La luz del sol se filtró a través de las cortinas blancas, directo a mi rostro soñoliento. Bostecé profundo, antes de girarme en la cama, cubriéndome con una almohada, mientras hacía una nota mental sobre solicitar cortinas gruesas y oscuras para la habitación. Sabía que no podría volver a dormir luego de aquella manera tan abrupta de despertar, por lo que me estiré en la cama, para luego incorporarme hasta quedar sentada.
Realmente extrañé despertar debido a los ronroneos y rozones de Leo, era más amable que la luz del sol.
Eran las ocho de la mañana cuando me levanté de aquella cama y me dispuse a alistarme, luego de recibir un mensaje de Elías, invitándome a desayunar en el comedor de aquel lugar. Elegí un sexi bikini negro, llevando sobre él un minivestido de una manga con tela transparente que no dejaba casi nada a la imaginación.
Me encontraba atando mi cabello en un moño alto cuando tocaron a la puerta, y no dudé en torcer una sonrisa un tanto maliciosa mientras tomaba un sombrero de playa junto a mi bolso para ir hacia la puerta, ansiosa por ver a Elías con un atuendo más fresco del que comúnmente utilizaba.
—Bonjour, Chére. —saludó con emoción, una vez que la puerta se abrió.
Sus ojos parecieron brillar con asombro en tanto le daba una mirada rápida a mi atuendo, mientras mi sonrisa se desvanecía por completo al notar que nuevamente llevaba una guayabera manga larga, con la diferencia de que ahora utilizaba un pantalón de manta. No lucía mal, al contrario, se veía atractivo, pero me decepcionaba no ver nada más de lo que ya había visto.
Pero decidí dejarlo pasar, seguro luego se vestiría para nadar.
—Buenos días.
—Guau, se ve perfecta. —dijo, volviendo la mirada a mi rostro.
—¿Tu crees? —sonreí antes de dar una vuelta para que pudiera apreciarlo mejor. —. ¿Te gusta lo que ves, Odell? —inquirí, acortando el espacio entre nosotros, hasta el punto en que su agradable aroma inundó por completo mis fosas nasales.
—Eres lo más bello que mis ojos han apreciado, Chére.
Sonreí y posé una mano en su pecho, mientras me pegaba más a él, de manera seductora.
—Entonces tendrás que dejar de darme tanta comida, o perderé mi figura. —comenté, deslizando lentamente la mano por su abdomen, sintiendo a través de la delgada tela lo firme y marcado que estaba.
Joder, ¿por qué no mostraba tremendos pectorales?
—Pues… —él tomó la mano que lo toqueteaba sin pudor, para guiarla hacia sus labios. —. Te aseguro que no habrá nada que me provoque dejar de verte como la mujer más hermosa que ha pisado este planeta.
Era muy bueno con las palabras, pero no lograba distraerme del hecho de que no me permitió tocarlo a mi antojo. Definitivamente el infeliz sabía cómo hacerse desear.
—Ven Chére, vamos a desayunar.
El comedor estaba vacío, pero había mucha comida disponible. Desayunamos entre pláticas triviales y planes para ese día, ninguno de los dos llevaba teléfonos celulares. Y una vez terminamos, dimos un paseo por los alrededores del hermoso hotel, cuya parte trasera tenía una enorme piscina, y más allá de eso, un camino de palmas igual al de la entrada, que daba hacia la playa.
Inhalé profundo, disfrutando del viento salado rozando mis mejillas, mientras escuchaba el oleaje. Sentía que estaba en un hermoso sueño.
Avanzamos hacia las sillas de playa para acomodarnos bajo las enormes sombrillas; no había más personas así que pude dejar mi bolso en una silla, y sentarme en otra, mientras me relajaba. Elías se sentó a mi lado, y continuamos hablando del lugar, y de lo hermoso que era todo, hasta que me comunicó que iría a prepararse para entrar al mar.
«Joder, el momento llegó»
Volví a acomodarme en la silla, suspirando gustosa, cuando de pronto la curiosidad de no ver a más personas a nuestro alrededor se volvió latente. No había nadie cuando llegamos, ni tampoco en el desayuno, y eso me resultaba muy extraño. Creí que el comedor estaba vacío porque los demás ya se encontrarían en la playa.
Volteé hacia el camino por el que se había marchado Elías, y me di cuenta de que ya venía de regreso. No podría describir la expresión que se plasmó en mi rostro, entre incredibilidad y desconcierto, cuando lo vi luciendo un traje de baño de cuerpo completo.
¡Debía estar bromeando!
Me incorporé hasta quedar sentada, y no despegué la mirada de él, hasta que se acercó lo suficiente, colocándose unos guantes.
—¿No sientes calor, Elías? —le pregunté.
Joder, sentía que me asfixiaba y no era yo quien lo llevaba puesto.
—No, Chére. —me respondió, sentándose a mi lado.
—¿Por qué no utilizas una calzoneta?
Él soltó una leve carcajada.
—Por que voy a surfear. Es lo que se hace aquí.
Fruncí el entrecejo, y volví la mirada hacia el mar, notando hasta ese momento como grandes olas se alzaban, pero era a una distancia un tanto significativa. ¿Iba a nadar hasta allá?
—¿Eso es seguro?
—No es la primera vez que lo hago, tranquila —se puso de pie, para luego inclinarse y besar mi mejilla. —. Te veré en un momento.
—Espera —tomé su mano. —. ¿Por qué no veo a más personas en esta playa?
Pareció pasmarse por segundos.
—Eh… bueno —volvió a sentarse, y bajó la mirada mientras se rascaba la nuca. Lo cual no me dio muy buena espina.
—¿Elías?
—Maura convenció a los miembros de la junta de que la única forma de dejarme venir sin guardaespaldas fuese que alquilara todo el hotel, y la playa privada. El lugar está cerrado para el público en general.
¡¡Debía estar bromeando!!
—Pero, vea el lado bueno, Chére, podrá estar tan cómoda como le plazca. —concluyó, poniéndose de pie nuevamente.
Respiré hondo, y decidí que no iba a reprocharle, después de todo, él estaba haciendo todo lo posible por compelerme mientras yo le obligaba a cambiar su estilo de vida. Pero era una verdadera pena que no hubiese más personas, en ocasiones ver a otros jugando a la orilla del mar, paseando y nadando le daban una vista más panorámica a la playa.
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Editado: 18.11.2024