Rebeca Stain (versión Gratuita)

Capítulo 11

Podía sentir el corazón golpeando duro contra mi pecho y mi cuerpo temblando de ansias, mientras me inclinaba lentamente hacia su rostro. Sabía que estaba tentando a mi suerte al hacer algo tan osado como intentar besarlo, cuando no estaba permitido según nuestro acuerdo, pero en la intensidad del momento se me fue imposible no actuar de manera ambiciosa y, como Eva en el jardín, decidí probar aquel fruto prohibido.

Cubrí su boca con la mía, introduciendo mi labio inferior entre los suyos y apoderándome de su superior, saboreando gustosa el sabor a alcohol que despedía, mientras envolvía mis brazos alrededor de su cuello e intentaba profundizarlo aún más.

Un leve gemido se me escapó cuando lo sentí aferrar una de sus manos a mi cintura, mientras guiaba la otra hasta mi nuca, donde se aferró de mi cabello y me presionó contra su rostro; creí ingenuamente que me correspondería, hasta que lo sentí devolverme el beso de la manera más grotesca que podría existir, atrapando mi labio inferior entre sus dientes y ejerciendo presión con ellos, no lo suficiente para hacerme sangrar, por suerte, pero sí se sintió doloroso.

—No rompas las reglas. —dijo con seriedad una vez que se apartó, antes de sujetarme de los muslos y ponerse de pie conmigo en brazos, para luego dejarme caer sobre la cama con brusquedad.

Jadeé cuando mi cuerpo se estrelló de espaldas contra la acolchonada, pero dura, superficie de su cama, y parpadeé un par de veces tratando de asimilar lo que estaba pasando, al mismo tiempo en que la frustración de no haber logrado lo que quería se apoderaba de mi sistema.

—Si respetas el acuerdo será más fácil para ambos —gruñó con amargura, dejando entrever su molestia, antes de inclinarse sobre mí, con sus manos apoyadas a los costados, lo que me hizo sentir acorralada entre el colchón y su cuerpo. —. Eres buena amante, Stain, y no quiero tener que terminar esto porque te has enamorado como una patética niña de secundaria.

«¡¿Patética niña de secundaria?!»

Su comentario me hizo rabiar en gran extremo, en el momento en que sentí que me hablaba igual que mi padre, y mi sangre ardió de furia al punto de que no pude detenerme cuando posé las manos en su pecho y lo empujé con violencia para quitármelo de encima, dándole una bofetada en el proceso.

—¡¡No estoy enamorada de ti, maldito egocéntrico de mierda!! —aquellas palabras simplemente brotaron de mis labios, sin que pudiera hacer nada para frenarlas.

Mi respiración estaba entrecortada y mi pecho subía y bajaba al ritmo de esta mientras veía el rostro enrojecido del hombre que en ese momento acariciaba su mejilla mientras su expresión se endurecía cada vez más. Su mirada se ensombreció tanto, que el miedo caló hasta lo más profundo de mis entrañas una vez que la adrenalina comenzó a disminuirse de a poco.

Y el corazón se me detuvo cuando se abalanzó sobre mí, sujetándome del mentón y presionando mis mejillas con sus dedos índice y pulgar, al mismo tiempo en que acercaba su rostro al mío.

—Al fin dejas salir a la fiera que llevas en tu interior, Stain, bien por ti, pero que sea la última vez que te atrevas a golpearme o gritarme… ¡incluso los mensajes como el de esta tarde están prohibidos! Por otro lado, es muy inteligente de tu parte el no enamorarte…

No respondí nada, y tampoco me quejé cuando comenzó a tomarme con rudeza, aunque claramente me estaba haciendo daño, no me importaba; era lo que necesitaba, que nublara mi mente y me hiciera olvidar las desgracias que me aguardaban fuera de esas cuatro paredes.

Era lo que más anhelaba mi atormentada alma, pero, para mi infortunio, ni el encuentro más salvaje era capaz de lograrlo.

En aquel preciso momento venían a mi memoria todas las desgracias que había sufrido a lo largo de mi vida; el abandono de mi madre, así como el de que aquel quien creí era mi amor verdadero, la indiferencia y crueldad de mi padre, y el miedo de perder a la única persona que me amaba y confiaba en mí a pesar de mis defectos, mi amada abuela.

Eran muchos los sentimientos encontrados; dolor, resintiendo, ira, frustración y miedo. Me hacían sentir que me encontraba ahogándome en un mar de impotencia y agobio, hasta el punto en que, sin darme cuenta, lágrimas amargas comenzaron a deslizarse por mis mejillas acompañadas de incesantes sollozos imposibles de contener.

—¿Stain? —Caín se detuvo de golpe, y por el tono en su voz sabía que estaba confundido ante lo que presenciaba. Procedió a retirarse de mí, lo cual aproveché para dejarse caer rendida sobre la cama, hundiendo mi rostro entre las sábanas. —. Cuando tengo relaciones con una mujer puedo aceptar gemidos, gruñidos, jadeos, hasta gritos… pero no llanto —expresó con seriedad. —. No quiero que esto acabe en la Fiscalía de la Mujer, así que dime qué rayos pasa contigo… no eres tú misma.

Ni siquiera era capaz de saber quién era yo en realidad... estaba perdida.

Sorbí mi nariz intentando calmarme, me abracé a mí misma y me coloqué en posición fetal esperando a que el llanto menguara para poder desahogarme. Me sentía realmente patética llorando frente a Caín, en especial luego de lo ocurrido minutos atrás, pero no podía evitarlo.

No sabía si estaba bien contarle lo que ocurría, al fin y al cabo, mi matrimonio era para salvar la empresa de la que él era rival, más, aun así, no desaproveché la oportunidad de sacarlo de mi pecho.

—Ah. —eso fue todo lo que respondió.

«¿Ah? ¿Un maldito “Ah”?»

Limpié mis lágrimas con brusquedad mientras me incorporaba hasta quedar sentada en la cama, viendo consternada cómo se vestía dispuesto a marcharse.

—¿Es todo lo que dirás? —pregunté con decepción.

Llevábamos meses enrollándonos; no esperaba alguna muestra de afecto, ya que yo tampoco sentía algo más que deseo altamente sexual hacia él, pero, aunque solo fuese un poco de simpatía no habría estado de más.

—¿Y qué quieres que te diga? Si no deseas casarte con un extraño entonces manda a tu padre al diablo y renuncia a todo.




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