Reacción Inesperada

∞ Capítulo 17

El sol de la mañana no parecía traer consuelo.

Lucas se había quedado despierto hasta tarde, observando cómo el cielo pasaba del negro al gris y luego al azul tenue.

No había dormido, no podía.

Cada vez que cerraba los ojos veía la misma escena: Abril alejándose, el ruido del motor, la cadena brillando en su mano.

Se levantó del sillón con una sensación de pesadez en el cuerpo.

No era solo cansancio. Era ese tipo de agotamiento que nace cuando uno intenta reparar lo irreparable.

Su madre estaba en la cocina, sirviendo café mientras miraba el jardín y los autos de los vecinos que partían a sus trabajos.

—¿Vas a ir al instituto hoy? —preguntó, sin levantar la vista del diario.

—Sí —respondió él. —Tengo cosas que arreglar.

—Arregla todo lo que esté mal en tu vida. No solo Abril, también quiero que tú rendimiento sea excelente. Debes ir a la universidad.

Lucas soltó una risa amarga, su mamá siempre tan directa.

—Todo esta en orden y te prometo que mis calificaciones son mas que excelente.

Su madre lo observó en silencio.

—A veces, hijo, cuando uno dice la verdad, no lo hace para que le crean. Lo hace para poder mirarse al espejo sin sentir que se traiciona.

Él asintió.

Y por primera vez en mucho tiempo, entendió lo que su madre quería decir.

. . .

El colegio parecía un hervidero.

Los rumores seguían corriendo de boca en boca, y aunque el video ya no era novedad, la gente seguía hablando.

Lucas caminó derecho por el pasillo, ignorando las miradas.

Cuando vio a Valentina junto a los casilleros, supo que era momento de terminar con eso.

—Necesitamos hablar —dijo con voz firme.

Ella se giró despacio, visiblemente incómoda.

—¿Otra vez?

—Hasta que digas la verdad.

Valen cruzó los brazos, intentando mantener la compostura.

—No entiendo por qué me culpas.

—Porque fuiste tu —respondió sin rodeos.

— Tú publicaste ese video. Tú sabías que era viejo, y aun así lo usaste para destruir algo que no podías tener.

El pasillo quedó en silencio. Algunos alumnos fingían ordenar sus cosas, pero escuchaban con atención.

—No quería destruir nada —dijo ella, bajando la voz. —Solo quería que entendiera quién eres en realidad.

Lucas la miró con calma.

—No, Valen. Querías que creyera que yo era quien tú necesitabas que fuera.

Ella apretó los labios, pero los ojos se le llenaron de lágrimas.

—Siempre la elegís a ella…

—Porque siempre fue ella. —Lucas respiró hondo. —Pero si te hace sentir mejor, no lo hiciste sola. Yo también tuve la culpa. Por no ver lo que estabas haciendo, por no poner límites.

Valen lo observó, sin saber qué decir.

Por un segundo, el orgullo se derrumbó, dejando al descubierto algo más frágil.

—No quise lastimarla —susurró—. Solo quería que me miraras una vez como la miras a ella.

Lucas tragó saliva, pero no respondió.

No había nada que pudiera decir que no sonara cruel o vacío.

Se dio media vuelta y se alejó, dejando a Valen con su culpa, su soledad y las consecuencias de sus decisiones.

. . .

Esa tarde, cuando las clases terminaron, Lucas fue hasta el campo donde habían jugado el partido de egresados.

El mismo lugar donde la había visto reírse por primera vez.

El cielo estaba nublado, pero el aire tenía ese aroma a verano que anunciaba finales y comienzos.

Se sentó sobre el césped, sacó el delicado anillo de su bolsillo y la sostuvo entre los dedos.

No podía dejar de pensar en ella.

En cómo lo había mirado antes de irse, con ese temblor en los labios que era más dolor que enojo.

Sacó su celular, escribió un mensaje… y lo borró.

Volvió a escribir otro, lo borró también.

Hasta que finalmente dejó uno corto:

〈”Se que estás confundida y hasta pones en duda mi palabra. Lo entiendo, en el pasado no fui una buena persona. Solo espera, la verdad llegará a ti.

Dudó, no sabía si poner en sobre aviso que ella pronto tendrá la respuesta.

Todavía no o quizás si. Y en un acto de valentía lo hizo, lo envió.

Guardó su móvil sabiendo que ella no le daría una respuesta. Sabía que no estaba en la ciudad, sus padres le habían dicho que se fue unos días con su amiga Sofía.

. . .

Mientras tanto, a kilómetros de distancia, Abril apoyaba la cabeza contra la ventanilla del auto de Sofía.

La ciudad se hacía más pequeña a medida que se alejaban.

El paisaje urbano se transformaba en campos abiertos, y el ruido del tránsito se reemplazaba por el canto de los pájaros.

Sofía miró de reojo a su amiga.

—No dijiste una palabra desde que subiste.

Abril se encogió de hombros.

—No hay mucho que decir.

—Eso es mentira —replicó Sofía, sin quitar la vista del camino. —Cuando alguien se calla tanto, es porque tiene miedo de que si habla, se rompa.

Abril sonrió apenas, con tristeza.

—Quizás ya estoy rota.

—No. —Sofía negó. —Estás dolida. Que no es lo mismo. Y déjame decirte que estás así por pura ganas. El no miente Abril y tú lo sabes.

El auto se detuvo frente a una casa de campo que pertenecía a la abuela de Sofía.

Era un lugar tranquilo, con un jardín lleno de flores y un porche que invitaba a quedarse.

Sofía bajó con las llaves en la mano y le hizo un gesto.

—Vamos, te va a hacer bien respirar un poco de aire de verdad.

Abril la siguió.

Entró, dejó la cartera sobre una silla y se desplomó en el sofá.

—¿Quieres hablar de él? —preguntó Sofía, sentándose frente a ella.

Abril se tapó la cara con las manos.

—No sé. No quiero odiarlo, pero tampoco quiero seguir sintiendo esto. Y tienes razón, yo lo que tengo es dolor de solo recordar que él se burlaba de mi

Sofía la observó en silencio.

—¿Y si no tienes que decidirlo ahora? A veces el corazón se toma su tiempo para entender. Lo que te sucede es que cuando comenzaste a olvidar lo que te hicieron creer de él, te lo recordaron de una manera cruel y no solo eso bajo, muy bajo.




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