Un profundo suspiro brotó de mis labios, mientras veía mi reflejo en el espejo del baño, asegurándome de no tener nada fuera de lugar, para luego proceder a acomodar mis senos en el corpiño con escote de corazón del vestido de gala rojo vino que llevaba. No podía quejarme de mi apariencia, el color tenía un contraste perfecto con mi piel morena, y la prenda le hacía justicia a mi figura al tratarse de un vestido con cola de sirena, dándome un aspecto formal, pero sexi. Maquillaje ligero con los labios color escarlata, y mis risos rebeldes perfectamente peinados en un moño alto que permitía una mejor apreciación de mi cuello.
El atuendo perfecto, lastimosamente, para una aburrida noche beneficia de empresarios. Mi padre era muy listo, se había zafado de la responsabilidad de asistir, enviándome a mí.
No había nada que detestara más que aquellas fiestas; pese a que contaban con una barra de minibar, era escaso el alcohol que pudiera embriagarme, nada de música ambientada y lo peor, difícilmente se encontraba entre aquellos hombres a un posible candidato en cuyos brazos pudiera portarme muy mal. Todo era platicas de negocios, estrechar manos, fingir interés en los temas, beber una que otra copa de champán y rezar porque el tiempo pasara volando.
Las horas transcurrían y transcurrían y sentía que ya había agotado por completo mi nivel de socializar. Experimentaba un severo caso de aburrimiento solo de ver como todos en aquel lugar seguían el mismo patrón; tratando de encajar, mofarse y lucir interesante frente a los demás.
Hice todo lo posible por alejarme de cualquiera que se acercara preguntándome si era Rebeca Stain, sabía que solo estaban detrás de la probabilidad de adueñarse de mi patrimonio, y fue así como terminé en la barra, encontrándome junto al único hombre que no seguía ningún patrón.
La curiosidad me invadió al contemplarlo desde la distancia; él se mostraba frío, mientras bebía lo que parecía ser bourbon, permaneciendo de pie frente a la barra, con los codos apoyados sobre aquella superficie de madera, totalmente indiferente a todo lo que ocurría a su alrededor. Su semblante era sombrío, tenía una expresión de superioridad y arrogancia, pero su rostro de perfil y aquel hermoso cabello castaño tan sedoso prometían que tenía ante a mí a un verdadero adonis, lo cual lo volvía alguien de interés.
—Buenas noches —suspiré, mientras me posaba a su lado, a una distancia prudente, y dejaba mi bolso de mano sobre la barra. —. No sabía que el Bourbon estaba en el menú.
Él enarcó una ceja, mientras me observaba de reojo con una expresión carente de humor, seguramente molesto porque había interrumpido la paz que sentía en soledad. Tragué saliva cuando giró el rostro lo suficiente para que pudiera verlo, y vaya que su mirada grisácea me arrebató el aliento, al punto en que tuve que contener un jadeo.
—No lo está. —respondió, indiferente, antes de beber lo que restaba, para luego dejar el vaso sobre la barra de una manera tan brusca, que provocó un sonido hueco.
¿Aquello era todo? Cielos, el hombre era más cortante que una espada de doble filo. Pero, aun así, no estaba dispuesta a darme por vencida, menos aún luego de notar la falta de anillo en su dedo anular.
—Y, ¿qué puede hacer una mujer para conseguir algo más fuerte que el champán en una de estas fiestas? —inquirí, en un tono coqueto, mientras acortaba el espacio entre ambos.
Su mirada volvió a posarse en mi rostro, y en esa ocasión, me escrutó sin disimulo alguno, bajando lentamente por mi escote, examinado mi cuerpo, quizás inspeccionando si se trataba de alguien que valía la pena, y al parecer, aprobé aquel examen, ya que le hizo un gesto al encargado de las bebidas, quien observó en varias direcciones, antes de sacar de algún lugar oculto la botella de bourbon para llenarle el vaso nuevamente.
—Sírvele uno a la dama. —le indicó, mientras volvía a posar la mirada al frente.
Sonreí, satisfecha de haber conseguido algo de beber, y le devolví la inspección sin reserva alguna; era apuesto, pese a su amargura y expresión indiferente, su cara era algo digno de admirar, de forma ovalada adornada con una barba delineada, combinando a la perfección con su cabello castaño claro. Alto, aproximadamente 1.90, y vestía de etiqueta, luciendo elegante y pulcro, aunque lo que más despertaba mi curiosidad, era saber lo que había debajo de aquellas prendas.
—¿Un brindis? —insistí, una vez que recibí la bebida, con la esperanza que se diera cuenta que un simple vaso de bourbon no era todo lo que buscaba.
Él suspiró profundo, y se giró, quedando de frente a mí. Inclinó su vaso hacia el mío, y lo chocó ligeramente.
—Por usted. —brindó en mi nombre, y luego observó en derredor, mientras guiaba el vaso hacia sus carnosos y apetecibles labios.
—Por una noche inolvidable. —sonreí, dándole un sorbo a aquel ardiente líquido, sintiendo como me entumecía las mejillas.
Estaba fuerte… delicioso.
Le di otro sorbo, uno más profundo, y luego bebí todo de golpe, sintiendo mi cuerpo estremecerse. Jadeé, ahogada, y dejé el vaso sobre la barra. Estaba por preguntar si no había más, cuando me volví hacia el desconocido y noté que su ardiente mirada grisácea estaba puesta en mí, mientras mantenía una ceja arqueada.
—¿Sucede algo? —torcí una sonrisa, mientras jugueteaba con el vaso, rozando el dedo en el borde.
Parecía estar meditando en algo, y sabrá Dios lo que pasaba por su mente en el momento en que dejó su vaso junto al mío y se acercó.
—Si realmente desea una noche inolvidable… —suspiró, inclinándose para hablarme al oído con su voz grave. —… Salgamos de aquí.
La respiración se me atoró en la garganta, y un delicioso escalofrío recorrió mi cuerpo, haciéndome jadear, al mismo tiempo en que su delicioso aroma a perfume masculino invadía mis fosas nasales.
«Cielos, qué directo… y sensual»
No sabía si realmente estaba interesado en mí, o si ya llevaba varios tragos de bourbon encima, pero no me importaba. Solo buscaba divertirme un poco en medio de tanto aburrimiento, y al parecer, había encontrado a la persona indicada... una atractiva, misteriosa y sensual persona.
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Editado: 17.11.2024