Salir de fiesta el último día de nuestra luna de miel nunca estuvo en mis planes, pero tampoco reprochaba la idea. Hacía mucho que no era una simple usuaria disfrutando de la noche. En ese momento si vi de buena manera que mis cosas ya estuviesen en aquella casa, ya que podía vestirme tan sensual como acostumbraba, con un diminuto vestido que se ceñía a mi cuerpo como una segunda piel, zapatos altos y maquillaje para la ocasión. Dejando también mis rizos sueltos luego de las horas que me tomó desenredarlos.
—Qué hermosa vista —comentó Elías, posándose a mis espaldas. —. Nunca me cansaré de decirte lo hermosa que eres, Chére. —dejó un beso en mi hombro desnudo y luego de alejó.
Lo observé a través del espejo de cuerpo completo donde me encontraba de pie, viendo su atuendo, y aunque me parecía jodidamente sensual la manera en que aquellos pantalones marcaban su trasero, deseaba que tuviese la confianza de mostrar sus tatuajes y se recogiera las mangas de la camisa para verse menos formal. Pero no le insistí con ello, era su decisión, así que no deseaba presionarlo.
Salimos en dirección al club nocturno más cercano a la casa, ya que nos encontrábamos en las afueras de la ciudad, y mientras íbamos de camino intentaba convencerme de que estaba bien, que me sentiría en ambiente; música, alcohol y baile, era lo que más me gustaba desde tiempos inmemorables, además del sexo, así que no podía permitir que la horrible experiencia con Mitchel me arruinara eso también.
Llegamos al lugar, la música sonaba alto. Era fin de semana, por lo que no me sorprendió que estuviese bastante lleno. Nos dirigimos a la barra, sentándonos uno junto al otro, y comenzamos a beber algunos tragos mientras conversábamos de cosas triviales, como el futuro retorno a nuestros deberes laborales, hasta que su teléfono vibró en su bolsillo, y él se disculpó conmigo para ir a contestar a un lugar con menos ruido.
Suspiré al encontrarme sola, y decidí sacar mi celular para ver las notificaciones, durante toda la semana mi abuela envió fotos de Leo, informándome como estaba, Rita desde el campo me monitoreaba y Darcy me comentaba como iba todo en mi club.
—Señorita…
Fruncí el ceño en confusión cuando escuché una voz desconocida muy cercana a mi oído, desde el lado contrario de donde Elías estaba antes, y al girar el rostro me sobresalté al encontrarme a un hombre a centímetros. Lo vi con extrañez.
—Disculpa, no deseaba asustarte, solo me pareció extraño ver a tan preciosa mujer aquí sola —se sentó, pese a que aún no le dirigía la palabra. —. ¿Te invito a un trago?
Negué con la cabeza, antes de alzar mi copa y mostrarle que mi Martini seguía lleno.
—¿Entonces te gustaría bailar?
Abrí la boca, con la intención de responderle, pero antes de que pudiera un muy serio y autoritario “No” resonó desde mi espalda, y un escalofrío recorrió mi cuerpo al percibir su sensual acento francés muy marcado.
—La señorita tiene boca.
—La señorita tiene esposo. —rebatió posándose a mi lado para tomarme de la mano y besarme los nudillos, permitiéndole a aquel hombre ver mi anillo de matrimonio.
Mordí mi labio para ocultar una sonrisa traviesa, al darme cuenta de que era la primera vez que veía a Elías actuando de manera posesiva. Antes solo me observaba mientras me iba con cualquiera.
—Eso no es impedimento para disfrutar de alguien más, ser monógamo es aburrido, y hablo por ambos —comentó, mientras observaba mis piernas con descaro y tragaba saliva, antes de mirar mi rostro. —. No tiene el porte de esposa, parece más una mujer libertina.
Bien, no sabía si debía tomar aquello como un insulto, después de todo, tenía razón. Para la sociedad parecía todo, menos una esposa tradicional, de ahí que algunos tabloides tacharan mi vestido de novia como “demasiado extravagante y sin pudor”. No me afectaba el comentario de aquel hombre, pero, quien sí se lo tomó a mal fue Elías, quien se posó frente a mí de manera protectora.
No dudé en ponerme de pie.
—¿Estás pidiendo que te golpeé, imbécil? —Elías gruñó, más de lo que habló.
Aquel extraño soltó una ligera risa, antes de alzar las manos en señal de paz y retroceder un paso.
—No intento ofender, solo aclaro lo jodidamente sexi que me parece tu esposa… es una mujer hermosa y caliente.
Tomé la mano de Elías, girándome hasta quedar de frente a él y así evitar que arremetiera a golpes contra aquel tipo que se creía un comediante barato, con coqueteos vacíos, a quien ni sola le hubiese hecho caso.
—Ignóralo, es un charlatán e intenta provocarte, seguro ni es bueno en la cama. —dije lo último en voz alta para que aquel idiota lo escuchara y supiera que no había llamado mi atención en lo absoluto.
Funcionó, él se alejó, pero Elías seguía tenso, y miraba a un punto tras mi espalda de manera fulminante. Suspiré y envolví los brazos alrededor de su cuello, entrelazando mis dedos en su nuca, antes de estirarme hacia él para darle un suave beso, intentando distraerlo, pero, lo que creí que solo sería algo casto, se convirtió en todo lo contrario cuando aferró las manos a mi cintura y sus labios se adueñaron de mi boca, como si se tratase del último día sobre la faz de la tierra.
Era intenso, al punto en que por segundos se me imposibilitaba seguirle el ritmo a tan agiles y deliciosos labios.
Si no lo conociera, juraría que no se trataba del mismo hombre que se sentaba a contemplar como bailaba con otros, e incluso besaba a una chica en su cara… me gustó, e incluso me deleitó aquella naturaleza celosa y posesiva.
—Ma Femme —jadeó contra mis labios, al mismo tiempo en que ahuecaba mis mejillas con sus manos, dejando nuestras frentes unidad. —. Tu es à moi.
No iba a mentir, toda aquella situación solo logró encenderme, y lo menos en lo que podía pensar era en seguir bebiendo o bailar. Quería que volviésemos a la casa y nos encerráramos en la habitación lo que restaba de la noche, antes de tener que volver a la realidad junto al riesgo de la monotonía.
#181 en Novela contemporánea
#572 en Novela romántica
#227 en Chick lit
matrimonio arreglado, amantes y enemigos, humor drama romance
Editado: 18.11.2024