El salón estaba irreconocible.
Guirnaldas de luces colgaban como estrellas domésticas, las mesas tenían centros de flores y la pista brillaba con un piso negro que reflejaba los colores de los reflectores.
La música vibraba.
Los egresados gritaban, saltaban, se abrazaban.
Era el cierre de un ciclo. El último capítulo.
Abril entró con Mili y Cata.
Llevaba un vestido negro con detalles plateados que brillaban cada vez que se movía. Su cabello caía en ondas suaves sobre los hombros. Sus pecas parecían constelaciones perfectamente colocadas.
—Pareces lista para protagonizar una película —dijo Mili.
—Más bien para romper corazones —agregó Cata, tomando un canapé del paso como si fuera una crítica gastronómica profesional.
—No vine a romper nada —respondió Abril, aunque el brillo en sus ojos insinuaba otra historia. —Solo… quiero vivir esta noche.
Como si el universo tuviera sentido del humor, en ese preciso instante, entró Lucas.
Traje negro.
Corbata floja, esa sonrisa que tanto derretía a Abril.
Lucas caminó hasta ella, sintiéndose relajado, no solo porque había finalizado aquella etapa de su vida, ni porque al fin había conquistado a la chica que siempre le gustó. También sentía alivió porque su madre ya no tendría que luchar con las apariciones de su padre, él había dejado el país días atrás. El ahora podría pensar en un futuro sin temor a dejar a su madre y hermanos porque el peligro ya estaba lejos de ellos.
Se detuvo al verla, su mirada fija, sin perder detalles del rostro de su Ferifly.
Él.
Ella.
El tiempo.
Se encontraron en medio del salón como si no hubiese nadie más.
—Estás hermosa —dijo él, sin filtro.
—Tu también —respondió ella, pero su voz salió más suave de lo planeado.
Mili, detrás, susurró a Cata.
—¿Nosotras… somos extras en esta historia?
—Literalmente —dijo Cata mientras se servía otro canapé.
Lucas extendió la mano.
—¿Bailas?
Pero la banda cambió de golpe la música a un reggaetón estruendoso.
Abril frunció la nariz.
—¿A esto lo llamas bailar?
Lucas se acercó a su oído y dijo.
—Vamos a esperar el momento adecuado.
No la soltó.
Solo la llevó a la pista con esa seguridad suya que hacía que todo pareciera simple.
Mientras bailaban en medio de la música fuerte, Abril sentía el calor de sus manos en su cintura… pero no de forma arrebatada, sino protectora.
Él la seguía, se reía cuando ella se reía, le guiñaba un ojo cuando ella lo empujaba.
No prometían futuro con palabras, sino con gestos.
Hasta que apareció Sofía, agitando una copa con refresco.
—¡FOTO DE PAREJA! ¡MUEVAN LOS CUERPOS, QUE ESTO ES HISTORIA!
Lucas levantó las cejas.
—¿Deberíamos temer?
—Solo sonrían —ordenó Sofía, como directora de cine.
Abril y Lucas posaron…
Pero Sofía no los fotografió.
Los grabó.
En el video, se ve cómo él la mira a ella, sin darse cuenta de nada más.
Cómo ella intenta contener la sonrisa.
Cómo él baja la cabeza, la acerca con la mano en la cintura y sus labios rozan su mejilla sin llegar a besarla.
Una magia silenciosa.
Mili fingió llorar.
—¡Soy una madre orgullosa!
Cata sacó una servilleta.
—No llores encima de los bocaditos.
La reprendió sin dejar de comer y mirar a su amiga al fin ser feliz junto a él.
Horas más tarde, la fiesta continuaba, pero Lucas había desaparecido.
Abril salió al jardín trasero del salón buscando aire.
Las luces colgantes iluminaban un camino de piedra.
El aire olía a noche y a verano.
—¿Me buscabas? —preguntó una voz detrás de ella.
Lucas estaba recostado contra una pared, sosteniendo algo en sus manos.
—¿Por qué estás aquí solo? —preguntó Abril.
—Porque si bailaba una canción más con los chicos de fútbol iba a terminar en la guardia —respondió con seriedad fingida.
Ella soltó una risa suave.
Él la miró como si ese sonido fuera suficiente para justificar todo lo vivido.
—Quería darte esto —dijo entonces, abriendo la mano.
El anillo brillaba en su palma.
—Lucas… yo no…
—No es una promesa exagerada —interrumpió él. —No te estoy pidiendo nada que no quieras darme. Solo quiero que tengas esto porque…
La voz le tembló.
La primera vez que ella lo veía inseguro.
—Porque contigo aprendí que amar no es ganar —dijo él, tragando saliva. —Es elegir quedarse.
Abril sintió las lágrimas detrás de los ojos.
—¿Y si te arrepientes?—susurró.
—Jamás, yo estoy seguro de todo esto.
Para mí es el recuerdo de que una vez tuve miedo… Y después dejé de tenerlo.
Ella respiró profundo, tímida, aturdida, enamorada.
—¿Y por qué quieres que lo tenga yo?
Lucas dio un paso más cerca.
Uno.
Y otro.
Hasta que sus respiraciones se mezclaron.
—Porque desde que tú llegaste… dejé de correr de todo y empecé a correr hacia algo.
Abril no se movió.
No podía.
—¿Y hacia qué estás corriendo ahora?
—Hacia ti —dijo él, como algo obvio.
Ella lo besó.
No desesperado. No impulsivo. No apresurado.
Un beso lento, suave, como si estuvieran leyendo una carta con los labios.
Cuando se separaron, él apoyó la frente contra la de ella.
—Quédate conmigo. —susurró Lucas. —No para ser mi final… sino mi comienzo.
Ella sonrió.
—Me quedo.
Le dio la mano.
Y en la pista, alguien gritó.
—¡ÚLTIMO BAILE!
La música cambió.
Una canción lenta, de esas que tienen letra de despedida y melodía de recuerdo.
Lucas la llevó al centro de la pista.
Ella apoyó la cabeza en su pecho.
—Te quiero —susurró Abril.
—Yo también —dijo él, pero luego agregó bajito.
—Y no pienso dejar de hacerlo.
Entre las luces. Entre la música. Entre todos.
Se besaron.