No me sorprendió en lo absoluto saber de Sloan un par de horas después de dejar su casa. Estaba sumamente molesto, podía percibirlo a través de los miles de mensajes de texto que había recibido… todo un bombardeo a mi bandeja de entrada.
De Sloan: “¿Qué mierda está mal contigo?”
“Tienes suerte de que pude llegar a tiempo a mi reunión, ¡maldita sea!”
“Entre esa jodida secretaria y tú me harán perder los estribos”
“La próxima vez te daré tan fuerte, que olvidarás tu maldito nombre,
y no pararé, aunque me lo pidas.”
Sonreí con una ligera mueca de burla tras leer aquel último mensaje, definitivamente él debía aprender a mejorar sus amenazas. Se suponía que debía tenerle miedo, no ganas.
Para Sloan: “¿Castigo o premio?”
Guardé el teléfono en mi bolso en lo que me despedía de la abuela, y salí atravesando el patio delantero sin borrar la sonrisa traviesa que mantenía en mis labios. Mientras avanzaba hacia el portón, no podía evitar pasar la mano por mi cabello cada cierto tiempo, aun inconscientemente, y se debía a que luego de ducharme permití que se secara al natural, sin asistir al salón de belleza, y noté que mis rizos comenzaban a volver.
Fue una emoción inmensa la que sentí, mientras decidía que no volvería a alaciarlo, al menos no permanentemente. Pero, el que no estuviese tan definido como antes era algo que me intimidaba en gran extremo. Y no quería ni imaginar lo que diría mi padre de verme de aquella forma.
Una vez que salí a la calle, suspiré hondo y me acomodé un mechón de cabello tras la oreja en un último intento de domarlo luego de divisar el auto de Elías aproximándose.
Me sentía realmente nerviosa, ya que era el día en que conocería a mis amigas. Ellas habían insistido, en especial Rita, quien decía no poder volver al Campo sin ver a la persona que había, según ella, “arruinado a su Becca”.
No pude negarme, y cuando se lo comenté a Elías esperé que me dijese que tenía otros asuntos, o que saldría del país, pero fue todo lo contrario, pareció emocionarse mucho y pidió que lo dejara encargarse de elegir el lugar donde nos reuniríamos… él ansiaba conocer a mis amigas.
Yo, por otro lado, estaba aterrada; temía que ellas notaran algo sospecho o la falta de química que había entre Elías y yo, sexualmente hablando. Eran muy perceptivas, y me conocían de años.
—Chére —me saludó con una voz melodiosa, mientras bajaba del auto para ir a mi encuentro. —. Siempre es un gusto verle…
Creía suponer lo que seguía… “Luce hermosa esta noche”
—Luce tan hermosa esta noche.
Ahí estaba. Seguro me lo diría, aunque vistiese bolsas de basura.
Era lo mismo de siempre, incluyendo su atuendo formal. Me imaginaba lo que pensarían las chicas al verlo tan elegante para una cena, y de igual manera, me preocupaba pensar en que quizás ellas no se irían vestidas para la ocasión si él decidía llevarnos al restaurante más caro de la ciudad.
Joder, comenzaba a pensar que era una muy mala idea.
—Gracias por esto —dije, un tanto tímida, mientras me aferraba de su brazo para avanzar hacia el auto. —. Pero, Elías, mis amigas pueden ser un tanto…
—¿Extrovertidas? —inquirió con un ligero toque de humor que me hizo sonreír nerviosa.
“Extrovertidas” era poco, para lo que aquellas mujeres representaban.
Una vez que estuvimos frente al auto, el fiel, pero irritante guardaespaldas Ander bajó de la parte del piloto. Me sorprendió no ver a Hugo bajar también, todo apuntaba a que no se encontraba con ellos, y, de ser honesta, lo hubiera preferido antes que a Ander; el castaño de bonitos ojos azules al menos era amable y risueño.
—Señorita Stain. —saludó, intentando disimular su evidente desencanto por mi persona, pero se le fue difícil, al igual que su enojo.
Parecía realmente furioso.
Elías tomó mi mano, y me acompañó hacia el auto, como era su acostumbrada caballerosidad se adelantó para abrirme la puerta, pero en lugar de ser la trasera, fue la del copiloto. Pese a la extrañez que seguramente se marcaba en mi rostro, me apresuré a subirme para acomodándome en el asiento, no queriendo dilatar el momento.
—Desolé, Chére. —le oí decir e instintivamente giré el rostro en su dirección, dando un ligero respingo al encontrarme el suyo a solo centímetros de distancia, mientras sus ojos avellana me observaban con intensidad.
Pude percibir como mi pulso se aceleraba mientras los centímetros que nos separaban se acortaban, y el olor de su embriagante perfume inundaba mis fosas nasales. Creí que iba a besarme, o quizás deseé que lo hiciera al punto en que adelanté ligeramente los labios, cuando de pronto escuché el clic que provocó al abrochar el cinturón, mismo tiempo en que el beso iba a parar en mi mejilla.
Jadeé para dejar salir el aire que ni yo sabía que tenía contenido una vez que cerró la puerta y lo vi consternada mientras rodeaba el auto para subirse en el asiento del piloto. Mordí mi mejilla internada y suspiré, esperando a que mi pulso disminuyera.
¿Qué rayos había sido aquello? Carajo.
—P-Pero, ¿y Ander? —cuestioné, confundida una vez que puso el auto en marcha.
Me giré en el asiento para ver la parte trasera, sorprendiéndome al divisar otro vehículo estacionado atrás, del mismo color y marca de aquel en que nos encontrábamos.
—Ellos irá detrás de nosotros, en este auto solo seremos nosotros y tus amigas —me informó. —. He notado que le incomoda su presencia, por lo que les he pedido mantener su distancia esta noche.
«¿Qué hizo qué?»
Eso explicaba porqué Ander estaba tan molesto cuando llegaron.
—Y-Yo… —tragué saliva, volviendo la mirada hacia el frente sin saber qué decir. —. Gracias, Elías.
—No tiene porqué agradecer, Chére. Estoy dispuesto a hacer cualquier cosa que le haga feliz.
«¿Incluso tomarme?»
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Editado: 18.11.2024