Abrí los ojos lentamente, sintiendo los párpados pesados mientras los entornaba, intentando enfocar la mirada, y al no reconocer el lugar en donde me encontraba me incorporé de súbito. Aquel espacio estaba en penumbras, pero a través de las gruesas cortinas podía ver un rayo de luz que me indicaba que ya había amanecido y sabría Dios qué horas eran.
Sobresaltada, bajé de aquella cama; mi pie tropezó con algo que había en los bordes, pero no le di importancia y a pasos torpes comencé a andar en busca de mi ropa, sintiendo una profunda desesperación al pensar en lo angustiada que estaría la abuela luego de darse cuenta de que no había regresado a casa la noche anterior.
Me detuve unos segundos para intentar calmarme hasta que mi vista se adaptó a la iluminación, y luego observé en derredor, buscando mi ropa, hasta que divisé el vestido blanco que reposaba sobre un sofá pequeño publicado en una esquina cercana al enorme espejo de cuerpo completo, con mis zapatos ubicado a sus pies. Jadeé liberando el aire que había contenido mientras seguía inspeccionando el lugar, notando los pétalos de rosas en el suelo y las velas, había sido una de ellas el objeto con que había tropezado anteriormente, y entonces lo recordé todo; la boda, la fiesta y…Joder, Elías Odell.
Mi mente se despejó por completo, y me relajé un poco, soltando un suspiro. Por algún motivo mi mente me había llevado a pensar que quizás estaba en algún motel luego de haber pasado la noche con un extraño, cosa que nunca hice ya que apenas terminaba de coger tomaba mis cosas y me marchaba como había planeado hacerlo antes de caer en cuenta de donde me encontraba en realidad. No pasé la noche con ningún extraño, todo lo contrario, lo había hecho con el hombre con quien había contraído nupcias.
“Mi esposo”
Los recuerdos de la noche y madrugada anterior volvieron a mi cabeza dibujando una sonrisa en mis labios; él había sido tan…tan…. Carajo, no sabía cómo describirlo. Fue majestuoso, imponente, calculador en cada uno de sus movimientos y jodidamente caliente. Lo hicimos un par de veces más después de la primera vez, y perdí la cuenta de cuantos orgasmos tuve durante la noche, aún sentía placenteros escalofríos recorrer mi cuerpo y concentrarse en aquel punto bajo mi vientre de solo pensarlo.
Todo fue tan intenso y voraz que terminé agotada, cayendo rendida.
Bajé la mirada hacia mi cuerpo al recordar cómo había terminado aquella noche, tan impregnada y llena de él que lo sentía derramarse entre mis muslos, y en ese momento me di cuenta de que, contrario a cuando me quedé dormida, me encontraba limpia, llevando un fino vestido pijama de satín color negro, de una tela tan suave que apenas era perceptible sobre mi piel.
«¿Él me duchó mientras dormía?»
Sí, estaba totalmente limpia, al igual que las sábanas en la cama.
Imaginaba cómo habría sido el instante en que aquel hombre lo había hecho. No me sorprendía no haberme dado cuenta de nada, ya que estaba totalmente rendida como para sentir sus suaves manos, y a eso agregarle lo delicado y cuidadoso que era Elías cuando de mí se trataba; actuaba como si fuese una frágil copa de cristal.
Excepto en la cama, era igual de candente, feroz y lujurioso que yo. «¿Quién lo habría pensado?»
Mordí mi labio inferior y volví la vista hacia la habitación, sintiendo al verla que había sido realmente divertido, y una experiencia maravillosa, pero no podía dejar de pensar en que era tiempo de volver a casa, seguramente Leo me estaría extrañando mucho, aparte de que no tenía mi ropa en aquel lugar.
Debía buscar a Elías y salir de ahí, por lo que no dudé en apresurarme hacia el sofá, pensando en si lo mejor era ponerme aquel vestido para salir o llegar a casa utilizando un fino pijama sin nada abajo. Torcí los labios, y suspiré exasperada, en definitiva, no iba a ponerme el vestido de nuevo, me iría en pijama, total, no era como que en casa no me hubiesen visto así antes. Tomé mis zapatos, decidiendo que me los pondrían en la plata de abajo, ya que las piernas aún me temblaban luego de una noche tan intensa y no quería tropezar en las gradas con mis zapatos altos.
Me giré con la intención de retirarme, pero en ese momento la puerta del baño se abrió y no fui capaz de frenar a tiempo cuando de la nada Elías cruzó el umbral y choqué de lleno contra su firme pecho desnudo, humedeciéndose mi rostro por las gotas de agua que se deslizaban por su cuerpo.
—Chére… —le oí decir, antes de sentir como me abrazaba para que no cayera al perder el equilibrio. —. Buenos días.
—B-Buenos días. —respondí, mientras me apartaba para verlo, tragando saliva al contemplar su cuerpo húmedo, apenas cubierto por una toalla blanca anudada en su cintura.
«Bendita sea la madre que trajo al mundo a tan magnifico espécimen»
—¿Has descansado? —su pregunta me hizo alzar el rostro para ver sus ojos, tenía una expresión muy diferente a la que vi la noche anterior, su mirada era tierna y gentil, no lucía para nada como una bestia insaciable.
Joder, pensar en ello me hizo estremecer de una manera tan intensa que un jadeo brotó de mis labios, y él fue capaz de percibirlo.
—¿E-Estás bien, Chére? —preguntó con angustia, acortando el espacio entre nosotros. —. Te duele algo.
¿Podía ser más tierno?
Negué con frenesí. No había dolor, solo deseo, y más deseo de él. Aún no tenía suficiente, quería repetir aquella experiencia una y otra vez. Pero sería después, en aquel momento debía volver a casa.
—No, estoy bien, más que bien, te lo juro. —respondí, intentando alzar la mano hacia su rostro con la intención de acariciarle la mejilla, pero había olvidado que llevaba mis zapatos en cada una.
Él lo observó, con una ligera expresión de confusión, y desvío la mirada hacia mi rostro de manera interrogante. Presioné ligeramente los labios y me encogí de hombros.
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Editado: 18.11.2024