Elías Odell
Tiempo Atrás
—Por favor dime que vendrás para las fiestas, otra navidad solo con papá y me dará algo... juro que voy a desmayarme.
—No seas dramática, Maura —pedí, riendo por lo bajo. —. No hay mejor compañía que tu padre, y lo sabes.
Me recosté sobre el pasto húmedo por el rocío, contemplando el cielo de escasas estrellas y exhalé causando que el vaho que salía de mi boca se mezclara con la oscuridad de la noche.
—Papá pregunta sobre tu proyecto… ¿cómo va la plataforma digital que estás creando?, ¿sabes Elías? Él tiene mucha fe en ti.
Torcí una sonrisa.
—Dile que estoy avanzando, y recálcale lo mucho que le agradezco todo el apoyo que me ha brindado, sus consejos son de mucha ayuda — guie la cerveza en lata hacia mis labios para darle un sorbo. — . Por cierto, sí iré a pasar navidad con ustedes.
—¡¿De verdad?! —le oí chillar con emoción. —. ¡Papá se pondrá contento! Ya está planeando lo que haremos para tu graduación, será un mes después de Navidad, ¿Verdad?
La sonrisa en mis labios comenzó a titubear.
—Así es, Ma Petite, así es —mordí mi labio inferior. —. Intenta descansar, es más de medianoche, deberías estar dormida. Te veré pronto.
—Te quiero, Elías.
—Y yo a ti, Petite.
Tomé una profunda bocanada de aire y me puse de pie, un tanto tambaleante. El clima comenzaba a tornarse cada vez más frío; observé la hora en la pantalla de mi teléfono y me di cuenta de que eran las dos de la madrugada, y más allá de la hora, también contemplé el fondo de pantalla, una alocada foto en donde Maura, su padre y yo hacíamos muecas a la cámara. Recordé ese día y reí para mis adentros, hasta que poco a poco fui siendo invadido por una profunda nostalgia que borró del todo mi sonrisa.
Tragué saliva y observé en derredor; me encontraba en los límites de la Universidad, donde colindaba con un barranco, y no había ni una sola alma andando por aquel lugar. Volví la mirada a la pantalla, mientras me encaminaba hacia el borde, y luego aventé el objeto al vacío, antes de alzar la mirada al cielo. Mis ojos se llenaron de lágrimas que rápidamente se fueron desbordando, lágrimas calientes que hacían contraste con el frío en mis mejillas. Jadeé, en un intento por aliviar la opresión que sentía en el pecho, era un dolor tan intenso que me hacía sentir asfixiado, y me impedía pensar. Dolía, realmente lo hacía y todo lo que quería era acabar con el de una vez por todas.
Tenía decidido lo que haría, desde el momento en me alejé de todos y me dirigí hacia aquel despoblado lugar, donde raras veces asistían las personas, pese a que había en el un hermoso lago con un puente curvo.
—Perdóname, Petite, pero no llegaré a casa para Navidad…—murmuré al viento, antes de comenzar a andar hacia la orilla.
La vida no era tan mala, estaba a punto de graduarme de la Universidad y tenía en marcha un proyecto digital que, de terminarlo, podría hacerme ganar millones… sería millonario a mis veintitrés años. También estaban esas adorables personas que me había acogido como uno de ellos más, sin embargo, sentía ese horrible vacío en mi interior que me impedía ser pleno y feliz; el dolor de la pérdida de mi madre, y la conciencia de que mi padre había preferido morir a luchar por mí me acechaba a cada instante, haciendo que me cuestionara sobre si realmente era una persona que valía la pena, si mi mismo progenitor prefirió marcharse de mi lado.
Era un dolor insoportable, como nunca lo había experimentado antes de aquel fatídico día, se sentía como si me atravesaran el pecho con una espada; las noches de insomnio, los dolores de cabeza, el nudo en la garganta que me imposibilitaba gritar para liberarme de aquella opresión, y el resentimiento del cual era prisionero.
Solo quería que todo se detuviera, que el mundo dejara de girar por un minuto.
Las fiestas no eran suficientes, el alcohol no ayudaba y ya comenzaba a acostumbrarme a tener agujas con tintas perforando mi piel, al punto en que al tatuarme no obtenía el efecto deseado. El sexo era llano y sin sentido, y sentía que no tenía nada en la vida a qué aferrarme, ni siquiera a esa dulce niña que me veía como a un hermano mayor, al que amaba.
Llevaba un par de tragos encima, luego de haber asistido por obligación a la fiesta de bienvenida de la nueva generación de estudiantes, la cual también era una despedida para nosotros; apenas soporté estar un par de horas ahí, antes de marcharme hacia el lugar en el que me encontraba, listo para despedirme de todo y terminar con mis pesares.
Respiré hondo, y di otro paso, preparándome para saltar al vacío, cuando de pronto un ruido me hizo frenar en seco, al darme cuenta de que no me encontraba solo. Retrocedí dos pasos e intenté enfocarme, se trataba de voces y pasos, eran varias personas. Estaba dispuesto a ignorarlas y solo esperar a que se marcharan para continuar, cuando de pronto percibí el sonido de una voz femenina que declaraba encontrarse demasiado ebria, mientras otras masculinas le murmuraban cosas que no era capaz de entender.
«No es tu asunto, ignóralo».
Era demasiado tarde para escuchar mis propios pensamientos, cuando ya me encontraba retrocediendo para ir a ver qué estaba pasando, y abrí los ojos de par en par cuando divisé a cuatro personas en el puente curvo que travesaba el lago de la Universidad. Tres de ellos eran hombres, y tenían acorralada a una chica contra el borde; uno besaba su cuello; otro tocaba sus senos y el ultimo las piernas, mientras ella emitía leves quejidos y se tambaleaba debido al exceso de alcohol en su sistema, pidiéndoles parar.
Sentí repulsión y una creciente ira contra aquellos bastardos, y por primera vez me sentí como un hermano mayor al imaginar a Maura en una situación similar, con idiotas intentando sobrepasarse con ella. Eso me encendió de furia, y antes de que me diera cuenta, me encontraba yendo en su dirección.
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Editado: 18.11.2024