Sonreí satisfecha por su respuesta, antes de guiar la copa hacia mis labios, viéndolo de manera sugerente. Bebimos varios de tragos, antes de que él tomara mi mano para ayudarme a ponerme de pie, y así juntos nos dirigimos hacia la pista de baile. Con una radiante sonrisa dibujada en sus labios, me hizo girar hasta quedar de espaldas a él, y sentí como sus fuertes brazos rodeaban mi cintura al mismo tiempo en que dejaba un beso sobre mi hombro, pegándome a su cuerpo para comenzar a movernos al caliente ritmo de la música que resonaba en aquel lugar.
Me parecía curioso como todo había cambiado desde la primera vez que salimos juntos, en donde solo se limitó a observarme de lejos, mientras tomaba un par de tragos.
Pasé de sentirme incómoda en su presencia a anhelarla, anhelar sus abrazos, sus besos, sus miradas de ternura, y eso me asustaba, debía reconocer, me asustaba la forma en aquel hombre podía volver soleados mis días más grises con solo una sonrisa, porque eso solo indicaba que estaba cediendo ante él, le estaba dando el poder de herirme en cualquier momento. Me estaba volviendo adicta, y sabía que cortar esa dependencia no sería fácil.
Suspiré profundo, un tanto agobiada ante aquellos pensamientos y eché la cabeza hacia atrás para apoyarla en su pecho. Él respondió al gesto con un beso en mi cuello que me hizo estremecer.
Mordí mi labio inferior y comencé a mover mi cuerpo contra el suyo. Su mano derecha recorrió mi cadera y se extendió hasta mi estómago, erizándome la piel a lo largo de mi costado. Alcé la mano para acariciarlo, posándola en su nuca mientras continuábamos moviéndonos a aquel ritmo tan sensual, hasta que su mano se aferró de mi vientre bajo, pegándome más a él, y gemí al sentir su cálido aliento en mi oído luego de que un jadeó se escapara de sus labios.
Joder… él adoraba torturarme, estaba segura de eso.
Me había esforzado por no volver aquel momento sexual, incluso por ello le pedí bailar, porque era consciente de que nada más pasaría entre nosotros hasta el matrimonio, pero aquel sensual idiota no ayudaba a mi autocontrol, estando tan pegado a mi espalda, moviéndose de aquella forma tan magistral.
—Ah, cielos… —gemí, cuando me hizo girar hasta verme de frente, acorralándome entre la pared y su exuberante cuerpo. Ya se le habían subido los tragos, eso era claro. —. Cuando ebrios, unos se ponen nostálgicos, otros violentos, y tú… ¿lujurioso?
Soltó una ligera carcajada y coló una pierna entre las mías, antes de sujetarme de la nuca para atraerme hacia él y besarme, sus labios eran duros y exigente, su sabrosa boca devoraba la mía sin piedad y su lengua entraba, y se enredaba, haciendo espirales que me enloquecían, robándome el aliento. Todo lo que podía hacer era seguirle el ritmo y esforzarme por no desfallecer en sus brazos ante tanta tensión sexual invadiendo mi cuerpo… lo necesitaba.
—Elías, eres cruel —murmuré contra sus labios, envolviendo mis brazos en su cuello y pegándome más a él, al mismo tiempo en que empleaba un ligero movimiento de cadera, frotándome en su pierna. —. Me torturas de esta forma el día de mi cumpleaños —gemí, cubriendo su boca con la mía para besarlo con ansias. —. No es justo, quiero más.
Sus manos presionaron mi cintura, y lo sentí reír en mi boca antes de que comenzara a bajar la intensidad, recudiéndose a dejar castos besos. Emití un jadeo tembloso, y hundí el rostro en su pecho una vez que apartó su pierna de entre las mías y tomó unos centímetros de distancia entre nuestros cuerpos. El mío resintió su calor.
—Mejor bebamos otro poco. —murmuró, guiando la mano hacia mi espalda para darme suaves caricias.
Carajo, yo estaba ardiendo de deseo y ¿él solo pensaba beber más? No debía sorprenderme.
Tomó mi mano, dejando suaves besos en mis nudillos, antes de guiarme en dirección a las gradas que daban a la zona VIP, donde nos habíamos reunido con mis amigas, y de igual manera, donde me dejó en claro que no planeaba coger conmigo desde el inicio de la relación. Fruncí el ceño en confusión ya que esperaba que volviéramos a la barra. Me preguntaba a qué estaría jugando.
Soltó mi mano y se hizo a un lado para cederme el paso, como todo un caballero. Le regalé una sonrisa de labios apretados y crucé el umbral de la puerta suspirando hondo, aun sintiendo un ligero hormigueo en mis labios, vientre bajo y zona íntima… bajar aquella excitación con alcohol me resultaría muy difícil.
—Ven, Chére —dijo con una voz tan ronca que un delicioso escalofrío me recorrió mientras lo sentía sujetarme del antebrazo con firmeza y hacerme retroceder hasta quedar contra la pared. —. Mi intención nunca será torturarte —jadeó, pegándose más contra mi cuerpo. —. Pero tampoco voy a hacerlo contigo, como deseas.
Tragué saliva, mientras lo miraba a través de mis pestañas, consternada pero jodidamente caliente al percibir su lenguaje corporal tan sensual y ardiente.
—Pero, eso no significa que no te pueda dar placer de otra forma. —ofreció de pronto, dejándome anonadada, antes de hacerme girar hasta quedar de frente a la pared y pegarse a mí desde la espalda, permitiéndome sentir toda su anatomía.
Jadeé, y mordí mi labio inferior una vez que sentí su mano acariciar mi pierna, antes de comenzar a subir lentamente, levantando la tela de mi vestido a su paso.
—¿Lo deseas, Chére? —me murmuró al oído, antes de rozar sus dientes en el lóbulo de mi oreja, mientras deslizaba una de sus manos hacia mi muslo interno, y la otra se alzaba acariciando mi torso.
—S-Sí —gemí, separando las piernas para darle accedo. —. Lo deseo.
—Lo que desee, Ma Chére —me murmuró, hundiendo el rostro en mi cuello para comenzar a besarlo. —. J'aime ce cul. —me murmuró con la voz ronca, y pese a que solo imaginaba creer lo que había dicho, las piernas me temblaron y un delicioso escalofrío atravesó mi espina dorsal.
Cielos, lo adoraba sobrio, pero debía reconocer que Elías Odell ebrio se estaba volviendo mi debilidad.
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Editado: 18.11.2024