Apenas se abrieron las puertas del elevador e ingresamos, me vi acorralada nuevamente entre una pared de metal y el esbelto cuerpo de Elías. Alcé la mirada hacia su rostro, viéndolo a través de mis pestañas y dedicándole una sonrisa cómplice, a lo que él respondió inclinándose para cubrir mi boca con la suya, en un beso arrebatador, mientras sus manos se deslizaban con suavidad por mis caderas, bajando un poco hasta acariciar mis muslos desnudos, haciéndome gemir sobre sus labios.
Las puertas del elevador se abrieron y ambos bajamos entre risitas traviesas y miradas coquetas. Me sentía embelesada por él; su aroma y el sabor de sus labios se sentía como un agradable elixir. Era un buen besador, sabía los movimientos al pie de la letra y su lengua, joder, era entusiasta y me robaba el liento.
Nunca lo habría imaginado de él.
Llegamos hasta el estacionamiento subterráneo y me detuve a unos pasos del auto, viéndolo consternada, luego de que me abriera la puerta del copiloto, ya que hasta ese momento caí en cuenta del estado en que nos encontrábamos.
—Elías… deberíamos pedir un transporte privado. —expresé con una ligera angustia.
Negó con la cabeza.
—No estoy tan ebrio, Chére.
Oh, sí que lo estaba, seguro que sobrio jamás se habría a tocarme de aquella forma.
—Aparte, el auto tiene piloto automático, ya con la dirección del hotel. No nos desviaremos hacia un acantilado, créame, soy el creador. —torció una enorme sonrisa, que le desnudó todos los dientes y entornó sus ojos.
Suspiré embobada.
Abordé el auto, decidida a no dilatar más el momento de volver y lo observé a través del parabrisas, mordiéndome al labio mientras contemplaba su trasero y espalda ancha, hasta que finalmente se sentó a mi lado.
Codujo fuera del lugar, y apenas avanzamos unas cuadras, cuando de la nada me preguntó si todo estaba bien, al mismo tiempo en que posaba la mano en mi pierna, cercana a mi muslo, y el corazón me dio un salto.
Si tan solo supiera lo que aquel simple gesto provocaba en mí.
Procedí a pedirle encender el piloto automático, y en cuanto lo hizo, me incliné hacia él posando una mano en su mejilla y haciéndolo girar en mi dirección. Cubrí su boca con la mía y lo besé, con pasión y desespero, al mismo tiempo en que me quitaba el cinturón de seguridad para pasarme a su asiento y sentarme en su regazo.
Realmente debía estar ebrio, ya que, en lugar de hacerme alguna advertencia sobre el peligro, me correspondió con la misma intensidad, sujetándome con firmeza de la cintura. La manera en que sus labios acariciaban los míos hacía que sintiera mariposas revoloteándome en el estómago, y corrientes eléctricas acumulándose en mi vientre bajo. Aparté la mano de sus mejillas y la fui deslizando lentamente por su pecho, estaba tan excitada que no podía evitar restregarme contra él, buscando fricción entre nuestros cuerpos.
Había algo mágico y antinatural mi merced, joder, después de mucho tiempo finalmente había obtenido algo más, y estaba desesperada por alcanzarlo.
Quería más de él…
…Lo quería todo.
Estaba por desabrochar el botón de su pantalón, luego del cinturón, cuando de pronto una luz externa iluminó el auto, y Elías se incorporó de golpe, tomándome de la cintura para hacerme a un lado, devolviéndome a mi asiento, y con la misma, aferró sus manos con fuerza al volante e hizo girar el auto con brusquedad hacia la orilla.
En ese mismo instante, otro auto que iba a velocidad extrema nos pasó de lado. En un principio creí que estaba desenfrenado, pero la música y el bullicio de las personas en su interior me hizo saber que simplemente estaban ebrios.
—Merde… ¿está bien, Chére? —inquirió Elías, luego de apagar el motor, girándose para verme. —. Lamento haberla empujado de esa forma.
—No te preocupes. —respondí, posando la mano en mi pecho para intentar regular mi respiración.
—Debemos irnos, hay muchos locos sueltos. —comentó, poniendo el auto en marcha, y en esa ocasión, no encendió el piloto automático.
Permanecimos en completo silencio durante el camino de regreso, en realidad fue tremendo susto, para ambos; yo estaba eufórica, el corazón me latía a mil, y Elías estaba tenso, podía verlo en la forma en que sus manos presionaban el volante. Iba tan concentrado en la carretera, que no me atreví a distraerlo.
Aguardaría a volver al hotel.
No podía esperar a llegar para continuar donde lo habíamos dejado. Mi cuerpo era un coctel de emociones y sensaciones intensas, más la adrenalina del incidente, estaba tan excitada, que no podía dejar de imaginarnos cogiendo para gastarlas, y mis entrañas se estremecían.
—¿Segura que está bien? —me preguntó, una vez más, mientras avanzamos por los pasillos.
—Sí, Elías, no pasó nada. —le regalé una sonrisa, deteniéndome frente a mi habitación.
Él suspiró hondo, antes de acortar el espacio entre nosotros, ahuecando mi rostro en sus manos, para luego volver a besarme. En esa ocasión a su rudeza le añadió ternura, y acarició mis mejillas con sus pulgares. Gemí contra sus labios y me aferré de la tela a los costados de su camisa, disfrutando de su calor y sabor, hasta que nos separamos por falta de aire y él besó mi frente.
—Ve a descansar, Chére. —me dijo, tomándome por sorpresa.
—¿Qué? —jadeé.
—Tendremos que adelantar el viaje un día, mañana en la noche volvemos a casa.
Junté las cejas, mientras lo veía con una expresión de consternación. ¿Qué rayos estaba pasando? ¿Por qué aquella decisión? La idea de que nuestra pequeña fuga llegó a oídos de los miembros de la junta de su empresa se me cruzó por la cabeza, o tal vez Maura era la responsable, no lo sabía, pero me parecía injusto, ya me había hecho a la idea de volver hasta el lunes, más con el avance de aquella noche, necesitaba tiempo a solas con él.
—B-Bien, pero ¿no quieres entrar? —pregunté coqueta, jugueteando con el botón de su camisa, mientras alzaba la mirada para verlo a los ojos.
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Editado: 18.11.2024