Miraba de manera distraída el humo que se alzaba sobre mi rostro luego de brotarme de los labios mientras, perdida en mi ensimismamiento, pensaba en todo y en nada a la vez.
Habían pasado dos semanas exactas desde aquel incidente, y aún no sabía absolutamente nada de Elías Odell. Era como si se lo hubiese tragado la tierra. Convenientemente para mí, mi padre estaba tan sumido en sus asuntos, dando por hecho que todo iba viento en popa, que no me cuestionaba respecto a mi supuesto prometido, y la abuela simplemente se limitaba a no comentar nada.
Se suponía que debía sentirme aliviada, había esquivado una bala, pero, por algún motivo, no dejaba de pensar en que me hubiese gustado poder disculparme con él, después de todo, lo habían herido al tratar de defenderme y, además, deseaba devolverle el anillo que aún resguardaba en mi buró.
—No fumes —dijo Sloan, antes de acercarse y arrebatarme el cigarrillo de los labios.
Joder, siempre era lo mismo con él.
Rodé los ojos en respuesta, en tanto me giraba en la cama para recostarme boca abajo, sintiendo mi piel desnuda rozar con las suaves sábanas de seda que cubrían su cama.
—Me buscaré otra amante, parece que el fuego de tu lujuria se ha extinguido. —comentó.
Lo miré de reojo, con una expresión carente de humor mientras se dirigía hacia el baño para tirar la colilla, y aunque estaba molesta, no pude evitar contemplarlo desnudo.
Vaya trasero.
—Suerte al encontrar a otra capaz de soportar tu pésimo carácter.
Él volvió del baño, con el ceño fruncido y el rostro endurecido, reflejando lo mucho que le había molestado mi respuesta, pero no me inmuté; Sí, ya le había perdido el miedo a su carácter del infierno.
Sabía que en parte tenía razón, aquella tarde no estaba siendo la misma lujuriosa de siempre, con mencionar que ya lo habíamos hecho dos veces y aún no alcanzaba un orgasmo era suficiente. Pero ¿qué podía decir? Ni el sexo me era placentero cuando estaba angustiada, y aunque tratara de negarlo, el no saber cómo se encontraba Odell me mantenía inquieta… me bloqueaba por completo.
No dejaba de pensar, ¿y si la herida fue demasiado grave? No estaba muerto, eso era seguro, de lo contrario mi padre ya se habría enterado, y de paso hubiese lamentado que no nos hubiéramos casado antes para que heredara todos sus bienes.
—Eres irritante. —me dijo Caín, gruñendo, antes de acercarse a la cama y sujetarme de los pies para arrastrarme hasta el borde.
Y ahí iba de nuevo.
Era la tercera vez en lo que iba de la tarde, y al igual que las dos primeras no lo disfrutaba… cielos, no lo estaba disfrutando tanto como hubiera deseado, confirmando que la angustia no me dejaba tranquila.
Sabía que no se daría por vencido en su misión por darme placer, por lo que, rendida, no tuve más opción que fingir llegar al clímax, mientras un sentimiento de frustración me invadía.
—Tengo que darme una ducha y prepararme para las lecciones de Fresia Hamilton. —comentó, pasando la mano por su cabello en un gesto de irritación.
Era notable lo poco que soportaba a la joven pelirroja de dieciséis años. Y no lo culpaba, había coincidido con ella en algunos eventos y me parecía realmente malcriada y caprichosa.
—Bien, me iré a hora —dije, apresurándome a ponerme de pie. Las piernas me temblaban, y sentía un ligero dolor, pero me las arreglé para vestirme. —. Te veré luego, Sloan.
—Como digas —le oí decir antes que, de la nada, se posara frente a mí viéndome con seriedad. —. No vuelvas a fingir placer cuando estés conmigo, guarda esos trucos para tu prometido.
Lo observé anonadada y tragué saliva, sorprendida de verme descubierta en mi mentira, y de igual manera, de que trajera el tema de Elías a colación. No le había comentado lo ocurrido con Odell, ya que me prohibió hacerlo, por lo que no esperaba que lo mencionara.
—Espero que la próxima vez que vengas no tengas inhibido el deseo, vuelve incómodo hacerlo contigo.
—No será así, Sloan. —me forcé a torcer una sonrisa, mientras me marchaba.
Subí a mi auto, viendo la pantalla de mi teléfono. Revisaba los portales de noticias todo el tiempo, asegurándome de que no hubiese nada de Elías, mientras pensaba en cómo terminar con todo lo relacionado a él de una maldita vez.
Necesitaba mi vida de regreso. ¡Joder, literalmente había fingido un orgasmo frente al hombre más caliente que se había cruzado en mi camino!
Volví a casa pensando en que lo único que podría alegrar mi tarde era un baño de espumas, algo de ron y un cigarrillo, pero apenas crucé el umbral que me dirigiría hacia las gradas me encontré a mi padre, quien al verme procedió a guardar su teléfono celular y avanzar en mi dirección.
—¿Dónde rayos estabas? Iba a llamarte para avisarte que tu prometido está aquí.
—¡¿Qué?!
El alma abandonó mi cuerpo, y palidecí, como si hubiese visto un fantasma.
—No te ves tan bien, pero ya no hay tiempo para que subas a arreglarte, tiene mucho tiempo esperando por ti. —dijo, antes de sujetarme del brazo y guiarme hacia la sala de estar.
El corazón empezó a latirme tan fuerte y rápido que lo sentía en la garganta y resonaba mis oídos mientras un creciente temor comenzaba a invadirme. No podía creer que realmente se encontrara ahí, ¿acaso se había presentado a terminar el compromiso formalmente? Joder, si le decía a mi padre lo que había ocurrido podía darme por exiliada de la familia Stain, Héctor me echaría a la calle y alejaría a mi abuela de mí.
Cielos, no me daba miedo perder todo lo material, pero no podía, ni quería, imaginarme una vida sin mi abuela en ella.
El miedo solo aumentó cuando llegamos al umbral y pude divisar a Ander y Hugo de pie en el otro extremo de la sala, luciendo serios e intimidantes como siempre. Ambos se percataron de mi presencia y Ander frunció ligeramente el ceño, reflejando algo de recelo hacia mi persona.
#181 en Novela contemporánea
#572 en Novela romántica
#227 en Chick lit
matrimonio arreglado, amantes y enemigos, humor drama romance
Editado: 18.11.2024