“Tifanny”… ¿Por qué Tifanny? No tenía ni la menor idea, fue lo primero que se me ocurrió una noche, en donde uno de mis posibles ligues decidió preguntar mi nombre mientras nos encontrábamos en un Antro de los barrios bajos de la ciudad. No podía ir por la vida declarando a diestra y siniestra que era Rebeca Stain, no solo corría el riesgo de que mi padre se enterara, sino que también me exponía a que alguien atentara en mi contra.
Nunca imaginé que alguna de mis aventuras de una noche terminaría siendo uno de los candidatos de mi padre… pero, un momento, ¿mujerzuela?
Estaba por rebatir aquel comentario tan hipócrita y misógino cuando la puerta se abrió de pronto, y el hombre de tez bronceada salió del cubículo llevando la camisa desarreglada y el pantalón con la bragueta abierta. Estaba jadeante, su rostro poseía un tono rojizo, y tenía el cabello desordenado, lo que dejaba en evidencia lo que se encontraba haciendo, pero no era eso lo que robaba mi atención, sino la expresión de su rostro; parecía molesto y eso le daba una apariencia ligeramente sexi.
De no ser porque su presencia representaba un verdadero problema, seguramente me habría excitado. Pero en ese momento, solo podía pensar en qué hacer para evitar que aquel hombre revelara mi secreto ante papá.
—S-Señor Mitchel —esbocé una sonrisa, intentando que no se notase lo nerviosa que me encontraba. —. La verdad no sé de qué me…
—No intentes pasarte de lista conmigo —dijo de pronto, acortando el espacio entre nosotros, manteniendo un semblante serio. —. Este es el trabajo de mi vida, una gran oportunidad, y si tu padre se entera que me acosté contigo me echará a patadas.
¡Punto a mi favor! El tipo no planeaba delatarme.
—Ah, ¿sí? —mordí mi labio inferior de manera juguetona, pensando en la situación. El saber que no me encontraba en riesgo me hizo relajarme, y por alguna razón, su angustia me resultaba divertidamente excitante. —. Y, ¿no crees que vale la pena el riesgo? —inquirí juguetona, acortando el poco espacio que había entre nosotros.
Miré fijamente sus ojos, y sonreí satisfecha al notar como sus pupilas se dilataban, hasta dejarlo con una mirada oscurecida por el deseo. No pude contener el impulso de darle un vistazo a su entrepierna, y presioné los labios para no reír al notar que nuevamente se encontraba acalorado, con un notorio bulto resaltando de su ropa interior, a través de la bragueta abierta.
«Qué promiscuo»
—¿Entonces, señor Mitchel? —ladeé un poco la cabeza, decidida a continuar provocándolo. —. ¿Lo val…?
No pude terminar la oración cuando de pronto me sujetó del mentón, haciéndome alzar la mirada, en tanto acercaba su rostro, al punto en que podía sentir su respiración pesada.
—Eres sensual, Tifanny, y me diste la mejor noche de todas —tragó saliva, mientras contemplaba mis labios. —. Pero tu padre tiene mi futuro en sus manos.
Si era honesta, no recordaba con exactitud a aquel hombre, pero, dado a que conocía el nombre que solía darle a mis aventuras, podía confirmar que en efecto lo había tenido entre mis piernas, y como quizás llevaba un par de copas de más encima aquel día, necesitaba que me hiciera recordarlo.
—Comprendo su posición —respondí, posando la mano sobre su pecho, para comenzar a descender lentamente. —. Pero su cuerpo dice lo contrario.
Un gruñido, que sonó más a un rugido salvaje, brotó de sus labios y en un loco impulso se inclinó para tratar de besarme, acto al que correspondí echando la cabeza hacia atrás con una sonrisa juguetona.
Había caído.
—Eres una incitadora. —dijo con reproche, al pensar que me estaba burlando de él.
Me alcé de hombros, antes de posar las manos en pecho y hacerlo retroceder hacia el cubículo donde se encontraba anteriormente, dándole un darle un leve empujón e indicándole con mis gestos que debía sentarse sobre la tapa del retrete.
—No estoy jugando —respondí a su comentario, retrocediendo un par de pasos.
Sabía que era una completa locura, pero en aquel momento mis impulsos eran más fuerte que la razón.
—¿Me recuerdas? —me preguntó.
Negué con la cabeza.
—Fue hace como mes y medio, ese día en el antro parecías una hermosa amazona en medio la pista, bailabas de una manera muy sensual, y el momento en que aceptaste ir a un lugar más privado conmigo, dudé mucho de sí podrías ser real o solo una ilusión.
No lo recordaba en lo absoluto.
—Fuimos al motel de la esquina, y yo seguía sin poder aceptar que aquello estaba pasando en realidad; olías tan bien, como ahora una fragancia tan delicada —comenzó a besar mi cuello. —. Tan limpia, aromática y con esa piel tersa y suave… eras como un sueño, ¿cómo no pude imaginar que no pertenecías a esas áreas? ¿qué hacía la hija de Stain en un lugar de mala muerte como ese y yéndose con cualquier persona?
Puse los ojos en blanco con una expresión de fastidio, y posé las manos en sus hombros, pidiéndole que se detuviera de una vez. No podía creer que realmente me hubiese enrollado con aquel tipo, era muy malo, no por nada lo había olvidado.
—Cierra la boca. —demandé, antes de tomar el control del asunto.
Sí, eso ayudaba mucho.
—¡Rebeca!
Abrí los ojos de golpe, mientras paraba en seco sintiendo como el corazón comenzaba a bombear fuerte contra mi pecho, luego de oír la voz de mi padre. Estaba por emitir un jadeo cuando sentí su mano posándose sobre mi boca, obligándome a guardar silencio.
Fruncí el ceño en confusión, y dirigí la mirada hacia el hombre, encontrándome un rostro pálido y una mirada cargada de terror. Si a mí me había asustado oírlo, tal parecía que a Mitchel le había provocado que el alma abandonara su cuerpo.
Gemí contra su mano.
—Guarda silencio —expresó, aterrado. —. Si bien antes me hubiera echado a patadas por saber que había estado contigo, el encontrarnos en plena acción hará que me mate.
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Editado: 17.11.2024