Reacción Inesperada

∞ Capítulo 9

La tarde cayó lenta sobre el barrio de Lucas, un conjunto de casas algo desordenadas pero llenas de vida. A diferencia del entorno más estructurado de Abril, su mundo era más ruidoso, impredecible… caótico, como él.

La puerta de su casa chirrió al abrirse. Adentro se oían voces. La televisión encendida con un partido de fútbol, risas, y el golpeteo de ollas desde la cocina.

—¡Lucas! —gritó una voz femenina desde adentro. —Llegas justo para poner la mesa, nene.

Él soltó un suspiro resignado y dejó el casco de la moto sobre el perchero.

—Hola, mamá.

Su madre apareció en la entrada de la cocina, con un delantal floreado y la mirada que mezclaba dulzura y autoridad.

—No me digas “hola” como si fueras un fantasma. Ve a lavarte las manos.

Lucas obedeció sin chistar. A pesar de su actitud desafiante en casi todos lados, frente a ella tenía otra cara: la de un hijo que, aunque fingiera independencia, aún vivía en una casa donde el cariño venía con órdenes claras.

En el comedor, su hermano menor, Thiago, de trece años, estaba tirado en el sofá, jugando videojuegos con los auriculares puestos.

—Eh, T —lo saludó Lucas, dándole una palmadita en la cabeza al pasar.

—No me digas T —gruñó el chico, sin despegar la vista de la pantalla.

—Te queda bien —rio Lucas, robándole el control por un segundo. — Gol.

—¡Luuuuucas! —Thiago saltó furioso del sofá.

— ¡Devuélvemelo!

—Ve a lavarte las manos tú también, enano —respondió él, devolviendo el control antes de que se desatara una guerra.

En la mesa familiar no había silencios incómodos ni formalidades. Había interrupciones constantes, comentarios sobre el partido, y bromas internas que solo ellos entendían. Lucas parecía fluir en medio de todo eso con naturalidad.

—¿Y? —preguntó su madre de pronto, sirviendo pasta—. ¿Cómo va el colegio?

Lucas se encogió de hombros.

—Normal.

—“Normal” no es una respuesta —replicó ella, arqueando una ceja. — No estarás peleándote otra vez con los profesores, ¿no?

—No… —respondió él, pero con esa pausa que no pasaba desapercibida.

Su madre suspiró.

—Lucas…

—Tranquila, má. Esta semana me porté bien. —Luego añadió en voz baja. —Más o menos.

Thiago soltó una carcajada.

—Sí, claro. Seguro.

Lucas lo miró con falsa amenaza.

—Tu cierra la boca, que todavía dormís con la luz prendida.

—¡Mentira! —gritó el chico, colorado.

Su madre negó con la cabeza, sonriendo.

—Ay, ustedes dos…

En medio del bullicio familiar, Lucas se quedó mirando la ventana unos segundos, distraído. Su mente volvió sin querer a la cancha, al momento en que Abril se había sentado a su lado. Esa risa nerviosa, esa mirada que se debatía entre el “me muero” y el “qué hago ahora”…

Su madre notó el cambio en su expresión.

—¿Y esa cara? —preguntó, sirviéndole más comida. —No es de bronca.

Lucas volvió en sí de golpe.

—¿Qué cara?

—La de alguien que está pensando en algo… o en alguien.

Thiago lanzó un “ooooohhh” exagerado desde el sillón.

—¡Lucas está enamoraaaado!

—¡Cierra la boca, enano! —dijo él, lanzándole una servilleta.

Su madre sonrió con picardía.

—Ay, si fuera verdad… Hace mucho que no te veo con esa cara, hijo.

Lucas se levantó con la excusa perfecta.

—Voy a ver a los chicos un rato.

—No vuelvas tarde —le gritó su madre mientras él salía.

. . .

Su refugio habitual era el viejo parque detrás de la estación. Ahí lo esperaban dos amigos de siempre: Dante y Ezequiel, conocidos por todos como “D y Z”, inseparables desde que tenían diez años.

—¡El hombre del momento! —gritó Dante al verlo llegar. Te estás perdiendo el partidito, loco.

—Estoy —dijo Lucas, lanzando la mochila al césped. — Jueguen ustedes, hoy no tengo ganas.

—¿Qué pasa? —preguntó Ezequiel, masticando goma de mascar.

—¿Problemas con la profe de literatura otra vez?

—No. Con nadie. —Lucas se dejó caer en el pasto, apoyando las manos detrás de la cabeza.

Dante y Ezequiel se miraron y luego se sentaron a los costados.

—Estás raro —dijo Dante. —¿Raro bueno o raro “me van a suspender”?

Lucas bufó.

—No sé. Capaz raro “me estoy metiendo en un lío hermoso”.

Ezequiel soltó una carcajada.

—¡Ajá! Hay mujer en la historia.

—No es “una mujer” —replicó Lucas con un deje serio. — Es… Abril.

Ambos amigos abrieron los ojos como si acabara de decir que estaba saliendo con la directora.

—¿La pelirroja? —preguntó Dante—. ¿La amiga de Valen?

—Sí —respondió él, sin borrar la sonrisa que se le escapaba.

Ezequiel se inclinó hacia él con una mezcla de burla y sorpresa.

—Hermano… estás en terreno minado.

—Lo sé —respondió Lucas. —Y no me importa.

Dante lanzó un silbido bajo.

—Valen te va a arrancar la cabeza si se entera.

—Ya sospecha —dijo Lucas, cruzando los brazos detrás de la cabeza. — Y las demás también.

—Y tú feliz en el medio, ¿no? —se burló Ezequiel. —Clásico Lucas.

Lucas se quedó en silencio unos segundos.

—No es como antes, loco. Esto… se siente distinto.

Los dos amigos se miraron, sorprendidos por el tono. Lucas no solía hablar así. Nunca.

—Bueno… —dijo Dante finalmente—. Entonces cuídate. Porque si es distinto, no la cagues como siempre.

Lucas sonrió.

—No pienso hacerlo.

. . .

La noche caía sobre la ciudad con un cielo despejado y una brisa suave. Abril estaba en su habitación, sentada junto a la ventana, mirando el celular por quinta vez en menos de diez minutos. No había mensajes nuevos, pero sí el recuerdo persistente de la conversación que había tenido con Lucas en la cancha.

Desde entonces, algo entre ellos había cambiado.

No era solo coqueteo.

No era un juego.

Había algo más profundo que se estaba formando.

Un zumbido suave la hizo girar la cabeza hacia la ventana. Al principio pensó que era el viento… hasta que lo vio.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.