Me sentía tan emocionada por el viaje, que no dudé en comenzar a empacar día antes, escogiendo las prendas más sexis que tenía en mi armario. Unas vacaciones era lo que tanto necesitaba para poder alejarme de mi padre, aunque fuese por una semana; su actitud comenzaba a frustrarme, y eso aumentaba mi ansiedad y el deseo de comer… y coger, claro, aunque en lo último no tenía mucho problema, ya que Caín estaba igual de irritado que yo debido a los problemas en su empresa, y ambos nos desestresábamos mutuamente.
Guardaba bikini tras bikini, ocultando bajo aquellas prendas algunos de los juguetes sexuales que había decidido llevar… por cualquier cosa. Y para cuando me di cuenta, entre la ropa, zapatos y otros cosméticos llevaba la cantidad de seis maletas y un bolso.
—Rebeca —la abuela ingresó en mi habitación con Leo en brazos. —. Tu prometido está aquí.
Instantáneamente dirigí la mirada hacia el reloj que reposaba encima de mi buró, enterándome de que había divagado por varias horas, sentada en el borde de mi cama, vistiendo solamente una toalla después de salir de la ducha.
Le pedí decirle que me esperara unos minutos más, hasta que terminara de alistarme, y me apresuré hacia el guardarropa para buscar las prendas que usaría para viajar. Una vez estuve lista, volví a mi habitación, resoplando mientras observaba las maletas y pensaba en el tiempo que me tomaría bajar todo aquello. Suerte que, a diferencia de mi padre quien ya estaría gritándome, Elías era muy paciente.
Bajé las gradas llevando solamente una de las maletas junto a mi bolso, y sonreí al llegar al primer escalón y divisar a Elías a unos metros de distancia junto a la abuela y Leo. Él acariciaba con ternura la cabeza del mínimo.
A diferencia de otros días, no llevaba saco ni corbata, pero sí utilizaba una guayabera manga larga color azul marino, a la cual le abrochó hasta el ultimo botón, y un pantalón caqui. Me habría quejado del hecho de que no llevaba descubierto ni un centímetro de piel, más que sus manos y cabeza, de no ser porque la prenda le quedaba un tanto ajustada, y se le marcaban un poco los pectorales y brazos.
Tal y como había supuesto, tenía buen físico, y vaya que lo lucía muy bien. No podía esperar a verlo en la playa.
Ninguno de ellos se percató de mi presencia, mientras avanzaba arrastrando mi maleta, hasta que frené de golpe, desvaneciendo la sonrisa en mis labios cuando divisé a Ander y Hugo de pie a un costado de la puerta principal.
—Chére. —me saludó Elías, al percatarse de mi presencia, antes de avanzar en mi dirección para darme un beso en la mejilla.
—Creí que dijiste que solo seríamos nosotros. —hice lo posible para que aquello no sonara a reclamo.
Él se giró para verlos, y posteriormente se volvió hacia mí, negando con la cabeza.
—Solo están aquí para ayudar, supongo que trae usted muchas más maletas que esa.
«¿Qué? ¿Cómo lo…? »
—Señorita Stain —Hugo me saludó con cortesía. —. ¿Podemos subir a su habitación por el resto de las maletas?
Me milité a asentir, sintiéndome un tanto turbada ante el hecho de que Elías parecía conocerme demasiado bien. Pero aparté rápidamente los pensamientos extraños de mi cabeza, diciéndome que tal vez solo había supuesto lo ostentosas que comúnmente suelen ser las mujeres al momento de viajar, y tomando en cuenta que era un viaje de una semana, era de esperarse.
—Chére, hay algo importante de lo que tenemos que hablar, antes de marcharnos. —dijo, tomando mi mano para guiarme hacia la sala de estar, mientras la abuela se dirigía a la cocina con Leo.
Lo seguí sin cuestionar, y una vez llegamos a aquel espacio me senté en el sofá como lo me lo indicó, en tanto lo veía tomar un portafolio de la mesa de centro y avanzar en mi dirección.
La curiosidad ante lo que traía en sus manos me invadió, y me removí un tanto incómoda, porque no se me ocurría de qué podría tratarse todo. ¿Y si era algún contrato de confidencialidad? ¿O un prenupcial? Cielos, incluso llegué a pensar que quizás Maura me haría firmar una Declaración de Responsabilidad en caso de que algo malo le pasara a Elías durante el viaje.
La mujer era capaz de eso y más.
—Tome. —me los extendió, en tanto se sentaba a mi lado.
No disimulé mi ansiedad por saber de qué se trataba, cuando abrí con prisa aquel portafolio para leer uno de los papeles que contenía en su interior, y con solo ver el logo, fruncí el ceño en confusión, en tanto continuaba indagando en su contenido, hasta ver mi nombre en aquel documento.
—¿Qué es esto? —alcé la mirada para verlo, extrañada.
—He puesto a tu nombre el Club Nocturno, al igual que una cuenta bancaría con las ganancias que ha obtenido desde lo compré hace meses.
Mi presión cayó en picada.
—¿Que hiciste qué? ¡P-Pero, ¿Por qué?!
Él alzó las cejas ante la hostilidad en mi tono, y me observó con extrañez.
—Elías —suspiré, antes de dejar el portafolio sobre la mesa. —. Es un bonito gesto, de verdad, pero no puedo aceptarlo.
Podía llamarme presuntuosa u obstinada, pero si había algo de lo que estaba cien por ciento segura, era de que quería ganarme las cosas por méritos propios, no como una recompensa por comprometerme con un hombre millonario. Estaba intentando abrirme un camino en el mundo de los negocios, comenzando por ganarme el respeto y la confianza de mi padre.
No quería que todos pensaran que lo había logrado abriendo las piernas. Cosa que, lamentablemente aún no se daba entre Elías y yo, lo cual haría peor los rumores.
«Rebeca, Enfócate»
—Chére —él tomó mi mano, antes de ponerse de pie frente a mí. —. No crea que estoy siendo condescendiente. He hecho esto porque estoy seguro de que sabrá manejarlo mejor que yo, ya que conoce como se mueve el ambiente. Mi intensión nunca fue conservarlo, por dicho motivo no hice pública esa adquisición y nadie sabe de la compra, más que usted. No pretendo facilitarle la vida, aunque si desea que lo haga para mí será un honor complacerla en todo. Pero este no es el caso, porque si bien se lo estoy obsequiando, lo que pase de ahora en adelante con ese lugar está fuera de mis manos.
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Editado: 18.11.2024