Pero no había terminado de dibujar un par de números cuando la puerta del aula se abrió. Y ahí estaba él. Lucas, entrando como si no necesitara permiso, como si el instituto entero fuera solo su escenario personal.

Las chicas de las primeras filas suspiraron en voz baja. Uno de los chicos del fondo lo saludó con un choque de manos. Y Abril… Abril solo quiso que el piso se la tragara.

Por favor, que no se siente cerca, que no se siente cerca… rogaba mentalmente.

Y, como si el universo la disfrutara torturando, Lucas fue directo hacia ella.

—Lugar libre, Firefly —dijo, arrastrando la silla justo al lado suyo.

Abril se tensó.

—Hay muchos otros… —susurró.

—Pero este es el mejor —contestó él, con esa sonrisa de lobo que la hacía odiarse por sonreír también.

Sofi lo miró con el ceño fruncido, entre curiosidad y desaprobación.

—¿Firefly? ¿Desde cuándo le dices así?

Lucas apoyó un codo en el pupitre, mirando a Abril con calma.

—Desde que descubrí que brilla aunque no quiera.

Sofi abrió los ojos como platos.

—Ay, por favor —murmuró, poniéndose la mano en la frente. —Qué asco de cursi.

Abril lo miró furiosa, pero él solo se echó hacia atrás, disfrutando de la incomodidad que sembraba.

La clase empezó, el profesor hablaba de fórmulas que nadie entendía, pero Abril sentía imposible concentrarse. Lucas había abierto su cuaderno, aunque no escribía nada: solo hacía dibujitos en el margen y, cada tanto, empujaba suavemente el codo contra el de ella.

—¿Puedes parar? —le susurró Abril entre dientes.

—¿Parar qué? —contestó con fingida inocencia.

—Eso… empujarme.

Lucas sonrió sin levantar la vista.

—Es la gravedad. Estoy inevitablemente atraído hacia ti.

Abril lo miró boquiabierta.

—¡Estás loco!

—Y tú roja como un tomate. —Él hizo un gesto victorioso con el lápiz.

Abril apretó el cuaderno contra la mesa, intentando no explotar. Sabía que Sofi los estaba mirando de reojo, y lo último que necesitaba era que los demás se enteraran de lo que sentía.

El profesor se giró, escribiendo algo en el pizarrón. Fue el momento perfecto para que Lucas se inclinara hacia ella.

—¿Sabías que Valen me habló de ti esta mañana? —murmuró, con voz grave, muy cerca de su oído.

Abril se congeló.

—¿Qué?

—Ajá. Dice que debería mantenerme lejos. —Su sonrisa se amplió. —Y eso me da más ganas de acercarme.

Abril tragó saliva, sintiendo que el corazón se le iba a salir del pecho.

—No deberías…

—Pero quiero. —Lucas la miró fijo, como si no existiera nadie más en el aula.

Un murmullo la sacó de su trance. Sofi la observaba con ojos entrecerrados, claramente sospechando de más. Abril carraspeó, abrió el cuaderno y empezó a garabatear números al azar, cualquier cosa para distraerse.

El resto de la clase pasó entre roces, miradas robadas y pequeñas frases en voz baja que Lucas lanzaba solo para verla ponerse nerviosa. Cuando finalmente sonó el timbre, Abril sintió alivio.

Hasta que Lucas se inclinó otra vez y susurró:

—Nos vemos en el pasillo, Firefly. Si no vienes, voy por ti.

Abril lo fulminó con la mirada, pero él salió silbando, como si nada. Sofi, en cambio, se giró hacia ella con expresión inquisitiva.

—Abril… ¿me quieres contar qué está pasando o espero a que lo publique en la cartelera del colegio?

Ella se levantó de golpe, recogiendo sus cosas.

—Nada está pasando. Absolutamente nada.

Pero la sonrisa que se le escapó decía todo lo contrario.

Y mientras salía del aula con el corazón acelerado, Abril entendió que ocultar lo suyo con Lucas iba a ser la cosa más complicada —y peligrosa— de su vida.

. . .

El pasillo estaba casi vacío cuando Abril salió del aula. Los ecos de voces se perdían hacia el patio, y el aroma a desinfectante barato mezclado con perfume adolescente flotaba en el aire.

Ella caminaba rápido, con la carpeta pegada contra el pecho, como si de esa manera pudiera blindarse del caos que llevaba adentro. Nada está pasando, nada está pasando, repetía en su mente.

—Firefly.

La voz de Lucas la alcanzó por detrás, suave pero clara, como si supiera exactamente cuándo detenerla. Abril giró sobre sus talones y lo encontró apoyado contra las taquillas, con los brazos cruzados y esa sonrisa que parecía diseñada para arruinarle la cordura.

—¿Puedes dejar de aparecer de la nada? —dijo, tratando de sonar indignada, aunque el rubor en sus mejillas la delataba.

—No aparezco de la nada. Te estaba esperando —contestó él, encogiéndose de hombros.

—¿Esperando? ¿Para qué?

Lucas se inclinó apenas hacia ella, bajando la voz.

—Para recordarte que anoche no fue un sueño.

Abril se atragantó con su propia saliva.

—¡Shh! —hizo un gesto desesperado, mirando a ambos lados del pasillo. Si alguien nos escucha…

—Entonces bajamos la voz —dijo él, acercándose más de lo debido.

Abril retrocedió un paso y chocó contra las taquillas. El metal frío en su espalda contrastó con el calor que subía a sus mejillas. Lucas apoyó una mano junto a su hombro, inclinándose lo justo para que el mundo pareciera encogerse.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.